Larga Lectura EL ROSMÓN SALADO, UN PESCADO DE FÁBRICA

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Eso que se vende en Argentina como “salmón rosado” literalmente no existe. En este artículo lo denomino rosmón salado, término más adecuado para un animal piscifabricado antiecológicamente y potencialmente insalubre, que además en Argentina es mucho más caro que pescados salvajes muy superiores en sabor y calidad.

En las costas del Pacífico norteamericano existe un salmón Rosado (Oncorhynchus gorbuscha) que se pesca salvaje y consume pero no se piscifabrica, error que corrijo de mi guía de pescados y mariscos de 2015. El bicho piscifabricado que tanto gustan consumir los argentinos es salmón Atlántico (Salmo salar), en otro tiempo común en ambas orillas del Atlántico Norte pero hoy mucho más raro en estado salvaje a causa de la sobrepesca y la destrucción de su hábitat: en Estados Unidos la pesca comercial está prohibida y la deportiva, muy controlada. La especie sin embargo sobrevive en híper abundancia en las piscifactorías de Europa, Norteamérica, Australia y Chile. En todos estos países hay controversias acerca del impacto ambiental de estas fábricas de pescado en cautiverio y las del sur de Chile son, entre todas ellas, las que tienen la peor reputación mundial en cuanto a su impacto ambiental y, también, el control de calidad de su producto. De allí provienen las más de 13 mil toneladas de rosmón salado que consumen anualmente los argentinos más acomodados (¡!) que se lo comen incluso crudo en forma de chuchi, ya que sushi no puede ser.

El salmón Atlántico es parecido a las cinco especies que existen en el Pacífico Norte (también en la costa norte de Asia) pero es distinto: no se puede cruzar con ellas y a diferencia de éstas, que mueren tras remontar el río donde nacieron para desovar, los salmones atlánticos pueden volver al mar y volver a desovar al mismo sitio más de una vez. El más preciado de todos los salmones, el King o Chinook, fue introducido entre 1905 y 1910 en el río Santa Cruz, en Patagonia. Pero no prosperaron. Los Chinook que en 2006 se descubrieron desovando en el río de las Vueltas, en Chaltén (su ADN lo demuestra), descienden de ejemplares que escaparon de siembras en el sur de Chile. Hay salmones ya adaptados a varios ríos patagónicos además del Santa Cruz: el Negro, el Chubut, el Gallegos y el Grande fueguino. Al King también se lo piscifabrica en Nueva Zelanda y al parecer, en Chile, junto con el Coho.

Los cinco salmones del Pacífico y el salmón del Atlántico

Hablemos primero de los salmones de verdad

Quienquiera haya probado en Estados Unidos o Canadá algún tipo de salmón fresco salvaje sabe que la diferencia entre éstos y el rosmón salado es similar a la que hay entre un pollo criado a campo y uno de criadero industrial. Para saber más de los salmones auténticos entrevisté a un pescador que desde hace décadas viaja cada año desde Washington State donde vive a Alaska donde pesca, quien para no despertar susceptibilidades entre sus colegas prefiere que lo llame por su nombre, Rick. Él me escribió: “El salmón varía en tamaño según las especies y el río de donde vienen, y también pueden variar de año en año según las condiciones en el mar. El salmón Rosado es el más pequeño y va de 1 a 5 o 6 kg. Después viene el Sockeye (Oncorhynchus nerka, n.d.A.) que por lo general promedia los 3 kg pero puede llegar al doble. Luego está el Chum (Oncorhynchus keta, n.d.A.) que puede ir de 2 a 8 kg. El Silver o Coho (Oncorhynchus kisutch, n.d.A.) promedia los 5 kg donde yo pesco pero puede ser más chico o más grande en otras áreas. Los King o Chinook (Oncorhynchus tshawytscha, n.d.A.) son los más grandes y suelen llegar a 15 kg. En mis 50 años de pesca, capturé dos King que pesaban 35 kg, uno en Kodiak y otro en el delta del río Copper.

Cuando le pregunté sobre el sabor de cada uno comparado con el rosmón salado, repuso: “El sabor es definitivamente diferente si comparas salmón de criadero y salmón salvaje. Probé salmón Atlántico de criadero una vez y no me interesó más. Pero también hay sabores diferentes en las especies salvajes. Mis dos favoritos dependiendo del día o la ocasión son el Sockeye y el Chinook. Los Sockeye tienen su propio sabor único, distinto al de cualquier otro salmón. Y los Chinook son tan jugosos y sabrosos… mmm, mi boca se hace agua de sólo pensar en ellos”.

Le pregunté a Rick sobre el precio y explicó: “Aquí en el Noroeste el salmón Atlántico de criadero cuesta más o menos lo mismo que el Sockeye de Alaska salvaje, a veces más, a veces menos. El Coho cuesta un poco menos y el Rosado y el Chum menos todavía. El único salmón salvaje que cuesta bastante más es el King, porque hay menos cantidad y es tan bueno, la oferta y demanda crearon un mercado que lleva a los precios del King a niveles desconocidos en el mundo del salmón. Durante un breve período, los Sockeyes del río Copper pueden costar más que los atlánticos de criadero. Son los primeros en el mercado y famosos por su sabor y alto contenido de grasas pero eso dura un par de semanas, luego se acomodan los precios“. Pero otros amigos en otras partes de Estados Unidos me dicen que por lo general el salmón salvaje cuesta el doble que el piscifabricado.

