Los tabúes alimentarios
Una de las secciones de la Mesa de los pecados capitales, de Hieronymus Bosch
Hace unos días, viendo La Práctica de Martín Rejtman, me asombró escuchar un par de veces que el ajo y el yoga no se llevan bien. Como no concibo la vida sin ajo (todos los días como al menos un diente, con frecuencia crudo en la ensalada) y me resulta blasfemo objetar sus virtudes, me puse a investigar un poco. Y en efecto, descubrí que a pesar de que la medicina ayurvédica reconoce las innumerables virtudes del ajo y la cebolla, ambos alimentos son “rajásicos y tamásicos, y se les prohíben a los yoguis porque arraigan la conciencia con mayor firmeza en el cuerpo”. Encontré el testimonio de un Karma Yogi que comía “toneladas” de cebollas, ajo y picante hasta que en los retiros espirituales los dejó durante meses y cuando volvió a probar una salsa con ajo, al día siguiente se sintió agitado e inquieto como nunca en su largo retiro. Bué, supongamos que así sea aunque a mí me suena a superstición. Igual que el Panchamakara o “Cinco M’s”, un ritual tántrico que prohíbe cinco substancias: madya (vino), mamsa (carne), matsya (pescado), mudra (granos tostados), y maithuna (sexo). Qué podrá salir de bueno de semejante dieta.
Pero mientras no hagan proselitismo y se mantengan en las suyas, respeto todas las creencias y supersticiones alimentarias, incluso a los veganos. Ello no obsta a que en mi opinión sean incomprensibles ridiculeces, tal como los tabúes árabes y judíos con el cerdo y el de éstos con los mariscos, o los lácteos con carnes.
Así, di con un interesante trabajo del biólogo neozelandés Victor Benno Meyer-Rochow, “Food taboos: their origins and purposes”, publicado en 2009 en el Journal of Ethnobiology and Ethnomedicine, que gloso en los párrafos que siguen.
Los Orang Asli, una tribu aborigen de las selvas del oeste de Malasia, como casi todos los humanos no comen carne humana ni tampoco la de ningún animal que haya sido su mascota o criada por ellos, aunque la pueden vender para que otros se la coman. Tampoco comen lagartijas o babosas: si una cae en su comida, la tiran. No comen ningún animal que haya podido consumir carne humana. Ni cuervos (a los que consideran venenosos) ni bichos que arrastran por el suelo. Pero a sus niños los alimentan desde pequeños con sapos, ranas, pescados, pájaros y caracoles de agua. Cuando son más grandes comienzan a comer ratones y ratas y al volverse adultos, agregan a su dieta monos, murciélagos, gatos, osos hormigueros y luego serpientes, gibones e incluso elefante. Las mujeres embarazadas deben seguir una dieta especial basada en animales con “espíritus” débiles tales como ratas, sapos, peces y pequeños pájaros que deben ser capturados por ellas o un pariente próximo.
Los Onabasulu de Papua Nueva Guinea detestan a los gusanos y cualquier bicho que viva en la tierra y creen que las mujeres menstruantes no deben comer carne ni frutas rojas ni tocar alimentos o trampas de caza. Las embarazadas no pueden comer huevos y las maduras, pescado. Los varones jóvenes pueden comer lo que quieran pero cuando se casan deben dejar de comer carne cruda y como sus mujeres, consumirla sólo ahumada.
Los nativos de las islas Kiribina o Trobriand prohiben a las mujeres embarazadas comer peces coralinos y mangos, bananas y otras frutas porque creen que causarán deformaciones al bebé. Los hombres que van a pescar tiburones deben antes abstenerse del sexo, ayunar y beber agua salada. Los lenguados, las rayas y otros pescados son tabú. Y en la época de cazar tortugas está prohibido hacer jardinería. Pero en las islas hay pueblos con distintos tabúes: los habitantes de la aldea de Boitalu son los únicos que comen cerdo salvaje y wallaby, pero son discriminados por sus vecinos. Los caciques tienen tabúes muy estrictos pero variables: en el norte sólo pueden comer cosas fritas o asadas, nada hervido o guisado. En el sur, los jefes son los únicos que pueden comer lenguado y raya.
