15. Barrios cerrados: el falansterio horizontal
Hace más de cincuenta años mi padre, aunque no era golfista, se construyó una casa de fin de semana en el Club Argentino de Golf, que entonces era uno de los pocos country club cerrados que existían en Argentina. La guardia en la entrada no era nada comparada con lo que se ve hoy en cualquier barrio privado. Y no servía para mucho, porque en 1970 o 71 hubo un asalto a una casa si mal no recuerdo con abuso carnal. Era, claro, un lugar “elegante” como el Tortugas pero sin la carga simbólica que tienen hoy los barrios cerrados: entonces casi nadie (salvo mi viejo por períodos) vivía en el club, eran todas casas de fin de semana. La clase media joven en esos tiempos no emigraba a vivir a las afueras de la ciudad: a lo sumo soñaba con una casa quinta con pileta. Por entonces se construyeron algunos barrios cerrados precursores, de casas de fin de semana: en la zona de Escobar donde vivo uno fue el Aranjuez junto a la autopista Panamericana y otro el Club Náutico al fondo del barrio El Cazador, que por su parte es un temprano ejemplo (de fines de los 40) de barrio residencial abierto y bastante bien logrado por cierto.
La moda del barrio cerrado como opción de vida comenzó en la década del 90 con las privatizaciones de Doctor Menem: desde la educación al cementerio, de la seguridad a la jubilación todo se privatizó incluido el urbanismo, si bien “urbanismo privado” me suena a oxímoron. Habito en una quinta con un terreno de cuatro mil metros cuadrados desde hace más de treinta años y no comprendo cómo se puede vivir con barreras y guardias y lotes de menos de mil metros cuadrados sin cerco, con casas vecinas a seis metros. El barrio privado implica una renuncia total a la privacidad: cada visita que se recibe es registrada y también cada vez que uno entra y sale de su casa; no se puede mantener una discusión en voz alta sin que sea escuchada por todo el vecindario; tampoco uno se puede bañar desnudo en su propia pileta si tiene ganas, o tomar sol desnudo en su jardín. También hay una renuncia grande a la libertad individual: no creo que en la mayor parte de los barrios cercados se permita que un vecino construya su casa, por ejemplo, en estilo chalet Mar del Plata o con madera y materiales reciclados; no se permite tener una huerta en vez de un jardín ni criar gallinas o conejos; las casas están tan cerca una de otra que no debe estar permitido plantar cualquier árbol en el propio jardín; si uno tiene perro pero no tiene cerco (porque no se puede) hay que tener un cerco electromagnético subterráneo y un perro con collar magnético para que reciba una dolorosa descarga toda vez que quiera aventurarse fuera del lote; si uno quiere organizar una fiesta en su casa tendrá que decirle a la guardia barrial quiénes son sus invitados, etcétera. No creo que tampoco se permita tener enanitos de cerámica en el jardín, ponerle nombre a la propiedad con un letrero, instalar un kiosko o un comercio o hacer fogatas de San Juan en la esquina. Uno tampoco puede tener quien haga changas como cortar el pasto o limpiar la casa o arreglar un problema doméstico o levantar una pared, porque al barrio no entra ningún trabajador que no esté en blanco y con seguro de riesgos de trabajo. Es mucha renuncia a cambio de calles seguras y limpitas.
La arquitectura típica de las casitas de barrio privado posmoderno (esos cubitos color crema de una o dos plantas y techo plano, porque el techo a dos o más aguas y el bow-window pasaron de moda) son curiosas: como dan por sentado que la seguridad dentro del barrio amurallado no es ni será un problema, tienen grandes ventanales sin rejas ni postigones y como está prohibido construir cercos que limiten la visión y las casas están muy próximas unas de otras, el resultado es curiosamente parecido al de los suburbios de las ciudades holandesas: hileras de casas casi transparentes, donde desde la calle o desde el canal se puede ver todo lo que hacen sus habitantes…que es lo deseable en la protestante cultura holandesa.
Pero nuestra cultura latina es de postigos y cortinados, muros y patio interior: ya veremos si el vivir como holandeses no termina provocando neurosis o psicosis de barrio cerrado.
Tampoco estoy convencido que sea más seguro encerrarse entre alambrados y murallas custodiadas por empresas privadas: el tejido urbano al avanzar hacia los suburbios va creando tejido social y vecinal que es la única verdadera seguridad posible. Las murallas con los ricos o medio ricos de un lado y los no tan ricos, medio pobres o marginales del otro crean condiciones de inseguridad colectiva a largo plazo. En las afueras de Buenos Aires hay algunos de estos barrios felices que están literalmente rodeados por barriadas humildes: hasta se puede escuchar la cumbia villera a todo volumen de día o de noche, además de respirar los aires pútridos de la quema o la cloaca a cielo abierto.
Entiendo que en una ciudad del tamaño de Buenos Aires haya gente que prefiere vivir en las afueras y dadas las características del Gran Buenos Aires quiere vivir en un barrio cerrado, haciendo el caldo gordo de los especuladores inmobiliarios que compran tierras bajas inundables por hectárea y las revenden en dólares por metro, aunque dentro de un siglo muy probablemente estarán bajo el agua. Pero el fenómeno hoy está presente en todas las capitales y ciudades de provincia, incluso aquellas con soberbia calidad de vida donde la delincuencia es irrisoria. A la salida de Río Cuarto por la nacional 36 hacia Córdoba hay un barrio cerrado rodeado por un campo de soja transgénica, que podría llamarse “Altos de la Soja” o “Roundup Hills”: “vivir en la naturaleza” entre campos fumigados con glifosato. Algo similar ocurre en Rosario: al llegar por autopista desde Córdoba a más de veinte kilómetros se ve un par de rascacielos blancos que son porotos de soja transformados en ladrillos pero lo más significativo son un par de barrios a ambos lados de la autopista: los únicos que vi en el país que se promocionan como “barrios abiertos”. Quizá porque Rosario es el corazón socialista de la primera provincia argentina que fue gobernada por socialistas.