MI HOMO ARGENTUM

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No tenía particular interés en verla (a pesar del boatito mediatiquito localcito) porque mi amigo de Cine Raro Hugo Caligaris, la más cinéfila de mis relaciones, la vio apenas salió y me comentó que le pareció muy floja. Además, siento repulsión por ser uno más en cualquier fenómeno masivo: me niego a mirar por tv esas cosas que miran a un tiempo mil millones de personas, como las inauguraciones olímpicas. Pero unos días más tarde, escuchando radio mientras cocinaba, oí a Juan José Campanella ensalzarla al punto que me intrigó. Hasta hoy que fui a verla, consideraba serías las opiniones de Campanella. Homo Argentum no es floja, es un bodrio. Y no por cuestiones políticas, sino meramente artísticas. Es una chota comedia de más de hora y media que a mí me arrancó apenas una media sonrisa en la única ocasión en que toda la sala dominical rió fuerte (el episodio “Cadena Nacional”)… porque en todos los demás las risas ajenas fueron nulas o tímidas, igual que los aplausitos finales.

El bodrio quisiera ser una sátira menipea (como el entrañable Luis Chitarroni definió a mi Peronium tras leerlo e incitarme a publicarlo) pero no es nada más que una sorprendente demostración de cuántos distintos personajes puede crear Francella con buen maquillador, pelucas, peladas, bigotes y afeitadas. Además, es una película obscenamente publicitaria (Taragüi, Mostaza, Panter, Car One, Solo, Samsung, Luigi Bosca, Havanna, etc… me dicen que el 20% del costo de la película se pagó con esa modalidad prostibularia que ofende al buen cine). Pagué diez dólares por media sonrisa y encima me propinaron una carretilla de propaganda.

Justo hoy que fui a verla, el diario La Nación dedicó a la película tres notas a toda o casi toda página: una de María Nöllmann sobre “la inesperada grieta que se abrió en la identidad nacional”, otra de Pablo Sirvén (Los “anti-Francella” son “derechos y humanos”) y una de Jorge Fernández Díaz (“La polarización nos ha vuelto imbéciles”). El diario está tan fofo y perdido que me pregunto qué sería si Germán Sopeña no hubiera muerto hace 24 años.

Más allá de que es una producción argentina llamativamente taquillera para lo mala que es, nadie dice que el “debate” o “polémica” entre cabezas flatulentas como la del energúmeno presidencial (cuyo espesor mental y cultural es público; su tuit sobre esta peli reza “Homo Argentum: disonancia cognitiva en el corazón woke” (SIC)) o la de una pobrecita periodista que la tildó de “apátrida” (aparentemente sin haberla visto…) es tan gratuita como discutir sobre el olor de los flatos. Homo Argentum carece de entidad y significado para generar una polémica entre nadie sobre nada. Para comenzar, ni siquiera es Argentum sino Porteñum: ningún patagónico, cuyano, norteño, litoraleño o cordobés le encontrará nada suyo. Varios de sus capítulos o episodios son del todo gratuitos, especialmente “Ezeiza”.

Los únicos que pueden, con toda razón, sentirse ofendidos por este bodrio choto son los habitantes del municipio de Montalbano Elicona, en provincia de Messina y región Sicilia: con toda razón podrían declarar personas non gratas a Francella, Cohn y Duprat y prohibirles poner pie allí de por vida. Lo que hacen en ese capítulo no es sátira sino un agravio burdo e ignorante, cosas que en Sicilia se pagan.

“Mi obra maestra” de Duprat con Brandoni y “El encargado” de Cohn y Duprat con Francella me gustaron e hicieron reír bastante. Después de esta patética Homo Argentum rastrera y saturada de propaganda, comenzaré a verlos con mayor prevención. Y a tomar con pinzas las opiniones de Juan José Campanella… Al hermanito energúmeno de El Jefe coimero nunca lo tomé en serio. Lo mismo que a los fans del cine K: gada. Francella, Cohn y Duprat me deben 15.800 pesos.

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