36. Invariantes argentinos
La formidable Descripción Geográfica y Estadística de la Confederación Argentina del sabio médico francés Martin de Moussy, escrita hace más de un siglo y medio y algunas décadas antes del “aluvión inmigratorio” es una fuente preciosa de claves acerca de las cosas que no cambiaron de mediados del XIX hasta hoy y presumiblemente no cambiarán nunca, porque son partes constitutivas de la civilización argentina.
En la comida, por ejemplo, seguimos siendo sustancialmente los mismos: dice De Moussy “el asado, plato nacional (es) un pedazo de vaca ensartado en una barra de hierro y cocida al aire libre y a fuego fuerte (…) al asado nacional se le une el puchero, es decir un caldo compuesto por los huesos y otros desperdicios de carne de vaca (…) en el interior, donde hay más agricultura y menos ganado, el maíz, sea hervido y con leche, con el nombre de mazamorra, hervido en agua, grasa y sal, con el nombre de locro, forma la base de la alimentación para los habitantes de la campaña (…) en las provincias del norte, todos los guisos se sazonan abundantemente con pimiento rojo, el ají”. Y agrega “no hablemos de la carne de oveja, de puerco o cabrito, rara vez comida; pues el argentino gusta únicamente de la carne de vaca, la carne por excelencia”. También anotó que “los ebrios consuetudinarios son raros entre la gente del país”, una curiosidad que a pesar de la explosión del consumo de cerveza en los últimos años, parece seguir así.
Otro invariante es el gusto por el juego y las apuestas. Cuenta De Moussy que “si por desgracia se halla en las inmediaciones una taberna o pulpería, allí se reúnen los hombres de la vecindad, llegados a ese lugar para rasguear la guitarra y jugar a las cartas la ganancia del mes, y para pelearse (…) la autoridad vigila estas pulperías de campaña y prohíbe en ellas la venta de licores fuertes; pero se sabe bien con cuánta facilidad se eluden esas útiles reglamentaciones policiales (…) las carreras de caballos reúnen a todos los aficionados de las inmediaciones (…) los argentinos son también muy aficionados a las riñas de gallos. Casi todas las ciudades tienen reñideros, donde suelen hacer apuestas considerables en torno de los combatientes emplumados (…) para satisfacer este gusto por las oportunidades aleatorias, se organizan en casi todas partes numerosas rifas de objetos diversos, en muchas ciudades una lotería con premios considerables proporciona buena renta a establecimientos de caridad o a especuladores a quienes el gobierno cobra derechos bastante crecidos”. ¡Bingo! ¡Y apuestas digitales!
Otro sorprendente invariante argentino es el fenómeno de los intrusos u ocupas: “las vastas extensiones de campo (…) dieron origen además a otra plaga, la de los intrusos, gente que sin permiso o por simple tolerancia momentánea llega para establecerse en un punto dentro de la propiedad de otra persona, edifican en él un rancho y, con el pretexto de practicar agricultura (reducida a plantar algunas matas de maíz o de zapallos) viven a expensas del vecino y suelen matarle vacas o robarle caballos. Nada es más difícil que la expulsión de estos peligrosos huéspedes…”. Créase o no, desde hace más de un siglo y medio, nuestro país conserva estos invariantes.