35. La brecha Buenos Aires-Interior
El país que describen los medios de Buenos Aires siempre fue bastante distinto al que se percibe viajando por las provincias pero en los últimos años me parece que esa brecha se profundizó. La polarización y exasperación que introdujo el kirchnerismo (por el que no nutro simpatía) tuvo algo que ver en eso. Es muy raro: el país que describen La Nación y Clarín, los canales de televisión y las radios metropolitanas tiene poco que ver con lo que experimento al viajar. Los medios porteños no sólo se interesan poco por lo que sucede fuera del Gran Buenos Aires sino que además proyectan sobre el país sombras y espectros de la ciudad gótica. Donde se lee y oye a periodistas e intelectuales políticamente correctos hablar de “los millones de argentinos que pasan hambre” y se citan estadísticas que no se sabe muy bien cómo se hacen: cuando leo que un 40% de los argentinos vive en la pobreza y que 40% de las viviendas tiene serios déficits habitacionales mi impresión empírica tras mis viajes por tierra a través de toda la Argentina (bien que buscando la belleza antes que la pobreza) es que es falso. Si uno de cada dos o tres argentinos viviera en la miseria, no sería posible hacer la prueba que practico cada atardecer cuando llego a pernoctar un pueblo o una ciudad: sentarme a leer el diario (local si es posible) en una mesa (al aire libre siempre que es posible) lo más cerca de la plaza, tomando una cerveza y esperando que abran los lugares donde comer, algo que en sitios no turísticos nunca es antes de las nueve. En países donde hay tanta miseria es inevitable ser fastidiado por niños o adultos que piden limosna y eso (fuera de la ciudad de Buenos Aires y sus alrededores) no me ocurrió en ningún lugar de la Argentina entre 2010 y 2011. A lo sumo, en Salta, se me acercó un niño que vendía estampitas. Otra cosa que siempre hago para tomar el pulso de una ciudad es caminar su calle peatonal y comercial y así tampoco percibí en ninguna parte esa crisis angustiante que describen los medios porteños. Bien al contrario, en todas las capitales de provincia vi un aire próspero de gente feliz y satisfecha, alegre o estúpidamente consumista: incluso en el centro de Resistencia, que según dicen las estadísticas es la más pobre de las capitales argentinas. ¿Dónde están los pobres y miserables? Sí, claro: alrededor de Buenos Aires, de varias ciudades del litoral (incluida Resistencia) y alguna del norte como Tucumán hay profusión de villas miserias y tugurios infamantes. Pero en el resto de las ciudades y pueblos se ven muchos más flamantes barrios de viviendas populares que sucuchos misérrimos. La impresión es que en las ciudades de provincia en los últimos años la calidad de vida mejoró sensiblemente. Se ven muchos más autos que hace años: las congestiones de tránsito al menos en el centro y en las horas pico son frecuentes y ya no es tan fácil encontrar dónde estacionar en el área céntrica de las capitales provinciales. Y en las áreas rurales hay cantidad de camionetas flamantes y cada vez menos chatas viejas y deshechas: en la Puna y en los Valles Calchaquíes el efecto “Totoya Hilux” es llamativo.
La otra sombra que proyectan los medios porteños sobre el interior es el fantasma de la inseguridad, que también me resulta falso de toda falsedad. En ninguna provincia argentina y en ninguna ciudad más allá del Gran Buenos Aires tuve la impresión de andar por un lugar peligroso. Las estadísticas además demuestran que Argentina tiene menos homicidios que Uruguay (que tiene el doble) y Estados Unidos y, junto a Chile, es el país más seguro de América Latina.
Buenos Aires es un nodo periodístico y opinológico donde denunciar la miseria y/o la inseguridad desde un micrófono es parte de una homologadora “corrección política”. Es un vórtice y una vorágine porteña que distorsiona las percepciones: la exasperación gritona y demandante de los porteños no tiene mucho que ver con la vida amable y casi siempre apacible de las provincias. Cualquier persona honesta que recorra con los ojos abiertos la Argentina ve bolsones de pobreza y una desigualdad social a veces chocante. Pero no parece un país en crisis, plagado por la miseria y/o el hambre. O si lo es, los misérrimos y hambrientos están muy bien escondidos.