El Anacoluto
En una columna en el diario El Mundo, el periodista catalán Arcadi Espada empleó el hermoso y poco usado vocablo grecolatino que titula estas líneas y significa “inconsecuencia en la construcción del discurso” y también “anacronismo”. Refiriéndose al discurso de Javier Milei del pasado domingo 19 de mayo, escribió “en un momento de su balbuceante, mal pensado, mal escrito y mal leído discurso en el mitín de Vox, el presidente argentino se apartó un momento de los folios que a duras penas, pero con obligatoria unción, iba siguiendo con el dedo y luego de uno de sus chafarrinones sobre las élites, improvisó un penoso anacoluto”. Anacoluto que puede verse en Youtube: “No saben qué tipo de sociedad y país puede producir el socialismo y qué calaña de gente atornillada en el poder y qué niveles de abuso puede llegar a generar. Aún cuando tenga la mujer corrupta, digamos ensucia, y se tome cinco días para pensarlo”. Ese mismo día España retiró a su embajadora en Buenos Aires.
A Javier Milei suelo llamarlo “energúmeno” porque es un sustantivo que le calza a la perfección (“persona que habitualmente se comporta de manera airada o violenta”) pero me parece que “anacoluto” también es otro motejo que le cabe soberbiamente. El anacoluto, en su discurso ante un estadio lleno de ultraderechistas, volvió a repetir su mentira habitual de que la Argentina fue una “potencia mundial” y le agregó otra: “fuimos la primera nación de la historia humana en erradicar el analfabetismo”. En la Argentina de 1914, el 37,9% de los habitantes mayores de 15 años eran analfabetas. Gracias a lo que el anacoluto llama “socialismo”, en 1947 era el 13,6% y en 2010 se redujo a 1,9%. El anacoluto oculta que el único país de América sin analfabetismo es Cuba. Según él, “éramos La Meca de Occidente” sin aclarar qué lugar le correspondería entonces a Estados Unidos.
El anacoluto falsifica la historia cuando declama “el socialismo conduce a la pobreza y a la muerte” y le endilga 150 millones de muertes, es lo mismo Josef Stalin y Olof Palme. Porque el anacoluto ¿ignora? ¿o miente? que el socialismo que no adhirió a la Tercera Internacional fue la fuerza política que creó las sociedades más justas del mundo, en Escandinavia y varios otros países europeos. Del mismo modo que el laborismo en Australia y Nueva Zelanda. Y José Batlle y Ordóñez, quien con mucho socialismo democrático hizo del Uruguay el país socialmente más justo y avanzado de América.
El anacoluto le dijo al periodista Antonio Laje en LN+ (21/5/24), SIC: “ellos no están acostumbrado a que ver una persona que es uno de los cinco líderes más importantes del mundo digamos porque eso digamos eso lo ha hecho la encuesta de Time le sale en todas las encuestas mundiales soy el segundo líder mundial es decir con lo cual además está claro cada vez que voy yo a un lugar digamos es una fiesta”. El anacoluto, tras apenas seis meses en la presidencia, entró en una espiral maniacal de delirio de grandeza y anacolutismo que, como es inevitable, no puede acabar bien.
El anacoluto se cree que “donde voy genero un terremoto” cuando en Davos cosechó apenas perplejos aplausitos con su pedante barrabasada y en Italia toda la prensa ignoró su visita, salvo un diario católico romano que lo bautizó “El Alienígena”.
Y sin embargo el anacoluto llena (abriendo las puertas para que entren todos) el Luna Park de Buenos Aires para cantar (es un decir) y presentar su libro recolección de discursos y sus habituales plagios con un largo, pedante e incomprensible discurso de anacoluto (“para conseguir la propiedad de la optimalidad necesito la maximizacion” (…) “ustedes podrían tener una función creciente y cuando saturan en el límite, tienen el máximo”).
Charlando con uno de sus adláteres, el anacoluto dijo que si se aplicaran su Decreto de Necesidad y Urgencia y la Ley Bases, eso le permitiría a la Argentina “parecernos a países como Alemania, Italia o Francia” como si éstos no fueran fuertemente “socialistas” y altamente regulados por el Estado en economías mixtas. Como bien escribe Loris Zanatta (“Milei no está interesado..”, La Nación, 22/5/24), “Su noción de “guerra cultural” es incompatible con el consenso liberal democrático hacia el cual convergió Occidente (…) el enemigo es un enemigo interno, dentro del propio Occidente: ¡todos “zurdos”! Demócratas cristianos y socialdemócratas, liberales clásicos y reformistas pragmáticos, todos comunistas y colectivistas. ¡Qué ignorancia histórica! ¡Y qué mala fe!”
Y como bien señalan Alberto Kornblihtt y Adrián Paenza (“Las palabras vuelan”, Página 12, 23/5/24) el anacoluto representa lo peor de los argentinos: “Es un individuo arrogante, arbitrario, ególatra, mentiroso, pendenciero y soez”.
Pobre Argentina, lo que te espera.