Respecto al salmón ahumado, Rick me explicó que “aquí en Estados Unidos está mayormente hecho usando salmón salvaje. Una buena porción de la captura de salmón Chum se usa para ahumado y salado y ahumado (kippering) ya que el Chum tiene la carne menos coloreada entre las especies salvajes de salmón, entonces no es tan popular entre los compradores. Pero cuando está ahumado es más popular. El ahumado oscurece la carne y a veces se agrega tintura en la superficie para hacerla parecer más roja. Coho es muy bueno ahumado pero mi favorito es el Sockeye. Y los Kings son muy buenos ahumados, pero son tan aceitosos que pueden causar problemas en el proceso.” Estas variedades se venden, en Estados Unidos, frescas o congeladas además de ahumadas y, en el caso de las menos apreciadas (Rosado, Chum y Sockeye), también enlatadas. Los estadounidenses comen alrededor de 1 kg de salmón al año: entre los productos marinos, sólo comen más atún y langostinos.

Las cinco especies de salmones salvajes del Pacífico y la única del Atlántico tienen una vida excepcional: nacen en límpidos arroyos de agua dulce, donde pasan la primera parte de su vida. Después los juveniles se mudan a la desembocadura de su río o arroyo natal y siguen creciendo en aguas salobres, alimentándose de crustáceos e insectos: todos los salmones son carnívoros. Al alcanzar la madurez se marchan a mar abierto y pasan años a cientos o miles de kilómetros de su arroyo natal comiendo pescado hasta que al llegar a la madurez (que puede ser hasta siete años) hembras y machos vuelven, no se sabe cómo, al agua dulce que los vio nacer. Si no los pescan o los caza un oso, allí la hembra cava un pequeño nido y depone los huevos que fertiliza el macho. Ambos se quedan protegiendo el lugar hasta que mueren, antes que eclosionen los huevos, llamados ovas en el oficio.

Los colores de los salmones salvajes y el Atlántico piscifabricado

Hablemos ahora del salmón de mentira

Todo lo contrario es la vida del pobre rosmón salado. Desde que nace, vive en cautiverio y cuando alcanza cierto tamaño es encerrado en una inmensa jaula flotante sumergida junto a otras decenas o cientos de miles de congéneres, sin casi espacio para moverse aunque eso no fastidia al rosmón que gusta del cardumen: en las jaulas puede haber espacio vacío con los prisioneros apretujados en un sector. Al diablo con su instinto de salir al mar y regresar años después a desovar: ambos sexos viven encerrados en agua de mar como la de los fiordos, reparada pero con buena corriente y no mucha marea. Las jaulas flotantes deben tener al menos unos 30 metros de agua debajo, con suficiente corriente. El pobre carnívoro, salvo por error, no prueba en toda su vida un pececillo sino que come alimento balanceado compuesto de harina de sardinas y otros peces forrajeros triturados, soja, colorantes naturales o artificiales para su carne y variedad de antibióticos y otros medicinales para sus enfermedades. Desde hace unos siete años existen los rosmones salados genéticamente modificados para que alcancen su peso ideal (6 kg) en la mitad de tiempo: según me dice el biólogo marino Gustavo Lovrich, aun no se fabrican en Chile. De esa escuálida existencia, a su mesa.

La piscicultura del salmón Atlántico comenzó hace más de 50 años en Noruega y en Escocia, con pequeñas instalaciones y una producción casi artesanal, que creció vertiginosamente: los agricultores noruegos que en los años ’70 iniciaron la cría en pequeña escala junto a su granja descubrieron que no era rentable. Para que lo fuera hacía falta mucho capital y gran escala. Hoy los pequeños piscicultores casi no existen más: son enormes corporaciones de piscifabricación ramificadas internacionalmente en un negocio que mueve miles de millones de dólares, con márgenes de rentabilidad asombrosos que les permiten hacer todo lo posible por confundir una explotación dañosa para el medio ambiente con sustentabilidad. Es que como todas las grandes corporaciones en negocios dudosos para la salud humana o los ecosistemas (petróleo, tabaco, fármacos, agroquímicos, etc.) su trayectoria deja mucho que desear, pero mucho más en Sudamérica que en Escandinavia.

El rosmón salado no sólo se consume en Argentina. Los 2/3 de lo que comen en Estados Unidos bajo el nombre de “salmón” es esa cosa piscifabricada que, como en Estados Unidos está prohibido hacerlo, se importa de Canadá, Chile y Noruega. Chile es el segundo piscifabricante de rosmón salado del mundo, después de Noruega: tiene el 27% del mercado mundial y en 2021 exportó 723.363 toneladas de salmones y truchas por 5.180 millones de dólares, el segundo ingreso del país después del cobre. Ese año, Argentina importó de Chile 13.684 toneladas por un total de unos 45 millones de dólares. El doctor Lovrich comentó que eso es más de la mitad de toda la merluza que se pesca en la provincia de Buenos Aires, unas 20 mil toneladas anuales. Y vaya si los porteños y bonaerenses comen merluza fileteada, que hasta se vende en carnicerías.

