Sobre un fabuloso libro que no leeré jamás

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Hace un año y medio que lo tengo y pese a que lo intenté varias veces, me rendí ante la evidencia: nunca voy a poder leer “El estilo en las artes técnicas y tectónicas o Estética práctica, Un manual para técnicos, artistas y amantes de las artes” de Gottfried Semper, más conocido y para la brevedad como “El estilo” o, aún más sencillamente, “El Semper”.

El Semper es el libro más grande que jamás tuve, el libro más grande que hay en mi casa donde hay muchos libros. Mide 30 cm de alto, 20 cm de ancho y 6 cm de espesor, tiene 1.078 páginas de un papel satinado de alto gramaje y pesa 4 kg. Además de los cientos de ilustraciones y grabados que contenía la edición original, esta edición en castellano tiene 1.700 ilustraciones y fotografías adicionales que ni siquiera la edición inglesa (USA) tiene. Es también uno de los libros más grandes que conozco no en sentido físico, sino por su riqueza y sabiduría. Es una Biblia, un texto iniciático y sagrado para quien quiera se interese de artes textiles, cerámica, diseño y decoración, arquitectura y cualquier forma de construcción en cualquier material, desde la piedra y la madera al acero. Toda la historia de cada una de estas técnicas y artes está allí dentro, desde Caldea y Asiria a Egipto, Grecia y Roma. Se habla de cascos, ropa, teteras, ánforas, muebles, columnas, templos, naves y armas, entre muchas otras cosas. Es lo más cercano al Gesamkunstwerk u “obra de arte total” que he visto jamás. La primera edición fue en dos tomos, entre 1860 y 1863.

Pese a que leí todo sobre Gottfried Semper en Wikipedia, sigo sin comprender cómo un ser humano pudo concebir y realizar en una vida una obra semejante. Además de proyectar y construir obras notables como la Ópera de Dresden (y la formidable sinagoga quemada por los nazis en la noche de los cristales rotos, además de muchas otras importantes obras no sólo en Dresden sino también en Zurich y Viena), viajar, enseñar y participar activamente en las revoluciones de 1848, lo que le valió más de una década de exilio.

Menos me explico que una obra tan descomunal como “El estilo” escrita hace un siglo y medio haya caído prácticamente en el olvido incluso en los países de habla germánica* y que recién en 2004 haya sido publicada en inglés en Estados Unidos, en un esfuerzo sostenido por el Getty Research Institute.

Así que mucho menos aun entiendo cómo alguien, sólo porque no estaba traducido al castellano acometió la desmesurada empresa pensando al principio en traducirla del inglés para darse cuenta que era imposible y debía hacerlo del alemán, idioma que aprendió al efecto. El arquitecto porteño Juan Ignacio Azpiazu es quien reunió en su persona capacidades que fueron mucho más allá de las de un traductor del alemán al castellano. Porque además de la infinidad de dificultades técnicas de semejante traducción, se arrogó a sí mismo el rol de compilador iconográfico (¡1.700 imágenes!) diagramador y editor de la obra, empresa colosal que afrontó de su peculio. Y publicó en 2013 en una edición impecablemente impresa en China, en mil ejemplares.

El arquitecto Azpiazu descubrió a Semper en artículos cuando era estudiante, a fines de los ‘80. Se dio cuenta que la obra del arquitecto alemán era “un material intemporal, una revelación” que recién pudo leer en inglés en 2004. Azpiazu entonces vivía en Nueva York y había perdido bastante de su castellano, que tuvo que volver a aprender al efecto. Su primera idea fue traducirla del inglés pero pronto vio que además debía hacer una investigación de imágenes para comprender aquellas obras a las que se refería Semper. Finalmente cayó en cuenta que había cosas en la traducción inglesa que no se entendían o estaban mal traducidas y que debería verlas en el original alemán. Así, decidió traducir del alemán, con ayuda de diccionario y algunos cursos. Dice: “es mucho más fácil para alguien que es arquitecto aprender alemán para traducir un texto como éste, que para alguien que no es arquitecto aunque sepa perfecto alemán”. Tardó tres años, dedicado a tiempo completo a traducir. Descubrió que el trabajo de traducción era el 10 % del hacer el libro. Por ejemplo encontraba expresiones que incluso personas de alemán nativo no entendían, sea por cuestiones técnicas o porque habían sido escritas un siglo y medio antes. Tuvo que repasar siete veces el texto traducido. Las imágenes añadidas acabaron siendo 1.700: ello significó no sólo hallarlas sino además conseguir los derechos de reproducción. Luego se dio cuenta que una persona que no comprendiera el sentido del texto no sería capaz de armar las páginas y así aprendió un programa de diseño y armó él mismo cada una de las 1.078. Sin un Getty detrás ni el apoyo de ninguna institución, se puso a buscar dónde imprimirlo: en Argentina era técnica y financieramente imposible: el costo de un ejemplar impreso (en dos volúmenes, porque en uno era imposible) era el mismo que el precio de venta de un ejemplar de la edición en inglés. Entonces acabó haciéndolo en China, el libro y la caja que lo contiene. Como si no bastara, dedicó otros tres meses a hacer una versión digital que por su peso y cantidad de imágenes funciona sólo en dispositivos apple. Editorialmente, lo que hizo Azpiazu es superior a los que hizo Semper en alemán y Mallgrave en inglés. Él bromea diciendo “ahora los alemanes que quieran entender al Semper van a tener que aprender castellano”.

