30. ¿Aristocracia u oligarquía?
Cuando escribí las guías Pirelli hace treinta años, a pesar de haber nacido aquí yo era un recién llegado que re-descubría a su país después de los años de plomo y escribía desde una óptica industrialista italiana: así me provoca cierta ternura ver cómo hablaba de “aristocracia” o “patriciado” porteño con los debidos deslumbramientos, respetos y genuflexiones inspiradas por la historia escolástica.
Bien que ya en la Enciclopedia Británica de 1968 en su artículo “Argentina” se habla de oligarquía y no de otra cosa. Así, hoy, si debo referirme a esa clase social porteña (y sus equivalentes provincianas, donde las hay) prefiero usar dicho vocablo, que me parece más apropiado. Porque el aristócrata tiene primero obligaciones y luego derechos, pero el oligarca es al revés. Las aristocracias se fundan sobre el prolongado esfuerzo generacional de ser los mejores y las oligarquías, de ser los más vivos. Para mí es claro que en la clase dominante porteña de antaño había familias de potencial aristocrático, pero hubo más familias de potencial oligárquico y la endogamia que perdura hasta hoy hizo el resto.
(Escribí cuanto antecede hace unos diez años, antes de descubrir la Demarquía, sobre lo cual hay algunas notas en este blog. Lo que viene al caso es que Aristóteles llamaba oligarquía a aquellas democracias en las que los ciudadanos eran elegidos por el voto, alimentando así la demagogia, las falsas promesas y la corrupción tal como es, dos mil trescientos años después, en nuestra y otras “democracias”. Aristóteles reservaba esta palabra para aquellas polis, como Atenas durante tres siglos, donde los ciudadanos del Ágora eran sorteados al azar, con un kleroterion. Lo que en la República Argentina se llama “democracia” es una auténtica oligarquía, es decir, “gobierno de unos pocos”. El nuevo presidente fue votado por millones en tres elecciones de un partido unipersonal, del que se ocupó de ralear a aquellos que se tomaban demasiado en serio eso de “libertario”…como se lee en El Loco de Juan Luis González. El otro candidato, también votado por millones, fue ungido en modo dedopersonal por la vicepresidente, aunque con una elección interna irrisoria. Todos los senadores y diputados fueron elegidos por listas sábana de cada partido, sin que los votantes pudieran elegir a quién votaban. Oligarquía en sentido estrico, aristotélico.