En “Estado del Arte de la Salmonicultura en Chile: Contexto general, el proceso productivo y sus efectos” de G. Durán y M. Kremerman (2007) se detalla el proceso de fabricación del rosmón salado: las pisciculturas y hatchery, que necesitan agua dulce límpida y que pueden estar ubicadas incluso en lagos. Allí se producen ovas o huevos, alevines y smolts (que son los pececillos ya prontos para pasar al agua salada), como insumos para las plantas de engorde (en Chile dicen “engorda”). Cuando los smolts alcanzan cierto tamaño, tras vacunarlos (sí, uno por uno), se los mueve en camiones cisterna hasta un puerto donde se traspasan a barcazas que los llevan a las balsas jaulas, situadas en fiordos de aguas calmas y mares interiores como el de Chiloé. Una jaula cúbica de 30 metros de lado puede contener 80 mil rosmones salados, unas 350 toneladas. En esas condiciones, hasta un 20% de los rosmones salados muere por enfermedades varias antes de ser cosechado (la mortalidad de los pollos de criadero es 5% y la de las vacas de feedlot, 3,3%). En 2016, una fábrica de rosmones chilena arrojó al mar 9 mil toneladas de bichos en descomposición. En un artículo publicado por The Guardian citado más abajo, leo que la multinacional noruega Mowi, que produce el 20% del rosmón salado mundial, entre 2010 y 2019 tuvo 50 millones de muertes prematuras de rosmones, con un costo de unos 1.700 millones de dólares.

Si sobreviven a las jaulas de engorde, después de dos o tres años, cuando alcanzan su formato comercial, se recoge o cosecha el producto piscifabricado en forma manual o con los llamados wellboats, que son barcos de transporte de rosmones salados vivos hasta el matadero: en julio de 2022 uno de estos wellboats llamado Heimdall naufragó y los 24 mil rosmones que transportaba se salvaron. De otro modo habrían llegado del campo de concentración al de exterminio, es decir una planta de procesamiento en Puerto Montt, Ancud, Castro o Quellón donde acaba su mísera existencia: tras la matanza, los rosmones son destripados y despachados frescos y enteros (como los que llegan a las pescaderías argentinas), o se filetean y desespinan, se trozan, congelan, ahuman o transforman en pulpa y otros derivados.

Jaulas de piscifábrica de rosmones salados

Qué hay adentro del rosmón salado

Los 6 tipos de salmón contienen proteínas de alta calidad y el tan saludable ácido graso omega-3. Según datos de la USDA (National Nutrient Database for Standard Reference) comparando porciones de 100 g, el rosmón salado o Atlántico de piscifábrica contiene más grasas totales que el Coho, el Chum y el Rosado, más grasas saturadas que el Chum y el Rosado y más colesterol que el King o Chinook, el Coho y el Rosado. Por lejos el más graso es el Chinook, que también es el que menos colesterol contiene. Todos ellos contienen además vitaminas y minerales.

En livestrong.com, en el artículo “How Bad Is It Really to Eat Farm-Raised Salmon?” (28/5/21)(“¿Cuán malo es realmente comer salmón de criadero?“) de Tiffany Ayuda se lee que si bien todos los salmones contienen omega-3, los piscifabricados tienen más porque se los alimenta con mezcla de granos, algas y pescado. Pero la mayor parte del omega-3 se encuentra en la piel del pescado, que nadie come. El piscifabricado contiene más folatos y vitamina A y el salvaje, potasio y selenio. Y también contiene el triple de grasas omega-6 que un congénere no fabricado sino salvaje, si bien esto parece estar disminuyendo con las nuevas dietas a base más de proteínas vegetales que animales. Hasta aquí lo bueno. Lo malo es que el rosmón salado contiene 16 veces más policlorobifenilos (PCB) o bifenilos policlorados (BPC) que el salmón salvaje, tres veces más que otros alimentos marinos y cuatro veces más que la carne de vaca. Para quien lo ignore, los PCB o BPC son uno de los 12 productos más tóxicos producidos por el hombre y desparramados irremediablemente en la naturaleza, si bien hoy su producción y uso está prohibido en casi todo el planeta (ver Wikipedia).

