EL TESTIGO, increíble sátira del comunismo hecha por el propio comunismo
La película húngara “A Tanú” que vimos en Cine Raro la semana pasada y comentamos el pasado domingo entre cuatro de siete miembros del grupo es única en su género. Que más que una simple sátira, es lo que desde la Antigua Grecia se llama sátira menipea: no la ironía y crítica mordaz de una persona sino de una entera sociedad y forma de pensar.



Su director fue Péter Bacsó (pr. Bacho) (1928-2009), nacido en Eslovaquia pero vivió toda su vida en Hungría. Fue guionista de Zoltán Fábri, considerado el mejor director húngaro, quien actúa en “El Testigo”.
Lo absolutamente increíble de esta película es que fue filmada en 1969, es decir en el justo medio de los 40 años de comunismo impuestos a Hungría por la Unión Soviética. Por entonces, como en todos los países comunistas, los directores de cine, guionistas, escenógrafos, fotógrafos, iluminadores, sonidistas, maquilladores, vestuaristas, decoradores, asistentes y productores además de los actores eran todos empleados públicos del Estado que cobraban cada mes su sueldo y nada más, salvo quizá algún premio al buen trabajador comunista. Todos los estudios y equipos y hasta el celuloide eran estatales.
Obviamente, nada se filmaba sin que antes el guion fuera aprobado por la autoridad pertinente. Y acá comienza la intrigante historia de “El Testigo”, ya que el guion escrito por Péter Bacsó y János Ujhelyi según nos explicó nuestra amiga de Cine Raro la profesora Piroska Csúri (en rigor al revés, Csúri Piroska) (quien nos tradujo párrafos de un libro húngaro sobre esta película) fue leído por un culto e inteligente intelectual que trabajó en dicho rol con todos los gobiernos y le dijo a los autores que le había gustado mucho, “pero es imposible hacerlo”. Aparentemente Bacsó y Ujhelyi no se dieron por vencidos y el guion de “A Tanú” llegó a las manos del entonces ministro de cultura húngaro, otro hombre muy culto a quien le interesaba mucho el cine al punto que a veces en los guiones que le llegaban agregaba de su puño escenas aparentemente muy adecuadas. Al ministro el guion le gustó tanto que permitió que se filmara.
Piroska, estudiosa de estos temas, nos explicó que lo inexplicable fue posible por varias razones. Para comenzar, porque el sistema comunista no era (como paparruchean energúmenos ignorantes como Trump o Milei) un bloque monolítico y tenía fisuras, tanto más en los países donde había sido impuesto a la fuerza por los soviéticos. Además, “el cine era un producto de vidriera para Hungría” dice Piro. No sólo para Hungría: en Cine Raro vimos otra película satírica del comunismo, “¡Al fuego, bomberos!” de Milos Forman (1967) que al año siguiente fue prohibida en Checoeslovaquia “para siempre”. Es muy graciosa, pero “El Testigo” va mucho más allá.
Según nos enseñó Piro, en el cine húngaro había tres categorías: 1) promovido, 2) prohibido y 3) tolerado. Ésta última categoría era “una válvula de seguridad, que permitía las críticas desde adentro”. En esta última categoría cayó “El Testigo” y así, pese a que al régimen le habría gustado cajonearla, por las protestas de su director finalmente fue estrenada en un pequeñísimo cine de Budapest donde la proyectaban una vez por semana: el hermano de Piro recuerda haberla visto allí.
La película, ambientada entre 1949 y principios de los ‘50 tras la muerte de Stalin (lo que aflojó un poco la mordaza en el bloque comunista) es la historia de un hombre de mediana edad, un tal Pelikan (que Bacsó decía ser él mismo) que había luchado contra los nazis y era un buen comunista si bien carente de ambiciones, que vivía (abandonado por su esposa, que se marchó con un camionero) junto a una cantidad de hijos en una solitaria casa contigua a un dique junto al Danubio del que era custodio. Algunos de sus viejos camaradas habían llegado a altos cargos en el gobierno. A causa de que mata un chancho para alimentar a sus hijos, Pelikan es encarcelado y al poco tiempo liberado por uno de sus encumbrados camaradas. Que a cambio le requiere que haga una tarea. Y allí comienza una saga de aventuras que son una burla inverosímil del comunismo. En mí es raro que el cine me haga reír a carcajadas pero así fue con el episodio de la pileta municipal, con el de las “naranjas húngaras” y con la culminación surrealista de la obra, “el tren fantasma del socialismo”.
No sólo el guion es formidable, pero además está muy bien actuada, filmada y editada. Según cuenta Piroska, a los funcionarios la película les encantó y verla se volvió un privilegio. La mostraban a miembros del Partido Comunista para ver sus reacciones y así también a sindicatos obreros para discutirla. Dice Piro que la actitud era “hagamos de cuenta que es experimental”.
De todos modos en Hungría recién se la mostró en 1979 y llegó al Festival de Cannes en 1981. Hoy es una película de culto para los húngaros, que adoptaron varias frases de ella como parte del lenguaje cotidiano mientras que “Naranja Húngara” fue la primera revista satírica al agonizar el comunismo.
Puede vérsela, subtitulada en castellano, en ok.ru La recomiendo de corazón.

