Entre Schadenfreude, Zugzwang y ekelhaft

 In Blog, Milei

Desde que hace unos pocos años apareció en escena este sujeto estrafalario llamado Milei, me produjo hilaridad y desinterés. Un bufón al que, como no tengo televisión, sólo seguía ocasionalmente a través de notas en la prensa escrita. Pero después de la Payasada Argentina Sinestorista Oprobiosa (PASO), a pesar de mis ideas demárquicas, comencé a interesarme un poco por este desenfrenado que disputó la interna con sí mismo, en su micropartidito unipersonal. Fui a Youtube a verlo gesticular y vociferar, lo cual me confirmó la presunción de que se trata de un trastornado, tal como suelen serlo una gruesa de los políticos y en particular los (¡y las!) demagogos populistas, pero con rasgos peculiares que me mueven a risa. Verlo también me confirmó aquello de que los histriones narcisistas, desde Mussolini y Hitler en adelante (por no hablar de la antigüedad), irradian un magnetismo que atrapa a ignorantes, incultos, incautos, ingenuos o simples imbéciles. Que en las primarias este energúmeno (que más que un rugiente león, me parece un gato rabioso) haya resultado el candidato más votado en la mayoría de las provincias del interior y en particular por los jóvenes y pobres me dejó de causar gracia y comenzó a motivarme.

Por un lado me produjo Schadenfreude, como se llama en alemán a esa poco bondadosa sensación de alegría por la desgracia ajena, en este caso de los kirchneristas. ¿Será que CFK achacará también a la “prensa hegemónica” (como alguno de los que opinan en Página 12) el triunfo del chiflado libertario en las villas miseria, en el cordón más pobre del país (Resistencia) y en casi todas las provincias peronistas, incluyendo Santa Cruz? Entonces que La Loca nos explique porqué El Loco no ganó en los distritos más acomodados de Buenos Aires.

Pero también me produjo la angustia del Zugzwang, como se llama en alemán a esa situación del ajedrez (u otros juegos donde no hay posibilidad de “pasar”) cuando toca elegir entre dos opciones malas. Que en el tablero argentino serían tres, cuatro o incluso cinco. Entiéndase bien: no entre una opción regular y otra mala (eso no es Zugzwang), sino entre dos igualmente pésimas.

Al parecer no sólo mío, Javier Milei padece desequilibrios psíquicos. Dejando de lado su sexualidad (tema suyo privado), me resulta inopinable que un cincuentón que habla con su perro muerto a través de una medium (que pretende comunicarse con mosquitos y con el virus del Covid), que dice haber visto tres veces la resurrección de Jesús, que cree que su hermana (tarotista) es Moisés y que Dios le encargó la misión de acabar con el Maligno y para ello tiene como consejeros en distintos temas a sus perros bautizados con nombres de economistas de todo a estribor (los cuatro, leo sin poder creerlo, clones de su perro muerto) no está para ser elegido presidente siquiera de una Asociación de Enfermos Mentales. Quienes voten otra vez más, tras la payasada primaria, a un individuo de estas características para presidente de la República no saben lo que hacen, o son idiotas irresponsables, o ciegos de rabia. La grafología no será una ciencia, pero vean en Wikipedia su atijeretada firma de pico enorme lanzado hacia arriba y pesada triple cola de volutas: bonita, no es. Se dibuja a sí mismo apuntando alto pero muy lastrado por atrás y por abajo. Sería patriótico que el candidato se hiciera una resonancia magnética del lóbulo frontal de su cerebro para ver cómo andan las cosas por ahí, ya que no parece controlar bien sus impulsos.

El sujeto se proclama libertario si bien su gestualidad desenfrenada y su oralidad boca sucia con un don para el insulto y el agravio trasudan más bien autoritarismo. Veo a un grosero sobreexcitado, que cuando se calma un poco y logra articular una frase revela un espesor humano y cultural más bien reducido, tal como debe ser para un político argentino más de “la casta”. Da la impresión de repetir textos y frases, no de razonar. Y miente con aplomo, proclamándose antikirchnerista temprano cuando en 2015 fue asesor de Daniel Scioli y defensor del entonces ministro de economía Axel Kicillof. Dice que va a dolarizar y hay un video donde él mismo dice que sería erróneo dolarizar. Le gusta achacar burradas a otros pero él repite todo el tiempo la burrada de que la Argentina “era la primera potencia del mundo” y “el país más rico del mundo” que nunca fue y peor aun, promete volver a serlo, una pavada tomada de los delirios de Perón, “la Argentina potencia”.

Sus exabruptos, en particular con periodistas, muestran la esencia autoritaria que oculta tras la máscara libertaria. Alguien que fue asesor y consultor del ex general asesino Bussi, que lleva como candidata a la vicepresidencia a una reivindicadora de reos de la dictadura militar, que se opone al aborto y la educación sexual escolar, que farfulla de venta de órganos humanos y de hijos, que parlotea de libre portación de armas de fuego como si estuviéramos en Texas, que pretende privatizar la educación y la salud públicas además del CONICET, que gustaría construir cárceles privadas, abolir el derecho de huelga y el artículo 14 bis de la Constitución (que no parece haber leído), que esputa el mote “zurdo” o “socialista” sin limpiarse la boca a lo que sea (incluyendo el calentamiento atmosférico), que alaba al empresario privado Al Capone y denosta al funcionario estatal Elliot Ness y que cree en una conspiración global del “marxismo cultural” en el planeta de los simios es, qué duda me cabe, un retrógrado recalcitrante conservador cuyas ideas sólo podrían implementarse con demagogia populista y violencia, es decir, con autoritarismo.

