LA CONCHUDA ARGENTINA

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“El origen del mundo” de Gustave Courbet

En estas páginas virtuales traté varias veces y desde distintos ángulos aquello que concierne al “boludo” y los “pelotudos” (ver la definición de Robert De Niro de ambos términos) pero sólo una vez, tangencial y benévolamente, mencioné a las “conchudas” (ver Cosa de Minas presenta: TU LADO CONCHUDO).

A raíz de un episodio reciente, quedé con la inquietud de reflexionar un poco sobre la conchudez. Las varias acepciones que el Diccionario de la Real Academia brinda del vocablo “conchuda” (y “conchudo”), además de algo cubierto de conchas, son: “Sinvergüenza, caradura, indolente, tosco, brozno, rústico, astuto, cauteloso, sagaz”. Nada que ver. Curiosamente, un diccionario lunfardo online tampoco va mucho más allá: “Astuto, cauteloso, sagaz, perezoso, incapaz, inútil, poco hábil, taimado, perverso, mezquino”. Nada que ver tampoco. Un poco mejor es diccionarioargentino.com: “Insulto hacia una mujer, variable, se utiliza en mujeres malas, estafadoras, o con malas actitudes”. Pero tampoco es una definición acertada. La conchuda en sentido argentino es otra cosa.

Estas fuentes ignoran que en Argentina la palabra “concha” designa al genital femenino y por lo tanto es un equivalente casi superior del “boludo” y “pelotudo”, que sería aquél a quien se le dificulta la locomoción por una suerte de elefantiasis testicular: ¿conchuda vendría a ser una elefantiasis vaginal, como algo que llega hasta al cerebro y dificulta el pensamiento? Me resulta curioso que la Real Academia admita el uso femenino de estos términos (“boluda”, “pelotuda”) aunque el masculino de “conchuda” se comprende mejor, ya que fuera de Argentina la concha es un simple caracol o caparazón.

No soy socio- ni psicolingüista, pero me parece que en sentido estrictamente argentino la boludez y la pelotudez se refieren a lo que sería una extroflexión en tanto que la conchudez sería una introflexión. El boludo, como el pelotudo, son de adentro para afuera. Al revés, la conchuda es de afuera para adentro.

También me sorprende un poco que el castellano destine a estos vocablos el verbo ser y no el estar, cuando es claro que todos podemos hacer o decir ocasionalmente una boludez, pelotudez o conchudez…pero es menos frecuente serlo en modo permanente. Sin embargo nadie dice “estás boludo, estás pelotudo, estás conchuda”.

Por otra parte, el castellano argentino (como explica De Niro) reserva la posibilidad del “boludo” como trato afectuoso, lejos del insulto que sería siempre “pelotudo”. En “conchuda” esa alternativa no existe, me parece. Aunque capaz que entre las jóvenes de hoy…

El boludo, como el pelotudo, es quien hace algo -o es- muy torpe, poco inteligente. De lo contrario no es boludo ni pelotudo, sino hijo de puta. La conchuda en cambio puede ser muy viva, artera. Como muestra Cosa de Minas, la conchuda puede reaccionar de forma diametralmente opuesta ante el mismo hecho o estímulo. Pareciera haber algo hormonal o uterino en ello. La conchuda puede pasar de odiar a amar y viceversa como quien da vuelta un naipe o un guante. El boludo y el pelotudo pueden decir boludeces o pelotudeces, pero la conchuda aunque puede, no suele decir conchudeces: si quiere herir o fastidiar se expresa en forma sibilina, capciosa, viperina, mujeril. O también por oxímoron, llamando “boludo” a quien un minuto antes era “genio”, o “amarrete” al segundos antes “generoso”, “¿quién sos?” al instante anterior “amor de mi vida”. En una discusión que se alarga y a la que se quiere poner término, si se dice “tengo cosas más interesantes que hacer” un boludo o pelotudo jamás responderá “siempre decís eso cuando discutís con un hombre inteligente”. La conchuda puede decirlo, con “mujer” en lugar de “hombre”.

La conchuda (igual que el boludo y el pelotudo) puede objetar un razonamiento argumentando ad hominem y aun más que ambos anteriores, puede sobrevolar toda substancia para dedicarse a lo formal o superficial. Si fuera capaz de rebatir con la lógica y los hechos, no sería conchuda.

Diría que en Argentina no damos la debida importancia a la conchudez, que hoy no sólo  trasuda en los diarios más importantes en forma cotidiana (un poco más recatada en papel, desfachatadamente online) sino que llegó desde hace años a lo más alto del poder: la conchuda puede hablar hasta tres veces por semana por cadena nacional durante casi una hora en hora pico incluso diciendo nada y palabrotas, puede designar candidatos mirándose en el espejo mientras se pinta como una puerta y hacer esperar a reyes, o puede cambiar seis veces de partido político en la vida y garrochear al día siguiente de una elección, o puede hablar con dios a través de un perro y jugar a la perinola política con una que sólo dice “toma todo”.

Es que sólo en Argentina, la conchuda es “El origen del mundo”. Toma ya, Courbet.

“El origen del mundo” de Courbert,  vandalizado en el museo Pompidou-Metz en Francia

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