De cartofilias y mapamanías

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Desde que comencé a navegar, a los 24 años, me volví un amante de los mapas y las cartas geográficas y náuticas. Mientras fui segundo oficial de cubierta, parte de mi tarea era mantenerlas actualizadas, cosa que hacía con enorme placer. Y así también comencé a dibujar mapitas y a después hacer mapas para mis guías, con ayuda de cartógrafos.

 

 

Mapa Isla Victoria

En Wikipedia castellana hay un buen artículo sobre cartografía (del griego χάρτης, chartēs: “mapa” y γραφειν, graphein: “escrito”) que sin embargo no me dice nada sobre porqué los mapas me atraen casi tanto como los libros. Todos los mapas me interesan: antiguos y digitales, náuticos y terrestres, de la Tierra o de la Luna, de Venus o de Marte. Cuando veo un mapa, siento un impulso de zambullirme en él como en una piscina llena de agua. Como al leer un buen texto de cualquier naturaleza, al mirar un lindo mapa siento que se activa una parte resonante de mi mente que amplifica, modula, hace ecos de lo que ven y leen mis ojos. Con todo respeto por los poetas, creo que hay poesía en la buena y vieja cartografía. Y con todo respeto por los artistas plásticos y gráficos, creo que la cartografía bien hecha puede ser otra más de las bellas artes.

Si bien encuentro magnífico disponer en mi computadora y mi celular de Google Maps y una vista dibujada o satelital de todo nuestro planeta (y hasta del fondo del mar) y hago uso de ello con frecuencia (cuando leo en el diario sobre algún lugar, por ejemplo una batalla en Ucrania, necesito verla representada en mapa y/o foto satelital) creo que la verdadera cartografía es aquella de papel o cartulina, no la de pantalla. Si volviera a navegar a vela por los mares, supongo que llevaría un GPS para controlar la exactitud de mis posiciones con el sol y mi sextante (que conservo) y un cronómetro. Y no las plasmaría en una pantalla sino en cartas náuticas de grueso papel con lápiz, regla y compás, a la antigua. Me atemorizaría navegar por humedades tan grandes dependiendo sólo de aparatos electrónicos para saber dónde estoy.

Mapa Ponta Juricuara

Cuando era segundo oficial, una de mis tareas (junto a la de ser el médico de a bordo, que por fortuna ejercí poco o nada) era mantener actualizadas las cartas náuticas de las que a bordo había centenares y los Pilot Books del Almirantazgo Británico, de los que había docenas. Cada pocos puertos llegaban al barco nuevas ediciones de cartas náuticas que suplantaban a las anteriores, o librillos con detalladas correcciones para aplicar con Rotring en negro o rojo y caligrafía pequeñísima y perfectamente legible: boyas que no existían mas, nuevos cascos naufragados que obstaculizaban la navegación, etc. Para hacer ese trabajo contaba con una gran mesa plegable frente al ventanal del puente de mando a la altura de un edificio de varios pisos sobre el mar, donde extendía cada carta o la pila de Pilot Books y, durante mis horas de guardia de 12 a 16 en alta mar y sin tráfico, me dedicaba a recortar correcciones de Pilot Book para pegar en la página y párrafo correspondiente, o a escribir con tinta en las cartas mientras cada cinco o diez minutos echaba un vistazo al horizonte oceánico desierto. Corregir esos minúsculos detalles en cartas de lugares remotos desde el medio del mar me apasionaba y le fui tomando gusto a la Rotring, con la que dibujé la única carta náutica en sentido propiamente dicho que hice de mi mano (Ponta Juricuara to Ponta Mato Grosso), pensando en que tal vez aterrizaría por allí con velerito Misty, con el que crucé el Atlántico Sur en 1987.

En esos años, también me deleité más de una vez dibujando cartografías oníricas o imaginarias como la que reproduzco.

 

Mapa imaginario

Mapa en Guía Pirelli

Cuando volví a vivir en tierra firme y creé la primer Guía Pirelli de Argentina, me inspiré en buena parte en los Pilot Books, tomé al vuelo una idea que me dió Martín Caparrós de un libro que había leído con “pre-hipertextos” en la página izquierda y saqué de mi cabeza un sistema picto-cartográfico que realizó el cartógrafo Rolando Gómez y que dieron su carácter a los mapas, planos y hojas de ruta de las cinco Guías Pirelli.

Esta picto-cartografía de mi invención no sólo permite saber dónde está un lugar, sino además tener una somera idea de lo que contiene.