En el artículo “3 reasons to avoid farmed salmon” (“3 razones para evitar el salmón de criadero”) publicado en Time (21/7/22) por Douglas Frantz y Catherine Collins (autores del libro Salmon Wars) escriben que “La industria de 20 mil millones de dólares anuales del salmón de criadero es el productor mundial de alimento de más rápido crecimiento e hizo del salmón Atlántico de criadero el pescado más popular en las mesas de Norteamérica (…) los salmones de criadero crecen rápido en jaulas tan superpobladas que están llenos de parásitos y enfermedades. Los peces comen balanceados de harina de pescado, vegetales y subproductos animales; son empapados regularmente con pesticidas y antibióticos (…) Pasamos más de dos años investigando el negocio de la cría de salmones y las compañías multinacionales que lo controlan (…) entrevistamos científicos, médicos, pescadores, activistas y aquellos en el negocio de la acuacultura. Leímos estudios académicos, papeles de juicios y carpetas de investigación nunca antes publicadas.” Y prosiguen: “Tan temprano como en 2004, los científicos encontraron niveles de bifenilos policlorados, un probable carcinógeno conocido como PCB, siete veces mayores en salmón Atlántico de criadero que en salmón salvaje. Estudios más recientes hallaron altos niveles de otros químicos y antibióticos en el salmón de criadero. Investigadores en la Universidad del Estado de Arizona descubrieron incrementos en la resistencia a los antibióticos en el salmón de criadero a lo largo de los últimos 30 años, provocando la preocupación de un incremento a la resistencia a los antibióticos en los humanos. Las toxinas a menudo acaban en la carne de salmón y se acumulan en las personas que comen el pescado (…) Algunos estudios advierten que una sola comida mensual de salmón Atlántico de criadero puede exponer a los consumidores a niveles de contaminación que exceden los estándares de la Organización Mundial de la Salud. El riesgo es mayor para infantes, niños y mujeres embarazadas…”.

El informe publicado en 2018 por el Foro para la Conservación del Mar Patagónico y Áreas de Influencia, titulado “Documento de posición sobre la posible operación de la acuicultura de salmónidos en Tierra del Fuego, Argentina” de autores varios, detalla muchos de los excesos de la piscifabricación chilena: “El uso de antibióticos en la industria salmonera chilena alcanzó las 557 toneladas en 2015, o poco menos de un gramo de antibiótico por kilo producido, según el informe del Servicio Nacional de Pesca y Acuicultura (Sernapesca). Las dosis utilizadas en Chile, que se suministran por vía oral a través del alimento, y también de manera inyectable, superan en más de 36.000% la cantidad usada por Noruega (…) De acuerdo a cifras de uso de antiparasitarios proporcionadas por el Servicio Nacional de Pesca y Acuicultura de Chile y de precios proporcionados por laboratorios farmacéuticos, los costos asociados al control de Caligus (piojo del salmón, n.d.A.) fueron de alrededor de US$80 millones en 2013, equivalente a US$ 0,10 por kg pez, cifra que fue 112% más alta que el año anterior. Estos valores no consideran los costos generados por la aplicación de los tratamientos ni por otros efectos causados por la caligidosis. Además del costo económico, el uso de antiparasitarios tiene asociado un costo ambiental, que no ha sido considerado por la industria y tampoco por las autoridades (…) En el 2008, la salmonicultura chilena se sumergió en una grave crisis sanitaria provocada por la presencia y propagación de la anemia infecciosa del salmón, conocida como el virus ISA, y por otras enfermedades. Esta crisis implicó la pérdida de más de 15.000 empleos directos, de los 32.000 que la industria generaba en ese momento, generando un problema social y económico de proporciones catastróficas en los centros urbanos que concentraban la mayor cantidad de los trabajadores del sector. Se cree que el virus ISA fue introducido a Chile a través de la importación de ovas infectadas desde Noruega, lo que puso al descubierto los deficientes controles sanitarios. (…) Durante la alimentación de los salmones en jaulas, el 75% del nitrógeno, fósforo y carbono contenidos en el alimento no es consumido por los peces, lo cual genera un exceso de nutrientes bajo las jaulas y en las aguas aledañas. Este exceso de nutrientes conlleva a una pérdida de biodiversidad en los fondos debajo de las jaulas, y el aumento de las concentraciones de amonio liberado en los excrementos de los peces fomenta el crecimiento de microalgas, incluyendo fitoplancton tóxico. Esta concentración de desechos orgánicos puede favorecer los florecimientos de algas, tanto del tipo que afectan a los propios salmones, como los de marea roja que afectan a moluscos y a la salud pública.(…) Luego de la crisis del virus ISA, algunas empresas abandonaron sus instalaciones dejando atrás jaulas, pontones y pasarelas, que el mar ha ido deteriorando, constituyendo un riesgo para la seguridad en la navegación y perjudicando severamente la belleza escénica de lugares con enorme potencial turístico de naturaleza. Cuando una estructura artificial como una jaula se coloca por largo tiempo en el mar, se adhieren y acumulan sobre ella organismos marinos. Para evitar este fenómeno las empresas salmoneras usan pintura anti-incrustante que es tóxica y cuyo objetivo es eliminar la vida marina. Recientemente, en la isla de Chiloé, hubo un derrame de 10.000 litros de antifouling en un río y una parte de un lago de aguas puras, tiñéndolos de rojo y contaminándolos gravemente (…)

En organicconsumers.org, el artículo “Farmed salmon is getting worse” (“El salmón de criadero se está volviendo peor”)(28/7/20) del doctor Joseph Mercola dice que a los rosmones salados se les está dando cada vez más balanceado con alto contenido de ácido oleico, ya que este “puede promover sobrepeso y obesidad en el salmón Atlántico” más que otros ácidos grasos y favorece una mayor producción de gotas de lípidos intracelulares. Las rayas blancas que surcan la teñida carne del rosmón salado son eso: grasa.

