Soy un boludo

 In Blog

Hace mucho tiempo que no me sentía tan pero tan boludo, casi pelotudo. Ocurrió el pasado viernes 7 de noviembre por la tarde. Estaba mirando Facebook y vi el anuncio que aquí se reproduce: como uso Netflix y soy jubilado, me pareció bueno un descuento de 40% así que hice click y me atendió de inmediato por WhatsApp una persona muy bien preparada para eso que, luego descubriría, fue lo que se llama physhing. Fraude.

No creo ser un ingenuo, pero caí como un chorlito. El tipo al otro lado del teléfono no sólo se expresaba muy bien sino que además, curiosamente, parecía ser realmente de Netflix por la información que manejaba sobre mi. Y sobre una de mis cuentas bancarias con la que pagaba el servicio.

Fue una historia larga que duró varias horas con ribetes inverosímiles que no puedo hacer públicos. Con el sino del después, diría que hay personas (delincuentes tan bien preparados y talentosos, además de muy diestros en manejo digital) con capacidad para realizar algo parecido a la hipnosis por vía telefónica. Éste (que dijo llamarse Cristian Emanuel Fernández, aunque en los rastros bancarios que dejó parecería llamarse Lucas Alejandro Montoya) logró meterse en mi cuenta, vaciar los pocos dólares que tenía y sacar a mi nombre un crédito millonario porque (de eso me enteraría luego) los bancos hoy no prestan dinero verificando la solvencia de quien lo solicita ni pidiendo una firma sobre papel sino sólo en base a la calificación crediticia y con un click, al instante.

Fue una pesadilla que me tuvo a mal dormir varios días. El lunes siguiente fui al banco apenas abrió y de allí a la comisaría a hacer la denuncia, que luego envié al banco. No sé cómo, pero al día siguiente los dólares que habían desaparecido de mi cuenta volvieron allí. Y unos diez días más tarde el banco (que imagino debe estar asegurado para estos casos) me reconoció como víctima de physhing y anuló el millonario crédito que me otorgaron y que este sujeto se robó.

Me da bastante vergüenza contar esta historia pero creo que en este mundo de celulares, claves y tokens en que vivimos es bueno advertirlo: si caí yo, creo (quizá sólo para sentirme un poco menos boludo) que puede ocurrirle a cualquiera. El gentil oficial de Policía Bonaerense que tomó mi denuncia (y que me dijo que los casos similares son muy frecuentes) al terminar de tipear tras casi una hora reflexionó: “Qué lástima que tipos tan hábiles se dediquen a esto. Lo que podrían hacer si trabajaran para bien”.