El kitsch o cursi y cómo lograrlo
Desde mis viajes por toda la Argentina en auto en 1989 para realizar la primera Guía Pirelli, me asombró la cantidad de monumentos kitsch o cursi que veía y comencé a fotografiarlos. Con los años llegué a tener una discreta colección de estas cursilerías, tanto que en 1998 me postulé a una beca de la Fundación Antorchas para realizar un relevamiento completo. No gané la beca, pero con sorpresa en octubre de aquél año leí que su gerente cultural Américo Castilla estaba por publicar un “catálogo de adefesios o monumentos antiestéticos” de Argentina del que no supe más nada, acaso también por una carta indignada que envié a dicha fundación. Una asombrosa coincidencia.
Mi recolección de instantáneas de monumentos cursis argentinos quedó cajoneada y nunca encontró un editor, de manera que ahora me propongo publicar algunas de esas fotos para, espero, regocijo de algunos amigos lectores. Será más de un envío, agrupados temáticamente, quizá alternados con otros.
1. La clase obrera va al paraíso
En Wikipedia en inglés hay un buen artículo sobre el kitsch donde se menciona la acertada definición de Milan Kundera sobre el “kitsch totalitario” de la Unión Soviética, la Alemania nazi, la Italia fascista. A este listado le falta la marginal Argentina peronio-militar. Porque el kitsch monumental argentino es de raigambre nítidamente peronista y militarista. Escribió Kundera: “Cuando digo “totalitario” lo que quiero decir es que todo aquello que infringe al kitsch debe ser desterrado de por vida: toda muestra de individualismo (porque una desviación de lo colectivo es un escupitajo en el ojo de la sonriente hermandad); cada duda (porque cualquiera que comienza a dudar de los detalles acabará dudando de la vida misma); toda ironía (porque en el reino del kitsch todo debe tomarse muy en serio)”.
La más descomunal obra de kitsch totalitario enjundioso de lo proletario en Argentina es el Monumento al Obrero Petrolero en Caleta Olivia (Santa Cruz) más conocido como El Gorosito, un descomunal espanto de cemento de 10 metros de alto inaugurado durante la dictadura militar del general Onganía: en Wikipedia en español hay un artículo sobre El Gorosito que a su vez es un acabado ejemplo de kitsch escrito, ratificación de lo expresado por Kundera: el kitsch carece de sentido del humor, hay que tomarlo al pie de la letra. O sea que lo cursi no existe más que elevado al cuadrado.
Otra obra cumbre de totalitarismo cursi en clave proletaria es el llamado Monumento al Pescador a la entrada del puerto de Mar del Plata: no sólo su lenguaje formal (al menos éste en mármol, no en cemento) es cursi, sino además su historia: originalmente se llamaba Monumento a la Independencia Económica y fue una de las seis esculturas que el italiano Leone Tommassi llegó a terminar para su descomunal sepulcro de Eva Perón junto a la Facultad de Derecho en Buenos Aires, que de haber sido completado habría sido la cursilería más grande del mundo, con 10 mil metros cuadrados de superficie y 147 metros de altura. Tras permanecer años abandonado en un depósito, fue instalado allí en la segunda mitad de los ‘80.
Burda cursilería proletarizante es este monumento no mejor identificado que se encuentra a la salida norte de San Pedro, en Jujuy.
No se comprende qué quiso expresar aquí el anónimo artista con su desnudo proletario de cemento color terracota, ni con el contraste entre el basamento de piedra bola en cemento y la estructura de hormigón y metal ubicada detrás.
Las palmeras blanqueadas a la cal hasta 1,5 m del suelo contribuyen a la cursilería.
En la misma ciudad, presumiblemente obra del mismo artista (ver el basamento y la tintura de la figura) hay un “monumento al trabajador de la zafra” (de caña de azúcar) que no desfiguraría en Cuba.
Culminación del género fabril-industrializante es este “Monumento a la Argentina Industrial” sito (si no fue demolido) en el barrio Don Bosco de Comodoro Rivadavia, en Chubut.
En esta obra se unen el talento cursi del anónimo artista plástico y la acción de los no menos anónimos vándalos que mutilaron a esta Venus de Milo de la antiestética, completándola involuntariamente.
Lo risueño de la cursilería es que, como la ignorancia, carece de límites. En el boulevard de Colonia Sarmiento, provincia de Chubut, en el corazón de la Patagonia petrolífera, a alguien se le ocurrió dejar o plantar allí a una “cigüeña” o bomba de petróleo en medio de la ciudad.
Es lo mismo que, en la mejor región ganadera de la Pampa, colocar un monumento a la vaca, con un ejemplar en cemento a tamaño natural. Pintada de negro no por los Aberdeen-Angus, sino para recordar que 4/5 del multimillonario negocio ganadero-carnicero en Argentina es en negro, tax free.
Seguirá, con el kitsch militar argentino.