9. El argentino TTF

 In Blog, Guía Existencial Argentina, I. Argentinas y argentinos

Truco, Tango y Fútbol: con estas tres coordenadas se define bastante bien a un argentino de las planicies. Pertenezco a esa minoría marginal de argentinos que nunca aprendió a jugar al truco, no sabe bailar ni cantar un tango y no es hincha de ningún club ni le interesa el fútbol.

Todo tiene su explicación: no aprendí a jugar al truco porque nunca estuve preso y en mi adolescencia jamás fui de campamento ni pertenecí a ninguna organización social o política donde se estilara matar el tiempo con ese juego de naipes. Después viví trece años afuera y cuando volví ya treinteañero no me dio ganas de aprender. Al contrario: todo ese juego de muecas, frases hechas y mentiras me resultaba un poco ridículo. En otra vida aprenderé a jugar al truco.

Tampoco aprendí nunca de memoria un tango, ni intenté cantarlo y mucho menos bailarlo. En mi adolescencia era cosa de viejos y pasé por mis cuarenta sin que me atacara esa fiebre. Pero me gusta el tango, lo escucho con placer en la radio mientras voy en auto, tengo algunos discos de Piazzolla y ciertas cosas del tango contemporáneo y electrónico me agradan. También me gusta de vez en cuando ver un buen show de tango o mirar a la gente bailar en una milonga. En otra vida aprenderé a cantarlo y bailarlo.

Del fútbol me disgusta todo, a comenzar por mi resentimiento ya que siempre fui patadura. No entiendo cómo intelectuales y filósofos argentinos (no menos patadura que yo, barrunto) pueden coparticipar de esa enfermedad cultural colectiva basada en el más salvaje capitalismo deportivo trucado, corrupto y violento además de (según dicen) mal jugado. No comprendo cómo un entero país puede perder tanto tiempo mirando y comentando ese fenómeno. Menos todavía me explico cómo es posible que las mujeres, incluso inteligentes, se interesen de fútbol: algo que antes las hacía interesantes era que el fútbol no les gustaba. Ya no. La madre de un compañero de mi hijo menor no sólo juega al fútbol habitualmente pero además se ocupa de organizar los torneos de nuestros hijos, que es el único fútbol que veo y me encanta aunque me confirma en mi convicción de que es un deporte mal diseñado, desde el vamos: porque mi hijo juega fútbol 5 y resulta mejor que el 11. Creo que en otra vida tampoco dejaré de ser patadura y agnóstico en esta materia. Cuando veo cuatro millones y medio de argentinos en las vías públicas por causa del fútbol, me siento marcianamente mal en esta atmósfera terrestre.

Leave a Comment