En “Salmonicultura en Chile: La Agonía El estado sanitario de la industria salmonera en Chile” publicado en 2012 por la Fundación Pumalín, se lee que “en julio de 2007 la salmonera noruega Marine Harvest filial de Pan Fish (hoy llamada Mowi) anunció la presencia de virus de Anemia Infecciosa del Salmón que es mortal, un año después se había expandido a 154 salmoneras y que la empresa trajo de Europa con sus huevos de salmón“. Un experto norteamericano, Stephen K. Ellis, de APHIS/USDA, que examinó el estado de la salmonicultura chilena tras el brote infeccioso halló que había infestación del piojo marino parásito Caligus rogercresseyi resistente a los pesticidas (ivermectina, benzoato de emamectina y diflubenzuron aplicados con baños o en el alimento), elevada densidad de cultivo (hasta 30 kg de pez por m3 de agua) y enfermedades bacterianas como el Síndrome Rickettsial del Salmón (que provoca el 85% de las muertes de salmón, con pérdidas en 2006 de 100 millones de dólares) y Necrosis Pancreática Infecciosa. Siempre según el mismo estudio, nos enteramos que en 2007 la misma empresa noruega Marine Harvest que opera en Chile reconoció que se usaron 36.600 veces más antibióticos por tonelada de salmón que en Noruega, o sea 0.02 gramos por tonelada de salmón en Noruega y 732 gramos en Chile. Ellis también halló cantidad de salmones fugados, que son vectores de enfermedad. En 2008 hubo cadenas de supermercados estadounidenses que anularon compras de salmón chileno por la cantidad de antibióticos que contenían. En Chile se usan los siguientes antibióticos para curar al rosmón salado: ácido nalidíxico, ácido oxolínico, amoxacilina, ampicilina, cefotaxina, cloranfenicol, eritromicina, gentamicina, canamicina, quinolonas y estreptomicina. Todos ellos están prohibidos en Estados Unidos y en Noruega. También se usa en Chile florfenicol, permitido en Noruega. Y por supuesto, se aplican a los rosmones salados sulfamidas, tetraciclina y trimetropin que son los únicos tres medicamentos aprobados tanto en Estados Unidos como en Noruega. La noruega Mowi en 2016 usó el insecticida azametiphos para combatir a los piojos de mar en sus rosmones salados. En 2001, otra salmonera noruega que fabrica pescado en Chile, la Fjord Seafood, ante una caída de los precios internacionales, “liberó” a 13 millones de rosmones de sus jaulas de engorde. Otros fabricantes también lo han hecho para evitar costos de tratamiento de infecciones o de matanza de rosmones enfermos. En 2007 la Agencia Canadiense de Inspección Alimentaria (CFIA) emitió 8 alertas sanitarias para el rosmón chileno fabricado por empresas noruegas. Desde 2010 SERNAPESCA (la autoridad chilena en la materia) permite el tratamiento de la caligiodosis (provocada por el piojo de mar) con cipermetrina y deltametrina en dosis reglamentadas pero que no puede controlar ya que carece de medios, incluso barcos. Así, los antibióticos que en Chile se usan a mansalva matan a las bacterias del fondo marino donde cumplen funciones de reciclado, creando fondos anóxicos o anaeróbicos es decir muertos. Y los insecticidas piretroides como los dos antes mencionados, que son moderadamente tóxicos para los humanos, resultan mortales para peces y crustáceos.

Rosmón salado atacado por piojos de mar

La piscifabricación chilena además es explotación laboral

Este apartado se basa en el trabajo “¿Es sustentable la salmonicultura en Chile? Enmarcando narrativas en disputa sobre la actividad salmonera en la Patagonia” de Ricardo Alvarez et Al., donde se lee que “En la actualidad, la industria salmonera en Chile está representada por 502 concesiones en la región de Los Lagos, 724 en la región de Aysén y 129 en la región de Magallanes. Desde su despliegue en la década de los ‘90 esta industria ha crecido casi un 3.000% y es, en la actualidad, el segundo productor mundial después de Noruega, generando cerca de un millón de toneladas de salmones al año. Además, de alrededor de mil millones de dólares anuales de ganancias a comienzos de la década del 2000, durante estos últimos años han logrado escalar a alrededor de US$ 4.600 millones anuales“. Pero no todas son maravillas del desarrollo: por un lado hubo “crisis que afectaron drásticamente su productividad, como la crisis del virus ISA, en el año 2008, y la crisis provocada por florecimientos algales nocivos el año 2016” además de “la alta tasa de muertes de buzos ligados a las operaciones de la industria” y los despidos masivos e inesperados de trabajadores, por ejemplo cuando por causa del virus una gran fábrica de rosmones decidió mudarse mil kilómetros al sur y dejó en la calle a todos sus empleados. Así, además de “la precarización de una idea de futuro común a quienes habitan estos archipiélagos australes” resulta que el sector siempre tuvo el apoyo del Estado chileno, “que ha facilitado su expansión e instalación, o ha desplegado rescates financieros cada vez que se ven en riesgo“. Pero al Estado chileno no parece importarle mucho que la fabricación de rosmones en aguas públicas ponga “en riesgo el desarrollo de otras actividades económicas como la pesca artesanal o la pesca para subsistencia“. Esto llega al absurdo cuando, como me comentó el doctor Lovrich, en Chile está prohibido que los pescadores artesanales vendan en el mercado los salmones atlánticos fugados que capturan, porque se los considera “propiedad privada” de los fabricantes industriales.

