Los mejores tango shows de Buenos Aires (I): Gala Tango

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Los bailarines de Gala Tango

En las próximas semanas iré publicando unas notas basadas en mis visitas a los shows de tango más importantes de Buenos Aires. Aclaro (por condenastismo o michelinismo) que fui invitado y no anónimo y pagante. Pero la comida y el show fueron lo que ofrecieron a todos y el lector juzgará si mi juicio fue nublado por la invitación.

Gala Tango está en Balcarce al 400, una cuadra de linda vitalidad nocturna nutrida de lugares donde ir, más allá del clásico La Trastienda. En un viejo edificio de ladrillo totalmente renovado de tres plantas, Gala Tango es en realidad un complejo tanguístico que comprende tres lugares de cena y tango show: El Aljibe (que ofrece un show más temprano, económico y breve pensado para turistas de crucero o recién llegados de Ezeiza), La Ventana (cuyo show, al igual que los otros dos, es tango y folklore pero más económico y turístico) y Gala Tango (que es el de nivel superior). Pero en rigor hay otro nivel aun más alto que es el Quincho o roof top, una mesa para 20 a 40 personas exclusiva, con una gran parrilla y una hermosa terraza con vista a las cúpulas del contiguo convento de Santo Domingo: allí se puede comer un asado en grupo para luego bajar a Gala Tango a ver el show. Como si no bastara, hay además un amplio y muy bien decorado Salón Julie donde se puede ir una hora antes del show a tomar una clase de tango. Si esto fuera poco, los propietarios también lo son del contiguo y tradicional pero renovado Michelangelo, un antiguo depósito de aduana cuyos tres salones de impresionantes bóvedas de ladrillo visto dan la impresión de estar comiendo en una construcción romana o románica.

Entre la cena y el show, la experiencia Gala Tango dura cuatro horas. El ambiente es un gran salón de decorado clásico, con las mesas bien ubicadas frente a un amplio escenario, con buena insonorización y acústica. De un lado, al fondo, un bar bien nutrido de bebidas y del otro los servicios higiénicos, impecables. Sirven un trago de bienvenida y una copa de espumante mientras se eligen entrada, plato y postre de un menú bastante amplio y argentino. Como entrada, curioso de ver cómo es eso en un restaurante, elegí choripán de una lista que incluía carpaccio de lomo, empanada de carne o de humita, vitel tonné y ensaladas. Estuvo bien, aunque me quedo con los de mi puesto favorito en Costanera Sur. Luego fui al bife de chorizo, dejando de lado bondiola, milanesa de bife de chorizo, escalope de pollo, pesca del día y varias pastas: generoso bife de más de una pulgada de espesor que pedí bien jugoso y llegó apenitas jugoso pero conociendo esta tierra el error fue mío, por no haberlo ordenado bleu. Rico, aunque no iría a Gala Tango por el bife de chorizo ni tampoco por el postre, peras al malbec elegidas entre varios clásicos nacionales, a comenzar por el flan con crema y los panqueques con dulce de leche. Todo acompañado con un muy discreto Malbec etiquetado para la casa. Servicio impecable. Local bastante lleno, todos extranjeros. A las diez, puntual, ya retirados los platos, comenzó el show.

Al compás de la banda que dirige el excelso bandoneonista Fabio Hager (piano, contrabajo y dos violines) suben al escenario las tres parejas de bailarines, todos impecables (mi única crítica es que los tres varones lucen barba corta, lo que me parece poco tanguero) y luego la voz masculina de Alberto Bianco con Corrientes 348 y la femenina de Sandra Cabal con Se dice de mí. Ambos muy buenos, ella quizá un poco corta en los agudos. Tras una milonga, viene el excelente tramo folklórico con dos virtuosos: primero el charango de Rodolfo Ruiz y luego el bombo y las boleadoras de Quimey Castillo, que asombra a los forasteros. Tras lo cual vuelve el tango con una sucesión de clásicos (Caminito, Por una cabeza, Volver, Mi Buenos Aires querido y en dúo vocal final, El día que me quieras).

El cierre lleva a todos los músicos y bailarines al escenario para cantar No llores por mí Argentina lo cual no estaría mal, pero me resultó excesivo que en las pantallas se proyectaran imágenes documentales de Evita y tanto más que al final suban tres banderas argentinas al escenario. La Perona (como la bautizaron los republicanos antifranquistas en 1947) y el pabellón nacional no deberían mezclarse y menos en un escenario de show para turistas. Eso fue lo único que me fastidió de una noche en que la pasé muy bien. Así como Italia me hace sentir italiano (más allá de sus paisajes y arquitectura) por su cultura alimentaria, Argentina me hace sentir argentino (más allá de su geografía) por su música. Que somos una nación con una cultura propia y definida lo demuestra nuestra música popular mejor que ninguna otra cosa. Vaya a Gala Tango: es caro en pesos, pero los vale.

Fabio Hager al bandoneón

Quimey Castillo y sus boleadoras

Rodolfo Ruiz y su charango

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