Hace 50 años, Monte Chingolo y Roberto Quieto

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Los diarios porteños al día siguiente del ataque

Por esas rarezas incomprensibles que tienen los calendarios, este año 2025 coincide día por día con 1975: se puede usar un almanaque de aquél año. Al atardecer del martes 23 de diciembre hará medio siglo que un camión seguido por 9 autos chocó y derribó al portón del Batallón Depósito de Arsenales 601 «Domingo Viejobueno» en Monte Chingolo, localidad de los suburbios al sur de Buenos Aires. Fue la mayor (y última) acción del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) que movilizó casi 80 guerrilleros (55 por el frente, 17 por el lado opuesto del vasto cuartel) en el ataque y tal vez unos 200 en otras acciones complementarias, tales como intentar bloquear rutas de acceso y todos los puentes sobre el Riachuelo de la Provincia a la ciudad de Buenos Aires. El objetivo era capturar 20 toneladas de armas y municiones y retardar el golpe militar: fracaso completo. A medianoche el combate había terminado con una derrota aplastante del ERP, aunque los disparos siguieron toda la noche en las villas miseria adyacentes donde el Ejército fue a la caza de guerrilleros. Demostrando su “espíritu sanmartiniano”, las fuerzas represivas (que tuvieron 7 muertos) no capturaron ni un prisionero ni un herido: los “subversivos” fueron todos muertos, algunos acabados a la bayoneta, otros desaparecidos. Todavía hoy se discute si el Ejército sabía del ataque y si la conducción del ERP sabía que sabían: todo parece indicar que así fue. Cuando eso ocurrió, el suscripto ya llevaba un año viviendo en Pisa y recibía todas las semanas una edición aérea internacional de La Nación a través de la cual me informaba, aunque con frecuencia decía más el Corriere della Sera. Años después supe que en dicho ataque murió a los 20 un compañero de colegio, Claudio Tisminetsky. Al parecer en las semanas siguientes su líder Mario Roberto Santucho cayó en una profunda depresión, lo cual no le impidió proclamar el delirio absurdo que había sido “una derrota militar, una victoria política”. Le quedaban siente meses de vida.

Trato de imaginar el efecto que dicho desastre debió producir en Roberto Quieto, quien esos días era todavía miembro de la conducción nacional de Montoneros aunque había sido desplazado de número 2 a número 3 por haber pedido la baja de la conducción, con la que estaba en desacuerdo en todo lo más importante: en “La Orga” eso era tabú y Quieto, que había sido un sólido jefe militar y carismático líder político estaba quebrado anímica e ideológicamente, convencido de los iban a matar a todos. El domingo 28 de diciembre, también al final del día, tras pasar toda la tarde con su mujer, sus dos hijos, su madre, hermanos y sobrinos en el recreo de la playa La Grande en Martínez, calle Pacheco al Río, un grupo operativo al parecer de la Policía Federal lo apresó en traje de baño y desarmado: él mismo había dado la orden de que ningún militante debía juntarse con su familia para las fiestas. Durante unos días, Montoneros instó a figurones europeos a pedir al gobierno de Isabel Perón por la libertad de Quieto, también con pintadas en los muros porteños y bonaerenses que, a los pocos días, fueron sustituidas por otras que decían “Quieto traidor”. Los jefes montoneros que se mueren de viejos (Firmenich, Vaca Narvaja, Perdía…) lo condenaron a muerte por traición y delación, sin pruebas concretas. Roberto Quieto (que era mejor soldado, líder y persona que ellos) desapareció para siempre, aunque parece que los mierda lo tuvieron vivo largo tiempo en El Campito de Campo de Mayo.

Me causa estupefacción escuchar decir que hace cincuenta años estábamos mejor. La Argentina de aquellos años era de terror, un viva la muerte generalizado.

Mario Roberto Santucho

Roberto Quieto

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