La pingüinera de cerámica

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Imagen:  Museo Virtual de la Jarra de Pingüino

Un inolvidable amigo de mi padre, Gioacchino Dolci, antifascista de la primera hora y físico autodidacta, solía decir que la historia de la humanidad era la historia de los recipientes. Si miro alrededor en mi casa veo que, más allá de muebles, algunas máquinas y herramientas, casi todo lo que hay son recipientes de distinto tipo y tanto más si considero a mis libros como recipientes de palabras. Por ello me sorprendió que Alejandro Frango, el creador del Museo Virtual de la Jarra de Pingüino, sostenga algo muy parecido en uno de los blogs de dicho sitio, que es muy interesante de recorrer ya que está muy bien armado por su socio en la iniciativa, Joaquín Martínez Herrera.

No soy un apasionado de las jarras pingüino pero tengo tres en casa y se que es, más allá del mate y el dulce de leche, uno de los souvenirs más apreciados por los extranjeros que visitan Argentina. Porque si bien son de origen francés y llegaron hace más de un siglo con los italianos, en ningún otro país proliferaron y se arraigaron tanto. Hice un rápido chequeo: en Mercado Libre de Argentina hay 3 páginas con docenas de jarras pingüino en venta. En Mercado Libre de Uruguay y de Chile no hay ni una sola jarra en venta. No describiré el Museo creado hace un par de años, que cualquiera puede recorrer en sus 6 salas y su tienda, si se lo desea “ofreciendo un cafecito” a los pingüinos. Digo aquí de su historia y su inspirador.

Alejandro Frango, porteño clase 48, es un personaje poco común. Graduado en Filosofía en la UBA, pasó buena parte de su vida viajando por el mundo y viviendo de los más dispares oficios. También fue durante muchos años docente (incluso de una materia creada por él, la Gastrosofía, porque es un apasionado de la cocina). Ávido lector, dictó por años cursos sobre Jorge Luis Borges y creó la Caminata Borgeana de Buenos Aires ya que también fue guía de turismo, quizá el más experto que tuvo la ciudad. Frango es esa clase de persona con quien se puede conversar sobre prácticamente cualquier tema.

Hace veinte años, comenzó a coleccionar jarras pingüino y llegó a tener una colección de 280 piezas que es la que se expone en el Museo Virtual. Son de una sorprendente variedad de diseños, colores y tamaños, la mayoría de cerámica y algunas de porcelana. Alejandro Frango me explica que estas jarras cerámicas para el vino aparecieron en Francia en 1860, de allí pasaron a Italia y fueron los italianos quienes las introdujeron en nuestro país, donde se popularizaron a partir de 1930. Entonces se bebía vino de damajuana y las jarras servían para llevarlo a la mesa: en Europa las hubo en varios países y con formas de varios animales (tengo una jarra gallo) pero en ningún país se volvieron tan populares con la forma del pingüino. Quizá, como dice Frango, porque buena parte de la población mundial de pingüinos vive en nuestras costas y no existen en el hemisferio norte. El más antiguo de esta colección, en su base dice Genova 1927. Si bien el vino en damajuana sólo subsiste marginalmente, las jarras de pingüino se siguen fabricando y el Museo tiene las suyas a la venta, muy bonitas.

Uno de los 4 favoritos de Alejandro Frango

Otro de los 4 favoritos

Otro de los 4 favoritos

Uno más de los 4 favoritos

Tano es el más antiguo de la colección

La marca de los pinguinos del Museo

En mi casa, los tres pingüinos son objetos decorativos porque los productores de vino argentino son tan faltitos que no logran copiar algo que se inventó hace 40 años: el bag-in-box de un galón con buen vino de mesa (a lo sumo hacen bag-in-box de 3 litros con vino carucho adentro). Si existiera el bag-in-box, volvería a usar mis pingüinos con mucho gusto. También desaparecieron de los restaurantes porque a algún burócrata se le ocurrió prohibir la venta de vino suelto. Los sesentones y más recordamos cuando cualquier bodegón tenía su “vino de la casa” en cuartos, medios y litro…pingüinos. Frango dice que están volviendo a usarse, como decantadores.

El año pasado, con fotos de su socio Joaquín Martínez Herrera, publicó el libro “Jarras de Pingüino” que puede comprarse en la tienda del Museo. Y ambos planean encontrar un lugar donde instalar la colección para transformarlo en un museo real. En tanto, además de la recomendada recorrida por el Museo Virtual, puede seguírselos en Tik Tok y en Instagram .

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