Y en “Estado del Arte de la Salmonicultura en Chile: Contexto general, el proceso productivo y sus efectos” de G. Durán y M. Kremerman (2007) se lee que “la mayoría de los trabajadores perciben salarios líquidos inferiores a los $200.000, lo cual los pone en el segmento del 50% de los trabajadores de menores ingresos de Chile. Al agregar los datos de los ingresos familiares, es posible afirmar que se encuentran en el borde o bajo de la línea de pobreza. Todo esto, en el contexto de una industria que arroja enormes utilidades para sus propietarios. De acuerdo a los resultados del monitoreo, se detectan hostigamientos y prácticas antisindicales, jornadas de 60 horas semanales, muy por sobre las 45 permitidas por Ley y desde luego sobrepasando el máximo legal de horas extraordinarias. En relación con las condiciones de salud, higiene y seguridad laboral, la falta de aseo en los lugares donde se trabaja constituye una causa frecuente de accidentes por caídas y golpes“.

Rosmones salados atacados por SRS

La piscifabricación de rosmón salado es robarle comida a pueblos pobres para vendérsela a pueblos ricos

En el ya citado artículo “3 reasons to avoid farmed salmon” se menciona otro aspecto deleznable de la piscifabricación de rosmón salado: “Los salmones son carnívoros. Harina y aceite de pescado de anchoas, sardinas, caballas, arenques y otros pequeños peces de forraje conforman del 25 al 30% de la mayor parte del alimento para salmones. Todo un cuarto del pescado capturado en los océanos del mundo acaba como alimento para la acuacultura y mascotas. Para satisfacer una creciente demanda global de salmón, grandes pesqueros de arrastre saquean los pesqueros al largo de las costas de África Occidental y Perú, robando a los pescadores de subsistencia su medio de vida e incrementado la inseguridad alimentaria.” La pesca de arrastre es la más destructiva del fondo marino.

Volviendo al “Documento de posición sobre la posible operación de la acuicultura de salmónidos en Tierra del Fuego, Argentina” se lee que “Hace algunos años la tasa de conversión, es decir, la cantidad de pescado silvestre para producir un kilo de salmón, era de 5:1, o incluso más. Por esta razón, se iniciaron esfuerzos para reducir esta tasa y reemplazar las proteínas y lípidos animales por componentes vegetales. Efectivamente, la tasa de conversión disminuyó significativamente hasta una tasa entre 1,2:1 a 1,5:1. PeroEl alimento para la industria no se encuentra asegurado. La cantidad de harina de pescado disponible es de 6 millones de toneladas por año, y la de aceite de menos de 1 millón de toneladas anuales, es posible que esta cifra no aumente. Por el contrario, la producción de pesca para reducción muestra una declinación durante los fenómenos de El Niño. El crecimiento de la acuicultura de salmónidos ha implicado un aumento en la demanda, y consecuente explotación de especies silvestres para ser reducidas a harina y aceite de pescado. Se han registrado casos de explotación, e incluso colapso de pesquerías, como el caso del jurel en Chile, para producir alimento para salmones“. El doctor Gustavo Lovrich, biólogo marino establecido en Ushuaia, me confirmó que “la pesquería del jurel (o caballa) en Chile colapsó por el salmón“.

En el artículo citado más abajo de Matt Kurlansky en The Guardian (“Net loss…“) leo que “Cuarenta por ciento del costo de producir un pescado criadero es el alimento. Las compañías criadoras quisieran reducir eso transformando a sus salmones en vegetarianos, pero esto no es fácil porque los salmones tienen intestinos cortos diseñados para digerir carne pero no bien equipados para las plantas. El antiguo alimento totalmente basado en pescado hoy sería prohibitivamente caro. La soja es un importante componente de la moderna comida para peces. Originalmente se usaba soja cruda, pero hoy fue reemplazada por un concentrado proteico. Proteína es lo que el salmón necesita y no importa lo que se le haga a la soja, ésta no contiene 70% de proteínas como el pescado. Cargill, el gigante multinacional estadounidense del alimento, produce diferentes balanceados a diferentes precios. El objetivo es obtener más proteína con menos pescado (…) Marine Harvest, que produce el 23% del salmón de criadero mundial, usa un balanceado con 14% de pescado, 8% de aceite de pescado, 20% de aceite de colza y más de la mitad de soja, maíz y gluten de trigo. Pero se sabe que cultivar soja no es una forma sustentable de producir pescado. Se está investigando en la producción de proteínas con algas…

