La cursilería de las contraetiquetas
Curioseando una botella de Cabernet mendocino de 900 pesos hecho por bodega NN para un distribuidor bonaerense que me resulta muy chipeado pero bebible para su precio, leo con perplejidad en su contraetiqueta, que a veces me sale llamar como en italiano retroetiqueta:
“De color granate oscuro y con destellos violáceos propios del Cabernet Sauvignon, en nariz es profundo como pocos, rico y concentrado. Presenta notas de cassis, moras, nueces y pimiento rojo. Las grosellas, cerezas y frutos negros dan una estructura sustancial respaldada por taninos vigorosos. De paladar decorado por delicadas hojas de tabaco y la afirmación del terruño”.
Las primeras diez palabras no dicen nada y la sobreabundancia de adjetivos y sustantivos está fuera de lugar en una botella de un dólar o menos. La frase final es un fino ejemplo de cursilería descriptiva de un vino: decir nada, con el lugar ya común del terruño.
Como me divierte leer zonceras ligeras mientras como, si es que como solo, o mientras cocino, me tomé el trabajo de leer durante algunas semanas la retroetiqueta de cada vino que compraba. En vinos de todos los días.
Cada botella suele contener estas curiosidades, por ejemplo en un Chardonnay: “Notas de Cata: Verde tenue con reflejos amarillos. Notas cítricas y un dejo floral”. Admirable poder de síntesis, aunque la primera frase carezca de utilidad y la segunda no se sabe si es aroma, sabor, flavor, retrogusto o qué. Otro en cambio reza: “Chardonnay de color dorado, con reflejos verdosos. Sus aromas recuerdan a manzanas rojas, miel y canela. En boca es fresco y sutil y de una equilibrada acidez.” Sería interesante comparar el “verde tenue con reflejos amarillos” con el “dorado, con reflejos verdosos”. Más que un vino parece un perfume porque de su sabor no se dice nada.
En un Rosé Malbec leo “NOTA DE CATA: De color rosa pálido y brillante. Nariz con un espectro amplio de frutas entre las que se destaca la frutilla y la frambuesa. En boca es fresco debido a su acidez alta y agradable con un final suave.” No está mal, pero tampoco está bien. Yo omitiría el color (la descriptiva de los matices de rosa es cursi) y diría “aroma frutado rojo, sabor acorde con refrescante acidez y buen final”. Cuatro veces menos palabrerío para decir lo mismo.
Otros se hacen los cancheros: “El mundo de los vinos es medio complicado. Por suerte estamos nosotros que sabemos hacerlos. Y por suerte estás vos, que sabés apreciarlos. De hecho para eso está este vino, un Blanc de Blancs de estilo fresco, frutado y con un final delicado. ¿Qué significa todo esto? Relajá, no hace falta entenderlo para disfrutarlo”. Aquí la premisa inicial es una falacia, porque no existe “mundo de los vinos” ni tampoco cosas “medio complicadas”: o son complicadas o no lo son. La siguiente afirmación es grotesca y la descripción del vino en ocho palabras es tan elemental que apabulla, pero las frases finales toman al consumidor por tonto.
Otra línea económica, de una gran bodega y con diversos varietales bajo la misma etiqueta, repite siempre lo mismo: “Creemos que (…) puede maridar con cualquier situación de la vida, especialmente en esas que, además de elegir el plato perfecto, elegís resaltar lo cotidiano para hacer de lo común algo fuera de lo común (…)”. Aquí, aparte el espantoso verbo “maridar”, se plantea con discutible estilo un “qualunquismo” asombroso: ¿si todo “marida” con todo, para qué embotellar tres varietales blancos y media docena de tintos? Pero lo “perfecto” es “cotidiano” y “común” aunque gracias a esta contraetiqueta, “fuera de lo común”.
Una gran bodega describe a su Cabernet Sauvignon como “Vino de color rojo brillante, con aromas frescos, notas de frutas rojas y un suave tostado aportado por la madera. Perfecto para acompañar carnes rojas y quesos maduros”. La parquedad es virtuosa, lo “perfecto” sobra y los “quesos maduros” ningún argentino sabe lo que son, porque no existen maestros queseros que maduren los quesos y los vendan en el punto justo, como en Francia.
