25. Pulquismo
La saga de los cazas a retropropulsión Pulqui I y II a mi modo de ver es una metáfora perfecta de la gruesa tajada de decadencia argentina que nos aportó el peronismo. La última vez que vi al colorado Pulqui I y al blanco Pulqui II expuestos en la entrada de Tecnópolis sentí una mezcla de hilaridad y vergüenza. El flojísimo Pulqui I fue desarrollado en un sólo ejemplar en Córdoba en 1946 por un reo condenado a veinte años de trabajos forzados en la Francia de posguerra a causa de su colaboracionismo con la Alemania nazi: el único prototipo construido sobrevivió como pieza de museo porque pronto se vio que no valía la pena volarlo y mucho menos reproducirlo: desde el punto de vista de la ingeniería aeronáutica y la corrección política, el Pulqui I es un aborto para esconder y no para mostrar. El apenas mejorcito Pulqui II era un derivado del proyecto Focke-Wulf 183 desarrollado por la Luftwaffe de Goëring y Hitler y realizado en la Argentina por el ingeniero y piloto alemán que diseñó los temibles Focke-Wulf 190. Dos de los cuatro prototipos de Pulqui II se estrellaron.
Los Pulqui volaron públicamente sólo una vez en Aeroparque en febrero de 1951, delante de Perón y la plana mayor de su régimen. Al segundo prototipo de Pulqui II se le soltó un ala volando en Córdoba y su piloto se mató. El tercer prototipo –que su piloto de pruebas alemán definió “el peor (avión) que probé jamás”– se estrelló al poco tiempo junto a él. El cuarto prototipo es el único ejemplar que existe.
A los epígonos de la epopeya pulquiana se les ensancha el pecho cuando recuerdan que fueron los primeros aviones a reacción construidos en América Latina pero sería más exacto decir ensamblados. En ambos Pulqui lo más importante y difícil de construir (el motor) era inglés: turbinas Rolls-Royce. También era inglés el sistema de asiento eyector del Pulqui II y el armamento de cañones ametralladoras. No estoy seguro, pero supongo que entonces Argentina tampoco producía el kerosén para esas turbinas porque Estados Unidos recién empezaba a producirlo. Todo esto sería un anecdotario pintoresco y hasta simpático (como los cuadros del artista peronista Daniel Santoro, que venera al Pulqui) si después de ese penoso preludio la Argentina hubiera seguido proyectando y construyendo aviones de paz o de guerra… pero en esa materia no fuimos más allá del turbohélice Pucará y el jet de entrenamiento Pampa, ambos de uso bélico y más bien poco exitosos comercialmente.
No entiendo cómo en una Tecnópolis argentina del siglo XXI se exhibe a los Pulqui como joyas. En otra Tecnópolis rusa se podrían quizá exhibir a los contemporáneos MIG 9 o MIG 15 pero habría además una cantidad de aviones comerciales y de guerra de varias fábricas e incluso alguno de los cazabombarderos hoy más temibles, como los MIG 25, 29 o 35. En la Tecnópolis estadounidense podrían mostrar otros contemporáneos de los Pulqui: los más eficaces Lockheed P-80 Shooting Star o North American F-86 Sabre (que vieron guerra en Corea) pero serían sólo curiosidades entre docenas de máquinas de volar de todo tipo, hasta los actuales drones y el bombardero invisible B-2. Así la Tecnópolis británica podría exhibir un Gloster Meteor junto a los Harrier de despegue vertical, la sueca algún Saab 21 o 29 y otros más nuevitos, los franceses un Sud-Ouest Triton o Dassault Mystère I además de los Mirage y hasta los italianos un FIAT G-91 con algún otro avioncito posterior. Todas aeronaves que por lo menos volaron y fueron producidas en serie. Estas industrias aeroespaciales siguieron avanzando pero la nuestra se quedó en Pulqui, en Pucará y en Pampa. Mientras tanto Brasil (que en tiempos pulquianos fabricaba sólo barriletes) hoy nos vende aviones turbohélice de entramiento militar y jets de trasporte de pasajeros.
No entiendo al peronismo ni a su sentido de la épica, del desarrollo nacional y del humor. Me siento un poco uruguayo en eso de no entender qué es lo que es el peronismo, ni cómo le funciona a los peronistas el orgullo y la cabeza, ni dónde les cabe la vergüenza o el sentido del ridículo.
Pero no es un problema sólo del peronismo mental. Otro payaso sin sentido del ridículo (hasta que demuestre lo contrario), que acaba de ser electo presidente de Argentina, no se cansa de repetir una grosera mentira: que Argentina fue la primera potencia mundial (que nunca lo fue) y que hoy “es 130” (que tampoco lo es). Según este bufo, aplicando sus bufonadas, en 35 años seremos como Estados Unidos. O sea que fabricaremos jets de guerra y pasajeros, avionetas y helicópteros. Otra que Pulqui.