27. Distancias argentinas
Todos los argentinos y muchos extranjeros no engañados por la deformación del mapamundi Mercator saben que nuestro país es inmenso. Todos los que lo recorrimos de una punta a otra de este a oeste y norte a sur sabemos de esas vastedades. También quien vuela una, dos, tres o más horas en jet para ir de Aeroparque a otra parte del país. Y los que se pasan uno, dos o tres días viajando en ómnibus sin cruzar más fronteras que las interprovinciales.
Como buen porteño, mi cabeza está georreferenciada a la Ciudad Autónoma en materia de distancias argentinas. Sé que de mi casa a Ushuaia hay unos 3.200 kilómetros, a La Quiaca unos 1.800, a Mendoza o Posadas un día entero al volante casi sin parar. Y así con Córdoba, Bariloche y otros lugares.
Me sorprendí al hacer los contenidos para los fascículos La Nueva Argentina Turística que publicó el diario La Nación entre mayo de 2013 y 2014. Tuve compilar seis cuadros de distancias interregionales entre diez de las principales localidades turísticas de cada región y diez de las principales ciudades del país. Unas matrices para mí insólitas que hice con varias fuentes, entre ellas el buscador de rutas de la Guía YPF online, que es un servicio de Google Earth y a veces falla.
Un trabajo tedioso pero ilustrativo de las distancias que separan no sólo a los porteños del Interior sino a los argentinos de unas y otras partes. De Córdoba a Comodoro Rivadavia hay más de 2.000 kilómetros. De Mendoza a Salta, 1.230 kilómetros. De Bariloche a Cataratas del Iguazú, casi 2.800. De Bahía Blanca a Humahuaca, casi 2.000. De Posadas a Ushuaia, un delirio: unos 4.600 kilómetros.
Con semejante kilometraje se recorre un buen cacho de Brasil, Rusia o Canadá. Pero el precio de nuestros combustibles no es acorde al tamaño del país. Y entre la primera y la segunda década de los 2000, al mismo tiempo que se vendían más autos que nunca, cerraron tantas estaciones de servicio que en muchas rutas hay tramos de cien, doscientos o más kilómetros sin surtidores. En las rutas nacionales y provinciales argentinas impresiona la cantidad de estaciones de servicio abandonadas, imposibles de reciclar en otra cosa más que una pobre gomería.
Tenemos un país enorme con más autos pero menos surtidores y combustible a precio de país chico*. Y más caro en las vastedades y soledades del Interior que en las breves distancias del aglomerado porteño-granbonaerense.
Desde que Doctor Menem nos unitarizó las federalistas chapas o patentes de los vehículos automotores los argentinos perdimos bastante la noción de las distancias internas. Constatar lo raro que era o sería ver una patente fueguina o salteña en Buenos Aires ayudaba o ayudaría a cobrar sentido del tamaño de nuestro país pero se ve que eso no contribuía a la filantropía de los registros automotores en concesión a parientes y amigos del poder político de turno.
Algo que cambió un poco pero no mucho en dos décadas es la abreviación de estas distancias gracias al transporte aéreo. Todavía y a pesar del intento de las low cost hay pocas conexiones que no sean radiales a través de Aeroparque y nuestros vuelos de cabotaje son más caros que en Brasil, Estados Unidos y ni hablar de Europa. El nudo gordiano de ferrocarriles extintos, proliferación de ómnibus de dos pisos y escasa o nula competencia en vuelos internos caros sigue irresuelto. Hay aeropuertos provinciales adonde llega sólo un vuelo diario desde Aeroparque pero salen diez o veinte ómnibus a Retiro no mucho más baratos, pero diez veces más lentos. Pasan los años y no florece un mercado interno de vuelos más baratos que desplace a los caros, peligrosos y lentos ómnibus de larga distancia como principal medio de transporte de cabotaje.
Es como si los argentinos fuéramos viejos cronopios de Cortázar a los que nos gustan tanto el aire acondicionado, los asientos reclinables, las luces de lectura, la llamada a la azafata y los sandwichitos de miga con gaseosa que en vez de dejar que esa experiencia dure un par de horas, queremos que dure veinte aunque sea rodando por rutas de la muerte en vez de un seguro volar. Y con tal de no fastidiar a intereses creados, mafias y corporaciones.
*Estas líneas fueron escritas cuando el litro de nafta costaba casi un dólar. Hoy cuesta un tercio, pero con el nuevo gobierno es claro que su precio aumentará sensiblemente. Las cansadoras idas y vueltas de la economía argentina.