Stalin fue un Hitler, Lenin fue un Stalin. ¿Y Trotsky, qué fue? (I)

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Tras el colapso de la U.R.S.S. y la apertura de los archivos soviéticos y del ex bloque comunista a los historiadores, la figura de Stalin quedó reducida a la misma dimensión que la de Hitler.

También la ficción de un “Stalin malo” y un “Lenin bueno” fue hecha trizas. Ya no quedan stalinistas ni leninistas salvo entre los trotskystas, absolutamente impermeabilizados frente a lo que la historia, desde la última década del siglo XX, fue revelando sobre sus idolatrados fundadores.

Trotsky

Aún a riesgo de molestar a algunas amistades y conocidos que medio siglo después siguen adhiriendo a un trotskysmo que a mí se curó desde teenager, quiero glosar aquí algunos párrafos de la formidable “La tragedia de un pueblo. Una historia de la revolución rusa” de Orlando Figes, publicada en 1997 y que sin embargo acabo de leer, en inglés, por sugerencia de mi amigo Loris Zanatta. Hay edición castellana y lo que cito es todo traducción mía.

Trotsky “Nutría típicas dudas mencheviques sobre el estricto centralismo y extremismo de Lenin. Recién en julio de 1917 finalmente se unió al partido bolchevique y entonces, como lo expresó, sólo porque los bolcheviques se estaban ‘volviendo menos bolcheviques’.” Apunta Figes: “Fue mayormente la rivalidad personal lo que impidió que Trotsky se uniera antes al partido bolchevique, a pesar de la ausencia de toda real diferencia ideológica entre él y Lenin durante 1917. No podía permitirse rendirse al “partido de Lenin”-un partido del que había sido tan crítico en el pasado. Una vez, cuando le preguntaron qué los mantenía apartados a Trotsky y a él, Lenin repuso: ‘¿No lo sabe? Ambición, ambición, ambición’.

Cuando se exilió en Estados Unidos con su mujer, Trotsky alquiló un departamento en el Bronx. Narra Figes que comía en lugares de delicatessen judías y se volvió antipático a los camareros porque nunca dejaba propina ya que lo consideraba injurioso. Compró muebles a crédito y cuando se volvieron a Rusia dejó una deuda de 200 dólares (que serían unos 5 mil de hoy): cuando sus acreedores lograron ubicarlo, ya era el ministro de relaciones exteriores de la recién nacida U.R.S.S.

Si bien los empleados públicos tenían distintas ideas políticas, virtualmente todos concordaban en que el régimen bolchevique era ilegal y había que oponérsele. Trotsky fue recibido con risas irónicas cuando llegó al ministerio de relaciones exteriores y se presentó en una reunión con los funcionarios como su nuevo ministro; cuando les ordenó que volvieran al trabajo, se marcharon del edificio en protesta”.

Lenin sale bastante machucado del libro de Figes. Para comenzar: “Lenin siempre fue bastante cobarde. Valentinov, que conoció bien a Lenin en Suiza, escribió: ‘Él nunca hubiera ido a las calles a luchar en las barricadas, o pararse en la línea de fuego. No él, sino otros, más humildes, debían hacer eso…Lenin salía corriendo incluso de las reuniones de emigrados que parecían poder terminar en una pelea (…) Durante su estadía en Petersburgo en 1905-1906, exageraba tanto el peligro para sí mismo y alcanzaba tales extremos en su ansiedad de autopreservación que uno estaba destinado a preguntarse si no era simplemente un hombre sin coraje personal’.”

Buena parte del éxito de Lenin en 1917 sin duda se explicaba por su incumbente dominación sobre el partido. Ningún otro partido político había estado nunca tan estrechamente atado a la personalidad de un único hombre. Lenin fue el primer líder moderno de partido que alcanzó el estatus de un dios: en este sentido, Stalin, Mussolini, Hitler y Mao Zedong fueron todos sus sucesores.”

El dominio de Lenin sobre el partido tenía más que ver con la cultura del partido que con su propio carisma. Su oratoria era gris. Carecía de la brillante elocuencia, el pathos, el humor, las vívidas metáforas, el color o el drama de un discurso de Trotsky o de Zinoviev. Lenin, además, tenía el handicap de no ser capaz de pronunciar la ‘r’. Sin embargo sus discursos tenían una lógica de hierro y Lenin tenía el don de hallar eslóganes fáciles, que metía dentro de la cabeza de sus oyentes por interminable repetición. (…). Gorki, que oyó hablar a Lenin por primera vez en 1907, pensó que ‘hablaba mal’ para empezar: ‘pero tras un minuto, como todos los demás, estaba absorbido por su discurso. Era la primera vez que escuchaba complicadas cuestiones políticas tratadas tan simplemente. No había lucha tras bellas frases’.

La causa bolchevique fue muy fortalecida por la entrada de Trotsky al partido. Nadie entre los líderes le hacía sombra como orador público y durante la mayor parte del período revolucionario fue esto lo que hizo de Trotsky, quizá incluso más que Lenin, de lejos el líder bolchevique más conocido en el país.

En Trotsky, “Había una calidad literaria, casi homérica, en su oratoria (algunos de sus discursos fueron grabados). Brotaba de la habilidad expresiva de su fraseo, la riqueza de sus imágenes, el poderoso ritmo y pathos de su discurso y, quizá sobre todo, del sencillo estilo de narración que empleaba para involucrar a sus oyentes…”

Fue Trotsky quien salió con la idea de llamar a los ministros ‘comisarios del pueblo’ en emulación de los jacobinos. A todos les gustó la idea. ‘Sí, eso es muy bueno’ dijo Lenin, ‘huele a revolución. Y podemos llamar al propio gobierno ‘Consejo de los Comisarios del Pueblo’

Las pocas fotografías que hay de los días de octubre muestran claramente la pequeña dimensión de la fuerza insurgente” narra Figes. Un puñado de guardias rojos en calles semidesiertas, nada de barricadas ni manifestaciones ni lucha. “Toda la insurrección, como el mismo Trotsky reconoció, se desarrolló como un golpe de Estado con ‘una serie de pequeñas operaciones, calculadas y preparadas de antemano’.” Tranvías y taxis, la gente en el centro, los negocios, restaurantes, teatros y cines, todo funcionaba normalmente en Petrogrado.

Como Lunacharsky había advertido en una reunión de bolcheviques el 1º de noviembre, las tácticas matonas de Lenin pronto llevarían a una situación en que ‘sólo un hombre quedará en el Partido -el Dictador’. Era un estremecedor eco de la famosa advertencia del propio Trotsky, catorce años antes, de que la organización del partido primero sustituiría al partido en su conjunto, luego el Comité Central a la organización del partido y finalmente un único dictador para todo el Comité Central.” Buena parte del Comité Central de Lenin renunció y publicaron una carta denunciando que el gobierno exclusivamente bolchevique sólo se podría sostener por medio del ‘terror político’ y que ello conllevaría a ‘la destrucción de la revolución y del país’.

En su diario Novaia Zhizri, el escritor Máximo Gorki publicaba una columna en la que denunciaba a la ‘nueva autocracia’. El 7 de noviembre de 1917 escribió: ‘Lenin y Trotsky no tienen la menor idea del significado de la libertad o los Derechos del Hombre. Ya están intoxicados con el sucio veneno del poder y esto se demuestra en su vergonzosa actitud hacia la libertad de expresión, el individuo y todas aquellas otras libertades civiles por las que luchó la democracia’.

(Continuará…poniéndose cada vez más duro y feo para el pobre Trotsky)

Trotsky

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