A éstos les chifla el pajarito
Hace unos días, una persona que conoce muy bien y personalmente el tema (cuyo nombre me reservo, por razones obvias) me contó sobre un mundo que desconocía: el de los fanáticos del birdwatching o birding como dicen los del palo o “pajareros” como les llaman aquí, en un país de vasto territorio privilegiado para avistaje de aves.
Es la demostración que los humanos tenemos la ínsita capacidad de transformar lo más bello y natural (como mirar pájaros) en una enfermedad, como la adicción a una droga o el alcoholismo. La mayoría de estos enfermos son hombres, estadounidenses e ingleses, mayores y adinerados, capaces de solventar una adicción que puede costar mil dólares por día, en maratones de consumo que pueden durar dos o tres semanas.
Estos enfermitos tienen la obsesión de ver todas las especies de aves que hay en el planeta, una cantidad estimada entre 10 y 20 mil: algo imposible en una vida. Hay agencias especializadas, con expertos ornitólogos a cargo, que organizan viajes a los rincones más insólitos del planeta con una lista de pájaros para avistar que pueden ser 200 o más. Todo el viaje se organiza en torno a eso: hay especies que sólo se avistan en ciertas épocas del año y en determinadas áreas. Transporte, alojamiento y comidas se planean en función de los avistajes pero, según mi fuente, para los fanáticos hard todo ello es secundario. Lo único que les importa es avistar.
Para ello se visten de colores apagados que se mimetizan con el entorno, usan sus celulares con el canto grabado de la especie a la quieren avistar convocándola al amor o la pelea y pasan horas en silencio con binoculares y telescopios que cuestan fortunas esperando que el objeto de su deseo responda al canto y eventualmente se deje ver. Algunos los fotografían, pero la mayoría se contenta con verlos. Logrado esto, de vuelta al camino rumbo al siguiente avistaje. En Patagonia, en verano, se despiertan durante días y días a las tres o cuatro de la mañana y pasan toda la jornada de aquí para allá hasta las diez o las once de la noche. No les interesa ver nada más que las aves de su lista. Pasan junto a maravillas naturales únicas sin detenerse un minuto a contemplarlas. Les chupa un huevo la Cueva de las Manos o el glaciar Perito Moreno, las ballenas francas haciendo la vertical o una pareja de pumas bailando el twist. Son capaces de pasar horas en un hediondo basural porque allí se avista, pongamos, al Nestorkirchnerius hotesurensis o la Cristinelizabet vamosportodus. Es lo que sucede en la espantosa Laguna Negra o Laguna del Ornitólogo en las afueras de Trelew.
Pueden pasar por la ciudad de Buenos Aires con el único propósito de avistar en los bosques de Palermo o la Reserva Ecológica a las 16 especies de loros que hay o al enorme ñacurutú sin ver el Teatro Colón o un show de tango. Compiten entre ellos a ver si vieron a tal pajarito en Mongolia o en el Tapón del Darién. Bien lo sintetizó mi fuente: “son como chicos adictos al paco, no les interesa nada más que eso”.
En la página fatbirder.com que trata de esta enfermedad en torno a todo el globo, en el capítulo sobre nuestro país se lee: “Argentina es el hogar de más de 1000 especies de aves que ocupan una amplia variedad de biomas (…) Alrededor de una docena de especies son endémicas y otras treinta casi endémicas (…) Esto se suma a muchas especies para las cuales Argentina es el mejor lugar para verlas (…) Las distancias de viaje son generalmente grandes y algunas de las mejores áreas de avistaje sólo son accesibles en vehículos 4×4 así que incluso el avistaje de bajo presupuesto en Argentina termina siendo más caro que en muchos otros países latinoamericanos (…) para personas que prefieren viajar en grupo con guía profesional, varios de los mejores tour operadores de birding tienen años de experiencia en el país y visitan todos los más importantes lugares de avistaje.”
Vale la pena echar un vistazo a esta página para ver la cantidad de aves avistables en cada región argentina, lo que se multiplica por cada país en cada continente. Y Fat Birder es sólo una de varias.
Cada loco con su tema. Pero me queda la impresión de que estas personas, que ciertamente deben ser muy sensibles a temas ambientales dada la naturaleza de su patología, no alcanzan a comprender que viajar por el mundo de tal guisa sólo para divisar avecillas es un pasatiempo un cacho destructor del planeta. Nadie creó a las aves para que unos viejos ricachones voyeuristas vuelen por el mundo sin parar.