Rsomón salado muerto en vertedero

Además, la piscifabricación de rosmón salado es una chanchada ecológica

En los fiordos chilenos, para proteger a las jaulas flotantes de engorde de rosmones salados de los lobos marinos se usan redes loberas en las que no sólo mueren atrapados los lobos sino también delfines y otros cetáceos. Las jaulas flotantes con su sobreabundancia de alimento atraen también a otros peces silvestres pequeños que a su vez atraen a lobos, delfines y otros cetáceos. Pero además, con la excusa de proteger a la industria del rosmón salado, se matan en forma ilegal y clandestina delfines y a veces, ballenas Minke. La fabricación de rosmones en cautiverio masivo también atrae cantidad de aves marinas, alterando su comportamiento y hábitat.

En The Guardian, “Global salmon farming harming marine life and costing billions in damage” (“La cría global de salmón daña la vida marina y cuesta miles de millones en daños”)(11/2/21) Fiona Harvey apuntó: “El cultivo de salmón está provocando la ruina en ecosistemas marinos a través de la contaminación, parásitos y altas tasas de mortalidad de peces que están causando miles de millones de libras de daños cada año (…) En conjunto, estos daños sumaron globalmente alrededor de 50 mil millones de dólares entre 2013 y 2019 (…) Alrededor de un quinto de la captura mundial anual de pescado, por un total de unas 18 millones de toneladas de peces salvajes por año, se usan para producir alimento para peces (…) el 70% va a los criaderos de pescado (…) las sardinas en África Occidental están ahora siendo pesadamente sobrexplotadas para este propósito y la situación probablemente se deteriorará más ya que los criaderos de pescado planean una sustancial expansión en los próximos años. Sólo Escocia planea duplicar su capacidad de cría para 2030, mientras que Noruega espera quintuplicarla para 2050 (…) Los costos asociados con la piscicultura son soportados en torno a un 60% por los productores, especialmente en forma de mortandad de peces y el costo de tratamiento del piojo de mar, pero alrededor del 40% de esos costos son soportados por toda la sociedad, en este caso en contaminación, pérdida de población de peces y los impactos en la crisis climática”.

Y también en The Guardian (15/9/20) “Net loss: the high price of salmon farming” (“Pérdida neta: el alto precio de la cría de salmones“) por Matt Kurlansky se lee que en Noruega un sólo criadero puede tener hasta una decena de jaulas que pueden contener más salmones atlánticos que toda su población mundial salvaje, es decir más de un millón de rosmones salados. Y dice que uno de los mayores problemas que los criaderos todavía tienen que resolver es el de los animales que se escapan. En el Atlántico, esos bichos de fábrica (genéticamente diversos por no decir inferiores) se mezclan con los salvajes. Pero sólo en Noruega hay unos 400 millones de rosmones salados mientras que sólo hay medio millón de salmones salvajes. En 2017 se rompió una de ocho celdas de un criadero canadiense en el Estado de Washington y escaparon 250 mil salmones atlánticos. Que no se pueden cruzar con los del Pacífico, pero si podrían invadir sus hábitats. Ello llevó a la prohibición de la piscifabricación de rosmón salado, que debe desaparecer del todo en Washington para 2025. El autor también explica el problema de los piojos de mar, de los que hay 37 géneros, todos parásitos, de los cuales dos atacan al salmón. Pero cuando los salmones eran animales salvajes, muy pocos se contagiaban piojos y éstos morían junto al salmón que remontaba su río natal, porque no viven en agua dulce. Pero en cautividad, los piojos (que se comen la piel pero no pueden con las escamas, entonces atacan la cabeza) pueden llegar provocar la pérdida de un cuarto de una jaula, decenas de miles de rosmones salados. Y contagian a los salmones salvajes, si los hay todavía. Se los combatía con un veneno anti-crustáceos que, de paso, también mataba langostinos y langostas. Y sería fatal si además lo comiera el krill. Poco se sabe de su efecto en humanos, porque los piojos se volvían inmunes al veneno, que se dejó de emplear. Ahora se los vacuna, uno por uno, cuando son smolts: la vacuna actual tiene siete componentes para siete enfermedades pero a medida que surgen nuevos patógenos, se le van agregando más componentes. También se usan antimicrobianos contra bacterias, virus y hongos. Como si no bastara, los piscifabricantes chilenos arrojan o dejan en los fiordos cables, redes, boyas, jaulas destrozadas y plásticos o microplásticos.

