Einstein tenía razón

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En el número uno de la revista Monthly Review, en mayo de 1949, Albert Einstein publicó un lúcido e irrefutable artículo titulado “¿Porqué socialismo?” que como se verá en esta nota a propósito de las elecciones presidenciales en Estados Unidos, 75 años después no sólo conserva su validez sino que resulta aterradoramente visionario y anticipatorio. Escribió Einstein hace tres cuartos de siglo: “El capital privado tiende a concentrarse en pocas manos, en parte debido a la competencia entre los capitalistas, y en parte porque el desarrollo tecnológico y el aumento de la división del trabajo animan la formación de unidades de producción más grandes a expensas de las más pequeñas. El resultado de este proceso es una oligarquía del capital privado cuyo enorme poder no se puede controlar con eficacia incluso en una sociedad organizada políticamente de forma democrática. Esto es así porque los miembros de los cuerpos legislativos son seleccionados por los partidos políticos, financiados en gran parte o influidos de otra manera por los capitalistas privados quienes, para todos los propósitos prácticos, separan al electorado de la legislatura. La consecuencia es que los representantes del pueblo de hecho no protegen suficientemente los intereses de los grupos no privilegiados de la población. Por otra parte, bajo las condiciones existentes, los capitalistas privados inevitablemente controlan, directamente o indirectamente, las fuentes principales de información (prensa, radio, educación). Es así extremadamente difícil, y de hecho en la mayoría de los casos absolutamente imposible, para el ciudadano individual obtener conclusiones objetivas y hacer un uso inteligente de sus derechos políticos.”

A dos semanas de las elecciones presidenciales estadounidenses, en dos medios leo estas preocupantes cuestiones: en Politico (“Trump overturn 2024 election”, 22/10/24)(como todo lo que sigue, en traducción mía) “Los aliados republicanos de Trump en el Congreso y los estados se hicieron eco de los reclamos -y recibieron el sólido apoyo del CEO de X Elon Musk, quien difundió rumores y teorías conspirativas a sus 200 millones de seguidores”. Musk, se sabe, donó más de 50 millones de dólares a la campaña de Trump e incluso participó en un acto político con él.

Y en The Guardian, Marina Hyde (Is it wrong for Elon Musk to offer voters 1$m a day to get Trump elected?”, 22/10/24) escribe: “Musk recientemente decidió actualizar el fatigado tropo de ficción distópica donde empobrecidos ciudadanos son forzados a competir en mortales shows de juegos en los que el ganador recibe un brillante premio que le cambia la vida y los perdedores son asesinados por deporte. En la versión rebuteada de Elon, el hombre más rico del mundo le está dando a los esforzados votantes la chance de ganar un millón de dólares si firman una “petición” en favor de la libertad de opinión y el derecho de llevar armas. Obtienes $47 (£36) sólo por firmar – ¡$100 en Pennsylvania, por alguna razón! – y sólo los votantes registrados pueden participar. En tanto dejen sus nombres –¡y direcciones, por alguna razón!– todos son buenos para entrar al pozo de la lotería. También, no es ficción sino real y está sucediendo en los swing states cada día desde ahora hasta la elección en dos semanas. El sábado, Musk entregó su primer impecable cheque de cartón por un millón de dólares a un hombre en un mitín en Harrisburg, Pennsylvania. El domingo, fue el turno de una mujer en el ayuntamiento de Pittsburgh”. Todo eso, escribe Hyde, mientras Musk repite que Kamala Harris acabará con la democracia, en tanto compra votos para un hombre que ya provocó una insurrección y prometió que será un “dictador” en el primer día de su presidencia.

No menos estremecedor es el largo artículo escrito en The Newyorker por Charles Duhigg (“Silicon Valley, the new lobbying monster”, 7/10/24) que aconsejo leer por entero con o sin traductor y aquí resumo en los párrafos más chocantes. Comienza describiendo el caso de la legisladora demócrata californiana Katie Porter, quien en marzo de 2024 se encontró con que un PAC (Political Action Committee, organizaciones exentas de impuestos que recaudan fondos para campañas políticas) llamado Fairshake, en el último tramo de la campaña destinó diez millones de dólares para oponerse a su candidatura, cuando ella para toda su campaña y a lo largo de años había recaudado treinta millones. Los ataques eran anuncios televisados que acusaban a Porter de ser una “matona” y “mentirosa”, de haber recibido contribuciones de grandes compañías farmacéuticas y petroleras, lo que era falso. En ningún momento Fairshake reveló su vínculo con Silicon Valley ni su apoyo a las criptomonedas. Porter quedó en tercer lugar, pero el objetivo de “la campaña de ataque era aterrar a otros políticos—“avisarle a cualquiera que compitiera por un cargo que, si eres anti-cripto, la industria vendrá detrás tuyo”.”

Escribe Duhigg: “Tras la derrota de Porter, se volvió obvio que el mensaje del super PAC había sido recibido por los políticos en otras partes. Los candidatos en Nueva York, Arizona, Maryland y Michigan comenzaron a realizar declaraciones cripto-amigables y que votarían por leyes pro-criptomonedas”.

El objetivo, dice Duhigg, “es ayudar a los líderes tecnológicos a volverse tan poderosos en Washington, D.C.,y en las legislaturas estatales como ya lo son en Wall Street. Es posible que en las próximas décadas estos esfuerzos afectarán a todo desde la carrera presidencial a qué partido controla el Congreso y cómo son regulados los monopolios y la inteligencia artificial. Ahora que la industria tecnológica, muy tranquila, se volvió una de las fuerzas de lobby más poderosas en la política estadounidense, está usando ese poder como anteriormente lo hicieron especiales intereses corporativos: para matonear, mimar y rehacer a la nación como crean conveniente”.

