38. Los nuevos museos argentinos
Hace dos o tres décadas prácticamente todos los museos de nuestro país eran anticuados en sus instalaciones y método expositivo y todavía hoy muchos lo siguen siendo, en particular en el Noroeste. El paradigma de esta clase de museo construido hace más de un siglo y en el que luego no se volvió a invertir un centavo es el Museo de Ciencias Naturales de La Plata, que en su momento fue un orgullo y hoy es una vergüenza, responsabilidad de la Universidad Nacional de La Plata.
Sin embargo en estos años hubo notables inversiones en museos públicos y privados en varias partes del país y es otro de los capítulos donde se ve un claro progreso. Enumero todo lo que no existía hace veinte años empezando por la ciudad de Buenos Aires, donde destaca el Museo de Arte Latinoamericano (MALBA) construido por el empresario Eduardo Constantini y dotado con su colección particular: en términos arquitectónicos, es el museo más sobresaliente de Argentina ex aequo con el Museo Fortabat de Puerto Madero, que construyó la empresaria Amalia Lacroze de Fortabat para exponer su formidable colección personal. Más pequeño pero también muy bien expuesto es el Museo Xul Solar. En otro orden de cosas también está muy bien realizado el Museo de la Pasión Boquense en La Bombonera y a unos pasos de allí, si bien no es un museo sino una sala de exposiciones itinerantes, la Fundación PROA de Techint también realizó una singular contribución al barrio junto al nuevo Colón Fábrica (la Barraca Peña merecería más apoyo). Otra iniciativa privada notable es el Zanjón de Granados, obra de arqueología urbana complementada con un pequeño museo muy bien armado. Hagiográfico para mi gusto, el Museo Evita también está bien hecho, aunque podría ser más objetivo. Otro espacio histórico que recupera un notable edificio con una desgarradora y formidable muestra es el Museo de la Shoá. En los alrededores de Buenos Aires es loable el Museo de Arte Tigre (de la municipalidad local) por haber recuperado y puesto en valor la más soberbia pieza de arquitectura de esa ciudad y por su colección, que en sus modestas dimensiones está muy bien concebida y expuesta. Una iniciativa privada también excepcional es Minka, el Museo de Arte Moderno “La Casa de Japón” que crearon Patricia y Guillermo Bierregard, quienes trajeron del Japón una entera y formidable casa campestre y la llenaron con una notable colección de arte japonés. Otra joya es el Museo Las Lilas de San Antonio de Areco, realizado por la Fundación Las Lilas y dedicado a Florencio Molina Campos. En Mar del Plata es encomiable que se haya transformado en museo la ex residencia Ortiz Basualdo, si bien como Museo Municipal de Arte Juan Carlos Castagnino podría ser más Castagnino. En frente, el Museo del Mar es una iniciativa privada que al menos como museo malacológico está muy bien concebido, aunque los acuarios son algo tristones. Hablando de acuarios es excepcional el del zoo privado Temaikén en Escobar, que también como zoológico y colección de aves es una obra singular, realizado por la familia Pérez Companc.
Si bien no soy un apasionado de la materia, a mi gusto uno de los mejores museos argentinos es el Museo del Automovilismo Juan Manuel Fangio en Balcarce que maravilla con su concepción, ambientación y riqueza de material rodante allí expuesto.
Si vamos rumbo al sur buscando lo que no existía hace veinte años, el Museo Nacional de Bellas Artes de Neuquén es quizá lo más destacado de lo que hizo el Estado en este rubro tanto por emplazamiento como arquitectura y exposición. En General Roca hay un muy bien concebido y moderno Museo Paleontológico de Ciencias Naturales y el Museo Municipal de Bellas Artes, también nuevo y dedicado a artistas patagónicos, está muy bien. Puerto Madryn ganó mucho con la contribución privada del Ecocentro, un museo natural marítimo de hermosa construcción, concepto y emplazamiento. No lejos de allí en Trelew el Museo Egidio Feruglio (establecido por la municipalidad y una ONG) en materia paleontológica es el más notable del país, aunque hay otros muy bien realizados en Plaza Huincul y Villa El Chocón. El Museo Leleque en la nacional 40 entre Epuyen y Esquel fue creado por la familia Benetton y está muy bien hecho, dedicado a los aborígenes patagónicos. En Camarones hay un pequeño y municipal Museo Perón que también es digno en su tipo. Quizá lo más notable de la Patagonia en materia museológica sean los Museos del Presidio, Marítimo, de Arte Marítimo y Antártico emplazados en la vieja cárcel de Ushuaia, también fruto de la cooperación entre el municipio y privados.