Otro productor se habla encima así: “Este CABERNET SAUVIGNON, elaborado con uvas seleccionadas provenientes de nuestras fincas familiares en Medrano, Mendoza, fue criado por 6 meses en una combinación especialmente diseñada por nuestros Enólogos de maderas de roble americano y francés de tostado intenso, logrando realizar notas a pimientos rojos, tabaco y chocolate, que hacen de este un Cabernet Sauvignon bien inesperado…e irresistible”. Aquí la “combinación especialmente diseñada” suena un poco grotesca, así como el enólogo plural y en mayúscula además, gramaticalmente, de madera. Tras el funesto gerundio y el sobrante “realizar”, las notas dicen poco o nada. El colmo es que en otra botella de la misma línea pero MALBEC mientras en la etiqueta frontal anuncian TOSTADO INTENSO y ESPECIAS en el Cab y TOSTADO SUAVE y FRUTOS ROJOS en el Malbec, en la contraetiqueta dice casi lo mismo pero ahora “logrando realizar notas a frutos rojos cocidos, taninos dulces y vainilla”. ¡Viva el gerundio!
Una bodega de primera línea en el proemio de su contraetiqueta afirma que es “un vino perfecto” para cuando “elegís conectarte con eso que te desconecta: amigos, familia o simplemente volver a casa”. En las “Notas de cata” dice: “Vista: rojo violáceo con matices negros” como si a alguien le importara el color de lo que bebe y existieran “matices negros”. En Nariz: “Se destacan notas de higos, ciruelas, moras maduras y algo de notas especiadas, descriptores típicos del Syrah”. Más allá que “destacar” no es verbo reflexivo y “se” sobra, el “y algo” desconcierta y los “descriptores típicos” resultan hilarantes. Y en “Boca: Típico, coherente con sus aromas. Es muy redondo con taninos suaves”. Diez en pobreza descriptiva.
Otra gran bodega patea la pelota afuera para su Cabernet: “Las malas condiciones meteorológicas, el granizo, las fuertes heladas, las lluvias excesivas, el viento zonda, las altas temperaturas, la aridez extrema, los insectos devastadores, las plagas y enfermedades. Contra todo esto lucha la vid desde que nace. Así desarrolla un carácter especial (…). El indio no duda.” Un bello fragmento de prosa enológica surrealista, que casi da miedo de beber. El indio que no duda y sabe de vino es antológico.
En la parte trasera de un rosado, con letra minúscula gris casi ilegible sin lupa, leo: “De un color rosado muy atractivo y seductor que recuerda a los rosados de la Provence. En nariz es aromático, con aromas…” y ahí dejo de leer, porque más que una contraetiqueta me parece un insulto a la inteligencia. ¿Cuántos potenciales compradores de esta botella vieron o bebieron jamás un rosé provenzal? ¿Nadie revisa un texto donde lo aromático tiene aromas?
Otro asegura que “Las uvas que crean este vino provienen de Vista Flores, Valle de Uco y fueron especialmente seleccionadas para expresar la autenticidad de su terroir.” O sea que las uvas “crean” a los vinos aunque dos líneas más abajo se menciona con nombre y apellido a “su creador” y se las selecciona para emitir un comodín nadadiciente pero de moda, “la autenticidad de su terroir”.
La taradez, otra vez expresada en una tipografía de cuerpo microscópico, describe “Un Chardonnay fresco y frutal, con agradables notas tropicales como ananá, durazno y melón” y ya tengo suficiente, porque si el durazno y el melón son tropicales estamos bien brutos de ignorancia.
Otros sarasaseros cooperaron desde varios campos para una contraetiqueta donde el diseñador gráfico logró la ilegibilidad con una tipografía itálica diminuta sobre fondo gris oscuro, el redactor coadyuvó con la inelegancia de su prosa “Este Malbec tiene un color púrpura intenso y está lleno de aromas…”, el enólogo no dijo nada y el productor le pagó a todos para que sumen 0 a su vino.
Un Sauvignon Blanc importado de Chile pero envasado en Argentina boludea: “De color amarillo pálido con brillantes reflejos verdes” como si eso fuera posible y de serlo, le importara a alguien. Luego prosigue: “Un vino con aromas de frutas tropicales cítricas y notas de hierbas verdes”: quién sabe qué son los cítricos tropicales y si existen también hierbas rojas, amarillas o negras. Concluye “Ideal para disfrutarlo con sushi, pescados ahumados y carnes blancas” y aquí se van de mambo, porque el sushi en Argentina no existe (lo que hay es chuchi) y pescados ahumados tampoco, salvo esa cosa hecha con rosmón salado de las piscifábricas chilenas.