Mortandad de rosmones salados en una orilla chilena

Nos salvamos de tener fábricas de rosmón salado en el Canal Beagle

El diario La Nación (22/7/22) publicó la nota “Salmón: el producto que no se desarrolla en el país, quedó entre las importaciones restringidas” firmado por la periodista Gabriela Origlia, que además de informar que el aquí llamado rosmón salado, del que se importaron de Chile en los primeros siete meses del 2022 más de 39 millones de dólares, quedó entre los 350 productos “de lujo” sin dólares a tipo de cambio oficial, obligado a ser importado con “contado con liqui”. Pero lo que llama la atención en esta nota es cómo la periodista reluce su ignorancia (o pereza de indagar en internet, ya que espero no connivencia con los intereses en pugna) al escribir que “desde hace un año rige en Tierra del Fuego la única ley del mundo que prohíbe su cría“. Ello es falso de toda falsedad: en Alaska, Oregon y Washington está prohibida la piscifabricación de rosmón salado, que sin embargo está permitida en Canadá. La hipocresía o mala fe que rodea al rosmón salado puede también constatarse en la bonita web de uno de los principales importadores de rosmón, Agro Comercial del Carmen donde sólo hablan de “salmón fresco rosado chileno” y en ningún momento mencionan que es un bicho piscifabricado en cautiverio, alimentado con balanceado, atiborrado de antibióticos y coloreado artificialmente. Es que los fabricantes de rosmón salado necesitan mentir para volver apetecible su producto. En el ya mencionado “3 reasons to avoid farmed salmon” se lee que “La noruega Mowi ASA, el mayor productor mundial de salmón de criadero, arregló en una corte federal de Nueva York hace un año un caso de publicidad engañosa. La compañía pagó 1,3 millones de dólares y aceptó que sus subsidiarios en Estados Unidos dejarían de usar las frases “obtenido sustentablemente” y “criado naturalmente” para describir su salmón ahumado.”

Estos farsantes y delincuentes ambientales, hacia 2018, durante el gobierno Macri y en ocasión de una visita de los reyes noruegos, quisieron avanzar con la fabricación industrial de rosmones salados en el Canal Beagle. Se hicieron estudios de factibilidad por parte de los noruegos que arrojaron que el Canal Beagle se prestaba de maravillas para su industria, en ambas orillas. Es que a medida que las fábricas de rosmón van contaminando las aguas costeras chilenas desde Puerto Montt, Chiloé y Aysén, se mueven progresivamente hacia el sur y ya llegaron a la Tierra del Fuego chilena. Afortunadamente, las fuerzas vivas de Ushuaia lograron romper el huevo antes que pariera la serpiente y lo mismo hicieron los vecinos chilenos de Puerto Williams al otro lado del Canal, donde los industriales del rosmón ya estaba poniendo pie. Es que como bien dice el doctor Lovrich refiriéndose al fractal de los fiordos chilenos, “Chile tiene cuarenta mil kilómetros de costas factibles para piscicultura, Argentina sólo doscientos kilómetros” es decir, el Beagle. Todo el resto de nuestra costa es expuesta, con demasiadas corrientes y mareas como para enjaular rosmones salados.

Hay sólo una forma buena de hacer piscicultura de salmón Atlántico: en tanques cerrados en tierra firme que no arrojan efluentes, no dispersan enfermedades ni pueden escapar los peces. En los mercados anglosajones esta piscicultura amigable con el medio ambiente es etiquetada como “land-based” o “tank-based”. Pero sólo el 0,1% de los salmones Atlánticos se producen así. El 99,9% sale de las piscifábricas marinas.

En rigor también existe otra forma, llamada “hatching”, que consiste en sembrar alevines en cursos de agua dulce y capturar a los peces cuando regresan para desovar. Pero este modo de producción de salmones salvajes (practicado en la costa oeste de Estados Unidos) tiene el defecto de generar un impacto difícil de mensurar en dichos cursos de agua respecto a las especies nativas.

Rosmones salados muertos

La ignorancia argentina en materia de pescado no tiene límites

Salvo aquellos contados chefs que se rehúsan a cocinar y servir rosmón salado, la gran mayoría de los cocineros argentinos lo hace sin problema y aun más, el país está lleno de chuchimanes que se desmesuran al usar rosmón salado crudo para el chuchi: sería mejor que usaran kanikama, salchicha de viena o Leberwürst, que contienen menos tóxicos.

A precios de febrero de 2023 en la pescadería Ichiban del Barrio Chino porteño (donde compran por quintales su rosmón salado una cantidad de restaurantes) con un kilo de la bestia piscifabricada o de su equivalente igualmente artificial el truchón, se compraban casi 4 kg de delicioso lenguado; 3,5 kg de uno de los pescados más sabrosos del mundo, nuestro abadejo; más de 6 kg de uno de los mejores peces de mar, el rubio o el excelente besugo y casi 5 kg de mero, que como dicen en España es de la mar, el cordero.

Pero la ignorancia se multiplica aun más con los filetes: un kilo de filete de rosmón sin piel (donde se va casi todo el omega-3) cuesta como 7 kg de filetes de merluza, pez pollo o corvina, casi 6 kg de filete de gatuzo, casi 3 kg de filete de mero y unos 3,5 kg de filete de brótola o 2,5 kg de filete de lenguado. Hay que ser de muy pobre paladar para preferir un insípido bicho importado de criadero, artificialmente graso y aditivado con químicos y colorantes, a estos magníficos pescados naturales de nuestro mar. Y hay que ser tonto para pagarlo tantas veces más caro.

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