La calidez de la pantalla y la vida social virtual: el grupo Cine Raro

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Cine Raro nació durante el confinamiento por la pandemia del coronavirus, cuando estábamos todos encerrados. Fue una idea de Encarnación Ezcurra, ex periodista de La Nación entre varias otras cosas y amiga desde que me entrevistó para la primera Guía Pirelli, a fines de 1989. Además de quien suscribe, Enca también invitó a otros dos ex La Nación: Hugo Caligaris y Félix Sammartino, también productor agropecuario. Y además a la profesora universitaria húngara Piroska Csúri, al ingeniero Eduardo López Rivarola y al periodista (entre otras cosas) Daniel Helft. Llegamos a ser ocho, pero al cabo de un par de años hubo una deserción.

Lo raro, más allá del nombre del grupo, es que la pandemia y el confinamiento acabaron y nuestra costumbre de elegir una película que alguien propone, verla cada uno por su cuenta durante la semana y reunirnos cada domingo a la tardecita en meet para comentarla (Eduardo y yo con una infaltable cerveza, Daniel con su gato, Hugo ya no más con su pipa) y discutirla perduró: hace más de cinco años que lo hacemos, ya que comenzamos el domingo 1° de mayo de 2020 con “Confianza” de István Szabó y el pasado domingo 10 de agosto de 2025 comentamos nuestra película n.º 268, “Aballay” de Fernando Spiner.

Lo primero que debo decir es que Cine Raro o es la excepción que confirma la regla o desmiente aquél lugar común de lo malo que es la vida social virtual a través de las pantallas. Nuestras reuniones vespertinas dominicales se convirtieron en un rito de lo más placentero, a través de las pantallas nos fuimos conociendo y volviendo amigos quienes no lo éramos ya de antes y se creó esa dinámica que vuelve tan estimulantes a los grupos humanos que funcionan. A mí, a través de la pantalla, nunca me había ocurrido. Tengo amigos y amigas que viven a miles de kilómetros con quienes hablo regularmente por whasapp, pero casi nunca en videollamada. Veo mucho más seguido a mis seis amigas y amigos de Cine Raro que a otros amigos “de carne y hueso” que no viven lejos pero con quienes podemos pasar meses sin vernos.

Para mí, Cine Raro no sólo fue muy importante durante el confinamiento pandémico sino también a lo largo del segundo año de mi exitoso tratamiento con inmunoterapia contra un cáncer de pulmón avanzado, que hace ya cuatro años me debería tener mirando el pasto del lado de las raíces. La calidez y la compañía ayudaron a curarme.

Nos hemos vuelto tan amigos que a veces salimos del mundo virtual y nos reunimos en la realidad con alguna excusa, sea un cumpleaños o ver una película juntos o comer una paella o un asado. Porque salvo Enca que vive la mayor parte del tiempo en Azul, todos vivimos en o cerca de Buenos Aires. Es un grupo tan consolidado que, cuando alguno está de viaje y por razones técnicas o de husos horarios no puede conectarse, o se ausenta por otros motivos, se siente la falta, se lo extraña.

Es que cada uno aporta lo suyo: Hugo es el de mayor cultura cinematográfica, Piro tiene una particular sensibilidad para la imagen y sabe mucho de todo lo que viene del Este europeo y del Holocausto, Eduardo también es un agudo cinéfilo además de un melómano y un profundo conocedor de temas bíblicos, Félix tiene un gran sentido del humor, una debilidad por las actrices bonitas y es el único que una vez intentó hacer cine, Enca ama con fruición el buen cine aunque no las de guerra y de tiros, Daniel aporta lo mucho que vivió viendo cine entre Estados Unidos y Francia. Y el suscripto es probablemente el maniático del grupo, ya que detesto a los directores que se nanimoretizan o gudialenizan, no soporto ni a Almodóvar ni a Kusturica ni a los que filman sin tener nada para decir o creyendo tener mucho que decir, ni aguanto las películas de dos o más horas. A veces me sorprende que docenas o cientos de personas hayan trabajado por cifras millonarias para hacer un gran punto interrogativo,  incluso con dinero de los contribuyentes. Carezco de cultura cinematográfica y creía que este grupo sería una forma de llenar mis lagunas pero además, carezco de memoria cinematográfica: es raro que recuerde algo de una película a la semana de haberla visto. Ello no obsta para que suela expresar, a veces con excesivo énfasis, la impresión que me causó la que vimos. “Hacer de Diego”, en el grupo, significa darle palazos a una peli. Nos divertimos cuando ese rol le toca a otro…

Como es natural, es raro que estemos todos de acuerdo en un todo sobre lo que vimos: ello sólo ocurre o con una película muy mala (alguna vimos, a propósito), o una comedia ligera, u obras cumbre como “Citizen Kane”. Lo normal y enriquecedor son las distintas miradas: con frecuencia otros del grupo observan cosas que no había percibido.

Así, descubrí maravillas como “La pasión de Juana de Arco” de Carl Theodor Dreyer (1928), “Timbuktu” de Abderrahmane Sissako (2014) o “Perfect Days” de Wim Wenders (2023) y volví a ver algunos grandes clásicos vistos hace décadas.

Todos los domingos, al cabo de algo más de una hora de siempre entretenido encuentro, llega el momento ritual en el que Enca pregunta: “bueno, ¿y ahora adónde vamos?” y así pasamos el último rato decidiendo cuál será la del siguiente domingo. Si la última fue una japonesa, será entonces de cualquier otro país. Si fue de acción, será más bergmaniana. Si fue un antiguo blanco y negro, será una reciente. Dimos ya varias vueltas al mundo y cinco vueltas al sol y, aparentemente, las seguiremos dando…¡gracias Enca por haber creado Cine Raro!

(Y gracias también al vivir en esta época, donde gracias a internet tenemos prácticamente todo el cine de mundo en casa para ver cuando y como queremos gracias a una simple computadora con la cual también, o gracias a un simple celular, podemos juntarnos a conversar con amigos)

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