El autor luego narra lo que ocurrió en 2015 en San Francisco, donde ganaba apoyo una llamada Propuesta F que buscaba limitar los alquileres breves, es decir Airbnb. Por su causa enteros edificios se habían vuelto hoteles sin licencia, con turistas fiesteros que nunca bajaban el volumen de la música, no limpiaban su basura ni pagaban los impuestos que habrían pagado a la ciudad hospedándose en hotel. Además, era cada vez más caro y difícil alquilar por largos períodos. La Propuesta F quería limitar los alquileres breves a unas pocas semanas anuales. Airbnb contrató al consultor Chris Lehane (que se había hecho famoso inventando una “conspiración derechista” para ayudar los Clinton) quien por un lado movilizó a través del correo electrónico a los cientos de miles de personas que habían usado Airbnb como huéspedes o anfitriones. Luego mandó a cientos de encuestadores a golpear la puerta de un tercio de la población de la ciudad para decirle a la gente que contactaran a sus representantes políticos diciéndoles que oponerse a Airbnb era atacar la innovación, la independencia económica y los ideales estadounidenses. “Un colaborador dijo “El objetivo era intimidar, dejar que todos supieran que si nos jodían lo iban a lamentar”. En total, Airbnb gastó ocho millones de dólares en la campaña, aproximadamente diez veces más que los impulsores de la Propuesta F.

Para cerrar el bucle, Lehane convenció a Airbnb que comenzara a pagar impuestos y se dejara monitorear a través de una página de internet, lo que le aseguró a la ciudad decenas de millones de dólares de impuestos anuales. La Propuesta F fracasó.

El artículo sigue con la cuestión de las criptomonedas. Durante el gobierno de Joe Biden la SEC (Securities and Exchange Commission) “había iniciado más de ochenta acciones legales argumentando que las firmas cripto o sus promotores habían violado la ley, generalmente al vender valores no registrados. Algunos de los ejecutivos acusados por la SEC habían contribuido generosamente con los demócratas”. Un colaborador de Fairshake dijo “No se trataba de explicar cómo funcionan las criptomonedas ni nada de eso. Era cuestión de golpear a los políticos donde son más sensibles…la reelección (…) ¿Están con nosotros? ¿Están contra nosotros? Haremos propaganda a favor o en contra de ustedes”.

Según la Reserva Federal, en 2023 había menos de veinte millones de estadounidenses que poseían criptomonedas y la cuestión no tenía importancia para los votantes. Cuando un miembro de una gran empresa cripto le dijo a Chris Lehane que no había un votante cripto, éste respondió “entonces haremos uno”. Comenzaron a circular encuestas que decían que 52 millones de estadounidenses poseían criptomonedas y muchos votarían para proteger sus billeteras digitales. El 60% eran eran millennials o Generación Z y 41% gente de color. Cada vez que las personas se conectan a la firma cripto Coinbase aparece la propaganda de la organización Stand with Crypto, que pretende tener más de un millón de miembros. Esta organización construyó un “dashboard” online que asigna puntajes a los senadores y diputados del Congreso al modo estadounidense, con una A para los que apoyan fuertemente a las criptomonedas y una F para los que se oponen fuertemente. Un operador lo dijo así: “Si eres incluso ligeramente crítico con nosotros, no nos limitaremos a matarte—mataremos a tu jodida familia, acabaremos con tu carrera”.

Sigue el Newyorker: “En total, Fairshake y los super PAC afiliados ya gastaron más de cien millones de dólares en campañas políticas en 2024 (…) De las cuarenta y dos primarias en las que Fairshake participó este año, su candidato favorito triunfó en ochenta y cinco por ciento de las veces (…) sus donaciones a los candidatos políticos están a la par de aquellas de la industria del gas y petróleo, la industria farmacéutica y los sindicatos”.

El artículo explica que curiosamente Trump hizo un giro de 180 grados en la materia. “Como presidente, había tuiteado que “no era un fan” de las criptomonedas, que “no son moneda” y “pueden facilitar comportamientos ilegales, incluyendo tráfico de drogas y otras actividades ilegales”. Continuó: “sólo tenemos una real divisa en los Estados Unidos. ¡Se llama dólar estadounidense!” Luego, dijo que Bitcoin “parece una estafa”. Pero tras dejar la magistratura, Trump comenzó a buscar otras fuentes de ingreso, como vender tokens no fungibles (…) esto le permitió recaudar 7,2 millones de dólares en 2023. Trump se convenció. Su actual campaña presidencial fue de las primeras en aceptar donaciones en criptomonedas”.

Así, en una conferencia cripto, Trump prometió que si es electo ordenaría al gobierno federal poseer miles de millones de dólares de reservas en criptomonedas. Y proclamó que los Estados Unidos se volverían “la cripto capital del planeta y la superpotencia Bitcoin del mundo”.

The Newyorker concluye coincidiendo con Albert Einstein en que “la gobernancia y la legislación estadounidense se ha vuelto tan pervertida por el dinero que es prácticamente imposible para la gente, a menos que no sean billonarios, impulsar sus agendas”.

Y cierra con lo más preocupante: las nacientes y sucias disputas políticas sobre la inteligencia artificial, donde hay muchos intereses en competencia. Algunos pretenden que no debe haber ninguna regulación de la IA.

Para mí, es tan claro como E=mc2 que sólo el socialismo democrático puede salvar a la humanidad de estas graves amenazas. Pero la humanidad parece feliz con sus Xi Jinping, sus Putin, sus Modi, sus Netanyahu, sus Orban, sus Milei, sus Maduro y Ortega, sus ayatollahs y, quién sabe, sus Trump.

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