Un blend Bonarda-Syrah-Malbec que, curiosidades de la inflación, estaba por botella a mitad de precio que los vinos de cartón que uso para hacer rabo al vino, afirma: “Vista: rojo profundo, con tonos rubí” y me gustaría invitar a cien personas a que definan eso o lo ilustren con una paleta de colores y se verá que tal cosa no existe. Luego: “Nariz: notas de frutas rojas y violetas, con reminiscencia de frutos del bosque” y acá el redactor la pifia feo, porque reminiscencia en castellano quiere decir “lejano en el tiempo, casi olvidado” o “recuerdo vago e impreciso”. Es decir, literalmente nada… pero con pretensiones. Y termina: “Boca: entrada suave, de buena estructura y redonda con un agradable y largo final”. Más peor no se puede escribir.
Fíjense esta “NOTA DE CATA” de un Malbec de una importante bodega: “Color rojo con profundos tonos violáceos, nariz frutada donde prevalecen aromas a frutos rojos (ciruelas y moras). En boca de entrada fresca debido a su acidez natural, sensación frutal, taninos redondos y maduros. Equilibrado e intenso con carácter varietal claro”. Si yo fuera el gerente de dicha bodega y alguien me trae una botella con tal leyenda se la tiro por la cabeza y despido a quien pergeñó tal espanto.
Cuesta trabajo encontrar una contraetiqueta bien escrita. Todas parecen garabateadas por someliers semianalfabetas junto a marketineros pasados de rosca. Un Chard que se oximoronea encima “donde el espíritu salvaje encuentra su equilibrio” afirma: “VISTA: Color amarillo tenue con destellos brillantes” y que el consumidor vea qué significa eso. Luego: “AROMA: Delicado, en su expresión aromática prevalecen las frutas como manzana verde y pera combinadas con frutas cítricas, características de un chardonnay de altura”. Puro blablablá. Y “BOCA: Gran equilibrio entre fruta y frescura. La acidez juega un papel fundamental otorgando longitud y volumen de boca”. ¿Se puede escribir más feo sobre el sabor de un vino? Se puede. Si no vean este otro Chard: “Vista: Amarillo con tonalidades doradas. Nariz: Aroma de frutas tropicales, con gran frescura que se combina con sensaciones de vainilla aportadas por su contacto con madera. Boca: Se destaca por su untuosidad y sinergia entre la fruta y sutil acompañamiento de la madera”. Con la “sinergia” se llega al paroxismo de la imbecilidad enográfica.
El de las contraetiquetas es uno de aquellos campos donde la inteligencia artificial hará las cosas mucho mejor que los humanos: la IA al menos dejará de usar al verbo destacar como reflexivo. Con las contraetiquetas se demuestra una vez más nuestro parentesco cercano con los simios: copiar el comportamiento ajeno haciendo algo ridículo que carece de toda utilidad y significado. Gastar tiempo y dinero en algo que nadie lee, ni siquiera quien paga por ello. Crear un campo semántico de la nadería, la gerundiosidad, el verbo destacar reflexivo, los colores con matices, tonos y destellos o los aromas y sabores “como”. Es evidente que ni en las escuelas de enología ni en las de somelier se enseña a escribir. Pero es natural, en un país donde los “shills” que promocionan vinos lo hacen con los pies. No se sabe si la contraetiqueta es un asunto de marketing, de enología o de nadie. Modestia aparte, si interesara al lector, en este mismo sitio hay un Desván con cientos de ejemplos de lo que quien suscribe entiende debe ser la descripción de un vino.
La mejor contraetiqueta del mercado argentino que hallé es la de la línea Familia Gascón: no dice nada, salvo esa imbecilidad peronista obligatoria de “vino argentino bebida nacional”, habráse visto en el mundo tamaña grosería. ¿Alguien imagina “Vin Français Boisson Nationale” o “Vino Italiano Bevanda Nazionale”? Sería paliativo que el INV dictara otra norma que obligara a los productores a agregar a dicha imbecilidad populista: “de un país lleno de boludos”. Así al menos tendría alguna gracia.