Es además un autoritario ramplón, que admira a ex presidentes-delincuentes como Trump, Bolsonaro y Menem y se masturba con gratuitas y peligrosas ideas delirantes, tal como mover la embajada argentina en Israel de Tel Aviv a Jerusalén o romper relaciones con Brasil y China por “comunistas”. Lo de Israel, país que dice será el primero en visitar si fuera presidente, revela de qué estofa está hecho: es ahora el país de Netanyahu y un gobierno de ultraderecha que está llevando a Israel a un conflicto interno sin precedentes, además de los ataques a los palestinos y hasta a palestinos israelíes. Milei dice querer ser judío y tiene un rabino con el que estudia el Torá, texto que cita con asiduidad. Lo que no dice es que adhiere al judaísmo más ortodoxo, capaz de lecturas estrambóticas de los textos sacros, en las antípodas del humanismo y racionalismo hebreo y laico de Einstein, Freud, Marx, etc. Que de libertario no tiene un pelo, lo demuestra que tras la payasada de las “primarias” recibió congratulaciones del líder de Vox (la ultraderecha española), del pinochetista chileno José Antonio Kast y del funesto militar y ex presidente-delincuente homofóbico y ecocida Jair Bolsonaro. También lo felicitó un jugador de bridge que de demócrata tenía apenas un bigote que ya no gasta, tal Macri, quien además lo ayuda a financiarse. No lo saludaron, al menos públicamente, los intendentes y gobernadores peronistas que hicieron fiscalizar a su favor y cortar boleta para joder a la otra oposición. Ahora dicen que se les fue la mano. Que es un vomitivo demagogo populista de ultraderecha queda demostrado por el hecho de que el no menos repugnante Tucker Carlson, lamebotas de Trump, entrevistador de Bukeles y Orbans, vino al país a entrevistarlo. A The Economist declaró que sus aliados en el mundo son quienes deseen “derrotar al socialismo”, que es “el principal enemigo”. Nunca se vio chiflar tanto un moño.

Este inexperto desequilibrado en la Casa Rosada provocaría tal desmadre que la nefasta vicepresidencia Fernández-presidencia Fernández, en comparación, podría resultar un regular gobierno. El sedicente libertario no debería ser presidente porque, como él mismo ya lo anticipó, habrá que sacarlo muerto de la Casa Rosada, o más probablemente con juicio político. No tendrá legisladores ni para oponerse a ello ni para aprobar ninguna de las leyes que pretende. Bien lo escribió Loris Zanatta en La Nación (“El espejo invertido del consenso panperonista, surgido de sus ruinas”, 18/8/23): “El lenguaje violento, el narcisismo caudillista, el extremismo mesiánico no son para mí. Tal vez el raro sea yo: desconfío de santos y héroes, mucho más de Mussolinis o Evitas, Kirchners o Berlusconis, Mileis o Bolsonaros”.

Pero además, escuchando o viendo o leyendo lo que dicen, hacen, hicieron o proponen los otros dos candidatos más votados después del energúmeno, siento ekelhaft. Que es el vocablo alemán más ajustado para describir asco y repugnancia. Tiene razón Milei cuando dice que la política argentina es asquerosa: el punto es que él no se incluye en dicha asquerosidad. Y para muchos está bien así. Si tuvieran neuronas, o tiempo y ganas de razonar, verían que entre Milei, Bullrich o Massa puede haber diferencias de bla bla blá, pero en lo sustancial los tres son lo mismo: saltimbanquis, charlatanes de feria, engaña pichangas. Ninguno tiene idea de cómo resolver la profunda crisis socioeconómica del país, coyuntural y estructural. Milei y Bullrich parecen pilotos de un avión en emergencia a quienes se les volaron la mitad o más de las páginas del manual de operación del aparato. A Massa se le voló todo. Declaman, gritan o callan y mienten, mientras que un país de este tamaño, población e historia merecería un concierto menos grotesco. Esputándose más que disputándose, producen ekelhaft. Personalmente, si tengo que explicarme cómo es que la Argentina cayó tan bajo como para vernos forzados a elegir a uno de semejante trío, vuelvo a Zanatta: el ejército, la iglesia y el peronismo putrefaccionaron los cimientos de esta sociedad, desde hace ya demasiadas décadas. Todo está tan podrido que hasta lo nuevo es pútrido, no menos que lo viejo.

Hoy me preocupa más mi Argentina que mi Italia de la Mussolina Meloni, que hasta ahora mostró tener los pies en la tierra. “La situazione è grave, ma non è seria” –escribió el sagaz Ennio Flaiano hace más de medio siglo refiriéndose a la península, en tiempos allá bastante menos complicados que los nuestros hoy. Una tragedia interpretada por payasos. Un payaso desquiciado y desbocado, otro payaso mentiroso y corrupto y una payasa Madame Jekyll y Miss Hyde. Damas y caballeros con derecho a voto: hagan su juego. Pero con atención, porque esta argentinísima ruleta puede acabar resultando rusa para más de uno.

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