Si nos vamos al norte, pasando por Córdoba hay que felicitar a la provincia por el Museo Provincial de Bellas Artes Palacio Ferreira que me resisto a llamar con el tilingo nombre oficial de Evita, una payasada provocatoria que no se condice con la calidad de la obra allí expuesta y la adaptación del formidable palacio. También el cercano Museo de Ciencias Naturales está muy bien montado y así mismo la muestra permanente de cartografía americana en el Museo Histórico de la Universidad. Otro museo demasiado hagiográfico para mi gusto pero bien realizado y de interesante visita es el de la Casa de Ernesto Che Guevara en Alta Gracia. Y un museo privado y unipersonal cordobés que ya existía hace treinta años pero creció de manera sorprendente es el Museo Polifacético Rocsen en Nono, creado por el francés José Santiago Bouchon y hoy continuado por sus hijas.
Una obra singular es el Centro Cultural del Bicentenario en Santiago del Estero, con una muy lograda reconversión y puesta en valor de un viejo edificio donde se suman un Museo Histórico Provincial que debería crecer en el tiempo, un Museo de Antropología que ofreció a la formidable colección de los hermanos Wagner (por fin) un emplazamiento digno aunque muy pobre en materia explicativa, y un Museo de Bellas Artes también incipiente.
En Salta es excepcional el Museo de Arqueología de Alta Montaña que expone las momias del Llullaillaco, enteramente realizado por la provincia. Y fruto de la iniciativa privada hay un excelente Museo de Arte Étnico Americano Pajcha. Por su ubicación y originalidad de las obras allí construidas el James Turrell Museum de finca Colomé enteramente costeado por el fallecido millonario suizo Donald Hess es a mi gusto una de las cosas más relevantes que se hicieron en nuestro país en estos años.
En Amaicha del Valle, el también privado y más personal y autocelebratorio Museo de la Pachamama creado por Héctor Cruz por más polémico que resulte no deja de ser una notable contribución. Y en Cafayate se inauguró recientemente un Museo del Vino que no llegué a visitar.
En Rosario es notable el Museo de Arte Contemporáneo en unos silos muy bien reciclados en la Costanera, con una interesante colección de pintura argentina moderna. Y en Resistencia es interesante el Museo de las Esculturas Urbanas del Mundo.
En más pequeña escala, también hubo un progreso notable en materia de museos de sitio y centros de interpretación, fruto de la iniciativa pública o con apoyo privado. A lo largo y a lo ancho de la Argentina hay numerosos ejemplos que no viene al caso enumerar pero pongo como ejemplo una pequeña y sencilla joyita: el Museo Comunal Ana María Biset en Caepe Malal, en el noroeste de Neuquén: todo un ejemplo de cómo hacer con poco lindas y buenas cosas. O también al museo de sitio del Valle de la Luna, en San Juan. Como museo privado de una bodega, el Museo Graffigna en la capital sanjuanina está muy bien hecho. Y en Mendoza, el público Museo del Área Fundacional es otra obra que no existía veinte años atrás. En la misma provincia pero en Malargüe es muy atractiva la reciente obra del Planetario con su pequeño museo de ciencias naturales.
Como se vé, no es poco lo que se hizo en veinte años y que deja positivamente desactualizada a mi primera Guía Pirelli. Y si bien es cierto que todavía habría cosas por hacer (por ejemplo, un Museo Arqueológico Nacional o un Museo de Arte Jesuítico) creo que más urgente que seguir instalando nuevos museos sería apoyar la modernización de los existentes, comenzando por el de Ciencias Naturales de La Plata y el Histórico Nacional de Buenos Aires. Y en el Noroeste, las provincias de Santiago del Estero, La Rioja y Catamarca deberían aunar esfuerzos (quizá también junto a Tucumán, Salta y Jujuy) para en vez de tener una docena de pequeños, polvorientos y modestos museos arqueológicos (que deberían funcionar como museos de sitio o sucursales) organizar una o dos sedes de un gran Museo Arqueológico del Noroeste.
Y si hubiera que imaginar una gran nueva obra en esta materia creo que sería bueno inspirarse en el National Museum of Australia de Canberra, que es uno de los museos que más emocionó visitar: con sólo una fracción de la plata que se roba o se malgasta anualmente en nuestra esfera pública, se podría construir algo maravilloso que nos enaltecería como pueblo y nación.
En todo caso lo que pretendo demostrar con estas aburridas enumeraciones es que mentiría quien aseverara que en materia museológica la Argentina está igual que hace veinte o treinta años. A pesar de las crisis y los malos gobiernos, en este rubro (al igual que en gastronomía, hotelería y servicios turísticos) la Argentina creció mucho gracias a la inversión pública y sobre todo privada y es un país incomparablemente más interesante y moderno de lo que era al tiempo de la primera Guía Pirelli.