En el centro oeste de Nigeria, a los niños no se les da carne ni huevos porque creen que se vuelven ladrones. Las entrañas y muslos de pato sólo las comen los viejos, a los niños se les da los extremos de las patas y las cabezas. Los niños tampoco pueden beber leche de coco porque los vuelve idiotas ni comer hígado porque enferman de los pulmones. En algunos pueblos nigerianos las mujeres embarazadas no pueden comer caracoles y en otros, huevos o leche. En otras partes les está prohibido comer puercoespín. Tras el parto, en algunos lugares no pueden comer carne ni aceite y en otros, sopa de nueces de palma. Los hombres tienen prohibido matar y comer animales que en la leyenda local los ayudaron en la guerra: así, pueden ser tabú las perdices, ciertos reptiles, el puercoespín o incluso la oveja. Es común que no coman porotos porque los consideran nocivos.
En la India, los brahmanes (la mujer de Meyer-Rochow es brahman) no tocan ni mucho menos comen ninguna carne, pescado o huevos, que no pueden entrar al hogar. En efecto, los brahmanes más ortodoxos no comen ajo o cebolla porque favorecen el enojo y el deseo sexual. Las otras tres castas hindúes pueden comer pescado, huevos e incluso carne (de oveja, cabra o gallina, jamás de vaca) aunque durante varios períodos del año está prohibido cocinarlas. En el día de Mahatma Gandhi no se vende carne en ninguna parte. Las viudas de las tres castas tienen prohibido comer carnes y huevos para mantenerse…castas. En el onceavo día después de luna nueva y luna llena no se pueden comer granos. Y está prohibido recoger frutos o plantas tras la caída del sol.
Entre los judíos (Meyer-Rochow lo es) además de los ayunos de Yom Kippur y otras festividades se debe observar el kashrut, a comenzar por mantener separado del resto de la vajilla aquello que fue usado para las carnes y jamás mezclar lácteos o sus derivados con carnes así que nunca lasagna ni hamburguesa con queso. Nada de mariscos (del mar, sólo lo que tenga escamas y aletas, o sea tampoco tiburones o anguilas) y de ningún animal, el tendón del muslo. Nada de cerdo (caballo, conejo o liebre tampoco) y de los otros animales, sólo carne de aquellos sacrificados por el experto religioso.(En Argentina, nada de jabalí, ñandú, guanaco, llama, mulitas o quirquinchos ni yacaré).
Los Netsilik de Canadá nunca comen en el mismo día un mamífero marino y un mamífero terrestre. En Senegal las mujeres y los niños no pueden comer pollos ni huevos. Entre los aborígenes australianos la miel silvestre es sólo para los hombres viejos y sabios.
Tras enumerar estos tabúes, el doctor Meyer-Rochow intenta explicarlos pero sin gran resultado, ya que algunos son permanentes y atañen a todo un grupo humano, otros son temporales o conciernen a partes del grupo y prácticamente ninguno está relacionado con razones fisiológicas o higiénicas. Algunos pocos tabúes parecen tener alguna explicación ecológica, otros sólo aparentan tener sentido como signos de identidad grupal o social. Meyer-Rochow no lo dice, pero es claro que todo tabú alimentario es un signo más de la imbecilidad humana.
En lo que a mí respecta, tengo obviamente mis tabúes o imbecilidades alimentarias, aunque no son de índole religiosa ni los impongo a nadie. No como carne de caballo (ni de perro o gato) aunque jamás las probé, al igual que la carne humana. De la vaca o el cerdo no como seso, ubre, corazón, hígado o riñones ni otras achuras más que el chinchulín y la molleja bien tostadas y el mondongo, porque no me gustan. Tampoco como rosmón salado porque no aprecio el pescado de fábrica. No toco el sushi si no lo prepara un japonés delante mío y cerca de un puerto pesquero. Y hace ya unos años dejé de comer pulpo, porque me da lástima. Ranas y caracoles de tierra comería casi a diario, si se encontraran y a precio razonable. Y como buen italiano, no me gusta mezclar las carnes de tierra y de mar, salvo en el vitello tonnato tan común en esta época argenta del año.
P.D.: en Wikipedia en inglés hay un largo y excelente artículo sobre el tema, que es mucho más amplio que lo reflejado aquí. Ver wikipedia.org/wiki/Food_and_drink_prohibitions
A mi también me da lástima el pulpo y no lo como. Es demasiado inteligente para terminar en una olla.