Años después, en plena crisis del 2001, pasé largos meses en uno de los mejores lugares de Argentina para ver por tv lo que pasaba en Buenos Aires: la hostería de Isla Victoria a pico sobre la bahía de puerto Anchorena que fue construida por los Iachetti (amigos ya de mis padres) para la que hice un completo relevamiento de la isla, que si bien es un poco más angosta tiene la misma longitud y forma que Manhattan. Como base cartográfica anterior, contaba sólo con una fotocopia enorme de un gran mapa forestal hecho en los años ’20 por los rusos que plantaron árboles exóticos allí. Durante semanas y luego meses, recorrí toda la isla en el Land Rover Defender de la hostería hasta donde era posible llegar con él, a caballo con los criollos de la hostería y a pie. También la circumnavegué por completo en lancha tomando nota de cada accidente. Nunca exploré ni conocí un territorio más palmo a palmo que isla Victoria, experiencia que plasmé en el mapa en escala 1:25.000 que realizó el cartógrafo Sergio Huykman. A mi gusto, por la forma de la isla y el tamaño y escala del mapa, es mi obra cumbre cartográfica. Donde me dí el gusto, además, de bautizar un accidente geográfico: a una sierra sin nombre del noroeste isleño, con la venia de Parques Nacionales, la llamé Sierra de Marco o del Puma, en recuerdo de mi amigo coetáneo Marco Iachetti, que se mató demasiado joven en un accidente de auto. Nunca entendí porqué los Iachetti no hicieron una edición de ese mapa que seguro se habría vendido y agotado. Sólo unas pocas impresiones para la hostería, para el Parque Nacional Nahuel Huapi y para mí. Hoy habría que actualizarlo: la telesilla por suerte no existe más y también por ventura se pusieron en valor las entonces desvencijadas casas de Anchorena y se hizo un buen centro de visitantes. Aleluya.

Mapa Puerto Anchorena

También hice, con Sergio Huykman, la cartografía a dos colores de las Guías de Viñas, Bodegas y Vinos de América del Sur (Austral Spectator), luego Guía de Vinos de Argentina y finalmente, Guía de los 500 Vinos de Argentina Que Vale La Pena Beber.

Aquí lo importante era brindar al enoviajero una herramienta útil para llegar a las bodegas, cosa que en el Oasis Norte de Mendoza a principios de los 2000 sin GPS era un desafío entre enormes laberintos no señalizados, como es hoy.

Valles Calchaquies en Guia Austral Spectator

Símbolos cartográficos en Guía Austral Spectator

Con Sergio hicimos también un mapa bilingüe de Viñas & Bodegas de los Andes, que modestia aparte creo fue una pieza apreciable, que vi enmarcada y colgada en la oficina principal de más de una bodega: una visión satelital que se extiende desde el sur de Bolivia hasta el norte de la Patagonia, con todas las bodegas chilenas y argentinas de los Andes. La escala vertical del mapa fue exagerada fuertemente para dar dramatismo al relieve y unos cuadros gráficos laterales explican la climatología de las varias regiones.

Buenos Aires en Guía BUE

Siempre con el virtuosismo cartográfico de Sergio Huykman, concebí los planos urbanos de mi Guía BUE coeditada con Granica, donde me dí el gusto de ser el primer cartógrafo que coloreó al Río de la Plata no con un mentiroso celeste sino con su color real. Los planos sectoriales urbanos también tienen lo suyo, porque son bases satelitales que revelan en gris la densidad arquitectónica y en dibujado, las áreas verdes.​

Parque 3 de Febrero en Guía BUE

El planito del Parque 3 de Febrero con sus árboles identificados uno por uno por género es uno de mis trabajitos cartográficos predilectos, porque lo hice a pie con una base provista por Sergio, marcando cada clase árbol en su lugar: en un caso, las dámmaras, tuve que ir a recorrer el Jardín Botánico hasta identificar una.

Mar argentino en Guía de Pescados y Mariscos

También con Sergio, en un país cartográficamente dictatorial y autoritario como Argentina (Alfonsín me obligó a poner en un mapa Pirelli la masturbación mental de su capital Viedma-Patagones, CFK a pretender que Tierra del Fuego culmina en el Polo Sur) me llevó a rebelarme y hacer en mi Guía de Pescados y Mariscos de Argentina un mapa auténtico de zonas de pesca del Atlántico Sur que el Instituto Geográfico Nacional (ex Militar pero no importa, la pelotudez es siempre la misma) jamás habría aprobado porque representa la situación real, no soñada, de la pesca en torno a las Malvinas.

O sea que un mapa, al menos en Argentina, puede también ser político.

Hacer mapas es hermoso, porque obliga a explorar de un modo u otro un territorio. Identificar sus puntos conspicuos. Representarlo de manera bonita y útil para el lector. Está todo ahí.

 

Después, están los artistas como mi fraterno amigo Arshes Anasal, que sublima a la cartografía a una categoría superior, donde el uso se evapora y se cristaliza otra dimensión, plástica y literaria a la vez, que sólo se puede expresar con mapas imaginarios. De su obra elegí estos 6 que son los que más me gustan: Diáspora (tinta sobre collage, 60×90 cm, 2022), New World (Collage, 45×60 cm, 2020), Random Thoughts (Tinta y lápices de colores sobre papel, 22×30 cm, 2010), Slope Islands (Collage, tinta y gouache, 45×60 cm, 2021), You are here (Collage y gouache, 20×28 cm, 2011) y el maravilloso Seven Exoplanets (Móvil, varillas de madera, alambre, collage en esferas de cartón, 70x70x58 cm, 2021). Pueden ver más obras de Arshes Anasal en Instagram y en su web.

 

Diáspora

Random Thoughts

New World

Slope Islands

You are here

Seven Exoplanets

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