Argentina de 1949 vista por The Atlantic
En la sección On the world today de septiembre de 1949 publicaron este artículo (traducción mía), que no lleva firma:
“A principios de junio, Juan Domingo Perón pasó la marca de la mitad de su mandato de seis años en la presidencia de Argentina. Bajo su administración, no se instituyó una brutal tiranía como ocurrió en las peores dictaduras latinoamericanas. Las cárceles están nominalmente vacías de prisioneros políticos, y las masas trabajadoras, en vez de ser perseguidas y explotadas económicamente, están precariamente disfrutando los salarios más altos, amplios beneficios sociales y las mejores condiciones de vida en su historia. Pero, de maneras sutiles, el régimen de Perón controla la vida y actividades del pueblo tan efectivamente como lo hicieron las crudas dictaduras de terror en países más atrasados.”
Y luego el artículo enumera: ningún negocio importante puede realizarse sin el favor presidencial, nadie en un sindicato puede oponerse al gobierno, ningún abogado, profesor, médico o periodista puede luchar abiertamente contra el régimen por temor a represalias. “Una suerte de totalitarismo rastrero tomó posesión de la república (…) la vida argentina tiende a volverse siempre más una competencia por el favor del régimen”.
El artículo recuerda que Argentina salió de la segunda guerra mundial con más de 750 millones de dólares de reservas (hoy serían más de 13,3 mil millones de dólares) pero todo ya empezaba a irse al diablo con el Plan Quinquenal (compra de los ferrocarriles británicos que al año arrojaban déficit, compra obligatoria de 382 barcos de Alberto Dodero, compra de maquinarias industriales y agrícolas, salarios garantizados para todos con controles de precios).

Menciona cómo el IAPI de Miguel Miranda derrochó millones de dólares comprando en Estados Unidos maquinarias y vehículos en pésimas condiciones y la mayor parte nunca fue utilizada más que como hierro viejo.
Las cosechas excepcionales de granos de 1948 y 49 en Estados Unidos, Canadá y Europa derrumbaron los precios y Perón se quedó colgado del pincel, con 1.500 millones de dólares de granos sin exportar en abril del ‘49. Argentina se quedó sin combustible, sin repuestos y sin dólares para comprarlos en Estados Unidos, con 500 millones de dólares de deuda.
A Perón lo salvó un tratado comercial con Gran Bretaña: 300 mil toneladas anuales de carne a cambio 1,8 millones de toneladas de petróleo, 4 millones de toneladas de otros combustibles líquidos y 1,5 millones de toneladas de carbón.
Y concluye diciendo algo que suena curiosamente familiar ¾ de siglo después: “Los inversores estadounidenses en negocios e industria en Argentina no pueden obtener dólares para pagarse a sí mismos o a sus accionistas, cualquiera sean sus beneficios. Si protestan demasiado vigorosamente, la amenaza de la expropiación cuelga sobre sus cabezas. Sin son expropiados, no serán pagados en dólares y hay pocas chances de que sean adecuadamente pagados incluso en pesos.”
A ese país acababa de llegar mi viejo, con un título de arquitecto y 50 dólares en el bolsillo.