Los agroquímicos
Así quedo este alambrado, donde crecía mbucuruyá hasta que la campanilla lo invadió
En el parque de mi casa no me gusta usar agroquímicos ni venenos. Uso cebo clorado para las hormigas cortaderas negras cuando no me queda otro remedio y a veces algún otro producto si hongos o pulgones me atacan los frutales.
Pero hace años que lucho contra una peste vegetal invasora: la campanilla violeta (Ipomoea purpurea) o Don Diego de día, esa enredadera que crece a lo largo de las vías de ferrocarril en los suburbios. Es una planta odiosa, la que yo más detesto.
Trepa por los árboles, se expande a velocidad asombrosa con sus larguísimas ramificaciones y cubre todo, matando hasta el pasto. Tras mucho arrancar, me cansé y rendí ante los defoliantes. Ya había intentado liquidarla con glifosato, pero sin resultado: investigando un poco descubrí que las Ipomeas suelen ser resistentes a él. En una tienda de productos agrícolas (en Escobar hay mucha horticultura) me aconsejaron usar glifosato líquido mezclado con otro producto granulado sólido, llamado Metasulfuron 60. No es barato (el glifosato tampoco) pero lo hice. A la semana de una primera rociada los efectos de ese defoliante eran asombrosos: la campanilla estaba casi seca y todo el pasto al pie de ella, también. Con dos rociadas la campanilla violeta fue kaputt junto a todo otro yuyo.
Quedé muy satisfecho pero al mismo tiempo asombrado. Donde rocié esos defoliantes no quedó nada salvo hiedra (más luego, pero la hiedra también murió), pero tampoco quedó ningún rastro de insectos. Tierra arrasada. Lo que me pregunto es cómo quienes hacen agricultura en gran escala para alimento de humanos o animales emplean esos productos año tras año en su propia tierra sin sospechar que liquidar toda forma de vida vegetal (menos aquella genéticamente modificada) no puede no tener, a la larga, un efecto nocivo para el equilibrio natural.
La discusión sobre el potencial cancerígeno del glifosato de Monsanto hoy Bayer está cerrada desde que en 2022 la Corte Suprema de Estados Unidos obligó a Bayer a pagar millones de dólares a un ciudadano que contrajo cáncer. Aun así, en una superficie agrícola equivalente a tres veces la de California, se sigue empleando glifosato. En la campaña 2023-24, en Argentina se sembraron 25,9 millones de hectáreas de soja y maíz, presumiblemente todos RR (Roundup Ready o resistentes al glifosato): superficie equivalente a dos provincias de Santa Fe.
Y nunca se habla de otro herbicida espantoso, la atrazina, prohibido en Europa desde hace veinte años pero de uso común en Estados Unidos y docenas de países.
La atrazina, además de matar yuyos y afectar la vida animal, liquida de paso a las amapolas silvestres. En Argentina, la atrazina fue encontrada hasta en la leche de vaca.
En Wikipedia (“Agroquímicos en Argentina”) leo que Argentina “es uno de los países con una de las mayores tasas de aplicación de plaguicidas a nivel mundial, con 10 litros de plaguicidas aplicados por habitante por año”. Nuestras leyes prohíben una docena de agroquímicos pero hay otros como el imidacloprid, otro producto Bayer, prohibido en Europa por el daño que hace a las abejas pero de venta libre en Argentina. El imidacloprid es absorbido por las raíces de la planta y los insectos que comen sus hojas, mueren. El imidacloprid se usa mucho en nuestra horticultura, en particular para la lechuga.
La demostración de que el resultado de los defoliantes y otros agroquímicos en las pampas es nefasto es que cuando yo era niño y viajábamos en el Peugeot 403 de mi padre por las llanuras, en cada parada la diversión con mi hermana Marina era ir al radiador a sacar la cantidad de mariposas que había allí estrelladas. Y hace 35 años, cuando hice la primera Guía Pirelli con un R-12, al viajar en verano por las pampas debía llevar una goma-esponja como las que usan en las estaciones de servicio y un bidón de agua con detergente para limpiar cada tantos kilómetros el parabrisas, manchado de restos de insectos estrellados. Hoy viajo 400 kilómetros ida y vuelta en verano por la pradera y vuelvo a casa con el limpiaparabrisas limpio.
Es terrorífico pensar que todas esas mariposas, libélulas, cascarudos y otros insectos voladores fueron exterminados por la codicia humana, para producir más y más barato, como le encanta al peligroso energúmeno fanático de esa sandez de “la mano invisible del mercado”.
Efectos del herbicida
Sólo dos aplicaciones de herbicida
Por que no probar con el carpido?
podés venir a carpir cuando gustes, hay azada, pala, rastrillo…