Israel ya no me gusta, quiero a Palestina

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Como nunca pisé Israel, este itinerario que describo es del todo interior y personal. Soy un judío irreligioso porque mi familia materna es judía (Smolensky) pero creo que ni mi bisabuelo, seguramente no mi abuelo masón y jamás mi madre agnóstica respetaron ninguna fiesta religiosa, ni el shabath o el kosher. Disimulado bajo un apellido italiano no hebreo, incircunciso y del todo ignorante de la cultura judía, siempre fui un judío unipersonal, al que ninguno de mis amigos o novias judías consideraron nunca como tal.

La comida judía ashkenazi no me gusta, pero sí la comida judía sefardí, que es lo mismo que decir árabe o armenia.

Descubrí mi simpatía por Israel a los once años, durante la guerra de los seis días en 1967. Ver a esa pequeña nación atacada por todos los flancos por los árabes me conmovió al punto que lo somaticé: pasé esa semana en la cama con gripe mirando noticieros en tv y leyendo La Nación. Moshe Dayan se convirtió en mi héroe.

A lo largo de los años comencé a leer sobre la segunda guerra mundial, el nazismo y el Holocausto: buena parte de mi biblioteca está ocupada por libros sobre dichos temas.

Cuando tenía veinte y pocos años tuve una erupción de israelismo y soñé con emigrar a Israel, pero no llegué a hacerlo. Cuando comencé a navegar en marina mercante colgué de mi cuello una estrella de David que dejaba expuesta en Egipto, Marruecos o Yemen sin tener jamás ningún problema, si bien en Arabia Saudita me advirtieron que era impropio.
Durante la guerra del Yom Kippur también simpaticé con Israel, pero ya en la segunda mitad de los años ‘70 comenzaron a surgir mis primeras dudas cuando fueron llegando al poder personajes nefastos como Menachem Begin (quien ya en 1948 había sido públicamente denunciado por eminentes judíos como Albert Einstein y Hannah Arendt como próximo al nazifascismo) y Ariel Sharon, el “carnicero de Beirut” responsable de las masacres de palestinos en Sabra y Shatila. El progresivo desplazamiento de la sociedad israelí hacia la derecha y la paulatina extinción del socialismo-laborismo y sus grandes líderes fueron erosionando mi proisraelismo. Ayudó a ello, hace ya años, la visita de una joven prima lejana israelí con su novio, cuyas afirmaciones militaristas y antipalestinas me resultaron intragables.

Con Benjamin Netanyahu en el poder comencé a sentir un asco similar al que me producían, en otros países a mí cercanos, personajes nefastos como Silvio Berlusconi o Néstor y Cristina Kirchner ayer y hoy Javier Milei, tan amigo del “crime minister” israelí.
Pero como todos los judíos del mundo, el pasado 7 de octubre quedé espantado aunque con la suficiente lucidez como para expresar en las redes sociales “Con Israel sí, con Netanyahu no” porque su gobierno de autosalvación delincuencial en alianza con los nazifascistas* Ben Gvir y Smotrich me produce repugnancia. Y porque como ya está demostrado, el principal aliado y promotor de Hamas en Gaza fue y es Netanyahu.

Lo que fue sucediendo en Gaza y en Cisjordania desde entonces (en Cisjordania, desde antes) siguieron erosionando mis ya muy disminuidas simpatías proisraelíes.

Lo que los más de 700 mil colonos israelíes establecidos en Cisjodania están haciendo si no es nazifascismo es “supremacismo judío” y hago votos para que algún día sean expulsados. Justicia y un sueño imposible sería que todos esos poblados ilegales pasaran intactos a manos palestinas. Antes, lo dinamitarían todo.

Y qué decir de los pilotos de la Fuerza Aérea Israelí que lanzaron docenas o cientos de bombas estadounidenses de 1 tonelada sobre las zonas más pobladas de Gaza.

O de los tripulantes de los tanques israelíes que pasaron por encima de una docena de cementerios musulmanes en Gaza. Bombardearon mezquitas, escuelas, universidades y hospitales porque allí se escondía Hamas. ¿También se escondían en los cementerios, los invernaderos y las tierras agrícolas devastadas?

Y qué decir o pensar de los cientos de colonos judíos de Cisjordania que hace pocos días destrozaron y quemaron camiones cargados de alimentos para los gazatíes.

La pesadilla que se vive hoy en Israel incluye la prohibición de la tv qatarí Al Jazeera (también prohibida en varios países árabes) y el estado de engaño mediático en el que viven los israelíes, a quienes ninguna tv del país muestra los crímenes de guerra y lesa humanidad que están cometiendo en Gaza. Y por los cuales es posible que varios israelíes en el futuro no puedan salir de Israel, porque Interpol los estará esperando.

A este deplorable estado de cosas adhiere con fervor el energúmeno Javier Milei, simpatizante de una secta ortodoxa judía mesiánica y teocrática contraria a la existencia de un Estado Palestino, quien está comprando en cuotas un tremendo atentado terrorista antisemita en Argentina con su delirante viaje ¡con llanto incluido! al Muro de los Lamentos, su grotesca idea de mover la embajada argentina de Tel Aviv a Jerusalén y su voto en la última Asamblea General de la ONU junto a los Estados Unidos, Hungría, República Checa y unas islitas insignificantes del Pacífico en contra de la admisión de Palestina como miembro, Estado al que Argentina reconoció en 2010.

No tengo esperanza de que la derechista y militarista sociedad israelí, incluso si lograra deshacerse del nefario Bibi y meterlo preso por sus crímenes, reconozca que su única posibilidad de existir en paz es con un Estado Palestino al lado y retirándose de todos los asentamientos ilegales de Cisjordania y de Jerusalén Este. Quizá el resto del mundo, por las buenas o las malas, puedan convencerlos o forzarlos. Como los alemanes de fines de los años ‘30, es poco lo que se puede hacer cuando una sociedad elije el camino de su autodestrucción y obliga al resto del mundo a secundarla en tan espantosa tarea.

Mientras tanto el antisemitismo arrecia en el mundo, gracias a los antisemitas judíos Netanyahu, Ben Gvir y Smotrich.

Añoro otro Israel, otros israelíes. Éste y éstos, ya no me gustan nada. Como en la Putia de Rusin, sólo respeto o admiro a quienes son opositores, los Yuval Harari como los Alexei Navalny. Todos los demás me provocan profundo rechazo.

* Aplico el término “nazifascista” a estos dos fanáticos violentos en el mismo sentido en que se lo aplicaron Einstein, Harendt y otros destacados judíos a Begin en 1948: la carta abierta en inglés que publicaron entonces puede verse en Wikisource.

Comments
  • Diego Bigongiari
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    Otra vergüenza israelí: en la reunión de fascistas y ultraderechistas organizada por Vox en España (de la que participa el energúmeno) también está el ministro de Asuntos de la Diáspora de Israel y combate contra el Antisemitismo, que de este modo propicia el antisemitismo y deja bien claro qué clase de gobierno tiene hoy Israel.

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