Al inicio del volumen, hay un trabajo de Semper “Sobre las leyes formales en el adorno y el significado de éste como símbolo artístico” que es esclarecedor desde su primera línea: “El rico y preciso idioma de los helenos tenía la misma palabra para designar a la decoración con la cual nos adornamos nosotros y adornamos a los objetos de nuestro aprecio, y a la ley natural y el orden supremo del mundo.

Este profundo sentido doble de la palabra κόσμος [kósmos] es de alguna manera la clave de la concepción helénica del mundo y del arte. Para el heleno el adorno era en su conformidad con la ley cósmica el reflejo del orden general del mundo”. ¿Adónde se enseña, hoy, que “cosmética” y “cosmología” tienen una raíz común?

Nadie que nutra interés amateur o profesional por la historia del arte, las artes textiles, la cerámica de uso y decorativa, la mueblería y carpintería, las artes decorativas o la construcción en cualquier material, el diseño y la arquitectura puede vivir sin el Semper. Es lo mismo que para un cristiano no tener la Biblia en casa, un musulmán el Corán, un hebreo la Torá. No es mi caso, ya que salvo la arquitectura mi interés por las demás disciplinas es limitado. Pero necesito tener el Semper por otra razón quizá más concluyente: bibliofilia o bibliomanía. El de Azpiazu es el volumen más bello e impresionante que tuve en mi vida. No puedo leerlo porque suelo leer en la cama y por su peso y dimensiones es imposible: sólo se puede acceder a él en posición bibliotecaria, sentado frente a una mesa. Aunque es una lectura atrapante en cualquier página que se lo abra, raramente puedo leer más de una página porque aunque está admirablemente escrito, obliga a reflexionar, consultar notas a pie de página e imágenes en apéndice, etc. Tiene dos cintas señaladoras, una amarilla para marcar la página de texto y otra roja para las láminas de iconografía (que son más de 170 páginas).

Hace unos años me desprendí de la mitad de mis millares de libros porque no tenía más espacio físico donde ponerlos, pese a que vivo en una casa bastante grande. Sé que si me mudara algún día de esta casa, no podría prescindir de llevarme algunas docenas o cientos de libros. Entre ellos está el más pesado e incómodo de todos, el que no leeré jamás pero no puedo dejar de tener. El Semper editado por Juan Ignacio Azpiazu estará siempre cerca mío, como quien dice una vieja Enciclopedia Británica. Se lo consigue en amazon y en mercado libre argentina. No es un libro caro, considerando que libros anodinos sobre cualquier estupidez cuestan incluso un cuarto, un quinto o un séptimo de lo que vale esta maravilla imperecedera.

El Semper de Azpiazu es una prueba ulterior de que vivimos en un país prostituído, enrevesado, titulado por la arrogancia de la ignorancia ilimitada. Esta obra fundamental, muy superior a la edición inglesa e incluso a la alemana por la inmensa iconografía que reunió su editor, tuvo una serie de comentarios muy elogiosos por parte de Harry F. Mallgrave, traductor de la edición inglesa, del arquitecto César Pelli y de varios otros notables y fue adquirido por bibliotecas universitarias de varios países de lengua castellana. En Argentina, sólo fue comentado en un video en ARQ de Clarín** y una sola biblioteca de una facultad de arquitectura lo compró. Es que esta obra colosal pone en ridículo a la academia de la arquitectura y el diseño argentinos y también, sin quererlo, es una burla a esa gruesa de la industria editorial argentina que publica, caro y mal, montañas de pelotudeces.

Un sólo hombre, sin haberlo hecho nunca antes, fue capaz de realizar, en completa soledad y de su bolsillo, un libro que le merecería el Nobel de la Traducción y el Nobel de la Edición, además del reconocimiento de la academia y del Estado y el apoyo incondicional de Mecenas amantes de los libros y las artes. Así como la devoción de todos los bibliófilos y bibliómanos de lengua castellana. Más que un libro, el Semper de Azpiazu es un mundo, inconmensurable e inagotable.

  • * Me corrige el arq. Azpiazu que “no cayó en el olvido, de hecho se lo cita continuamente, pero medio como a una divinidad. Los suizos (los únicos que mantienen viva la disciplina, digamos, los únicos que no se perdieron) derivan su sistema de enseñanza de él; sus manuales lo mencionan continuamente. Pocos lo leen directamente, eso sí”
  • ** El arq. Azpiazu me informa que también hubo una nota en la revista de arquitectura PLOT.

Traducción y edición Juan Ignacio Azpiazu

Buenos Aires, 2013

Edición impresa ISBN 978-987-28766-1-6.

Edición digital para iPad. ISBN 978-987-28766-0-9

Comments
  • Esteban Urdampilleta
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    Excelente obra y sobresaliente tarea del arquitecto Ignacio Azpiazu

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