¡VIVA EL SOCIALISMO, CARAJO!
Vivimos tiempos en que la mentira más desfachatada puede salir impunemente de la boca de un presidente de una gran potencia, como si fuera presidentucho de republiqueta bananera. Y luego esa mentira repetida y ampliada por sinfín de corifeos mediáticos digitales. Putin, Trump y Xi Jinping, pero también Kim Jung Un, Netanyahu, Bolsonaro, Maduro y Orban eran ya afiatados mentirosos cuando Milei todavía fungía de grotesco vociferante opinauta televisivo. Electo presidente, se sumó gustoso al carromato de la falsificación histórica y actual. Repite a diario para hacer reir a los pollos que Argentina alguna vez fue la mayor potencia mundial. También vomita intolerancia ignorante sobre el socialismo, que es una de las ideas más nobles que desarrolló la humanidad y construyó las sociedades más avanzadas del planeta, desde Escandinavia al Mediterráneo, Australia y Nueva Zelanda…o el Uruguay, acá nomás. Milei habla pelotudo cuando afirma que “el populismo no es ni más ni menos que una vertiente del socialismo”. Socialismo populista es oximoron.
En Argentina, el socialismo siempre tuvo contra al populismo peronista y lo sufrió con su diario La Vanguardia, sus afiliados presos, sus centros atacados. Aunque algunos tránsfugas socialistas se volvieron peronistas.
El 28 de junio próximo se cumplen 128 años de la fundación del Partido Socialista en Argentina. En estos aciagos tiempos en los que un energúmeno anacoluto preside nuestro país y con su bocasuciabulario habitual llama “socialistas” no sólo a los de la Segunda y la Tercera Internacional (es decir, socialistas socialdemócratas o mencheviques y sus asesinos socialistas comunistas o bolcheviques) (o la Cuarta, si supiera quién fue Trotsky) sino que además incluye en ese “zurderío” a peronistas (que de socialistas sólo tienen lo “nacional”, como los nacionalsocialistas), demócratas cristianos o progresistas, incluso liberales con sentido demorrepublicano.
El primer socialista argentino fue Esteban Echeverría (1805-1851) autor no sólo de La Cautiva y El Matadero sino también del Dogma Socialista. Echeverría escribió: “De ahí la explotación del hombre por el hombre; o del pobre por el rico; de ahí el proletarismo, forma postrera de la esclavitud del hombre por la propiedad” (Obras Completas, t. IV, pág. 450). Fue un socialista romántico y liberal, precursor de las ideas de nuestra Constitución Nacional cuyo autor, Juan Bautista Alberdi, en 1851 escribió en su póstumo homenaje “Todos los hombres de bien han sido y son socialistas al modo que lo era Echeverría”. El propio Alberdi, unas líneas más abajo, se ocupa de distinguir el socialismo echeverriano del socialismo “loco” (Alberdi dixit) que recién estaba naciendo con la Liga de los Comunistas (1847) y El Manifiesto del Partido Comunista (1848). Escribió Alberdi: “Todo el socialismo de Echeverría se encierra en esta fórmula que tomo de su libro excelente, calumniado por los asalariados de la tiranía; -“Para que la avocación corresponda ampliamente a sus fines (se lee en el Dogma), es necesario organizarla y constituirla de modo que no se choquen ni se dañen mutuamente los intereses sociales y los intereses individuales, o combinen entre sí estos dos elementos –el elemento social y el elemento individual, la patria y la independencia del ciudadano. En la alianza y armonía de estos dos principios, estriba todo el problema de la ciencia social”.
El fundador del Partido Socialista fue el médico (y diputado y senador) Juan Bautista Justo (1865-1928), marido en segundas nupcias de la madre del feminismo argentino Alicia Moreau de Justo y traductor de la primera edición castellana de El capital de Karl Marx (lo que para el energúmeno anacoluto bastaría para enviarlo al infierno) si bien Justo nunca se consideró marxista.
Juan Bautista Justo
Alicia Moreau de Justo
Y aunque Friedrich Engels, poco antes de morir, honró al Partido Socialista Argentino leyendo y corrigiendo su programa fundacional, tampoco el partido se tituló marxista ni se alineó con el bolchevismo, lo que llevó en 1918 a la fundación del Partido Comunista Argentino.
El socialismo argentino prohijó a grandes figuras como Alfredo Palacios (primer diputado socialista de América), Enrique del Valle Iberlucea (primer senador socialista de América), el diputado, escritor y periodista Mario Bravo, el médico cirujano y político Nicolás Repetto (quien fustigó a Perón por estatizar o nacionalizar empresas y fue uno de sus más firmes opositores), Américo Ghioldi, Alfredo Bravo, Guillermo Estévez Boero, Hermes Binner. Y también taxi boys como Roy Cortina, inamovible tampón del socialismo porteño. El socialismo gobernó la provincia de Santa Fe y varias veces durante varios años las ciudades de Rosario, Mar del Plata y Zárate. Jamás un funcionario socialista fue acusado de corrupción.
Alfredo Palacios
Mario Bravo
Hermes Binner
Enrique del Valle Iberlucea
Nicolás Repetto
Una de las mayores creaciones del socialismo argentino fue la cooperativa El Hogar Obrero, fundada en 1905 por Juan B. Justo y que a fines de los años ‘80 era la mayor empresa de servicios privada del país, con 2 millones de asociados, 300 supermercados, 13.500 empleados y un capital de 650 millones de dólares que se vaporizó con el Plan Bonex del delincuente mal nacido Carlos Saúl Menem, tan admirado por el energúmeno anacoluto. El Hogar Obrero construyó 5 mil viviendas y otorgó más de 35 mil créditos hipotecarios. El edificio Nicolás Repetto (ver artículo en Wikipedia) inaugurado en 1955 en el barrio porteño de Caballito es el complejo habitacional popular más ambicioso y moderno jamás construido en Argentina.
Fue el peronismo el que en 1953 incendió la Casa del Pueblo socialista y quemó 700 mil volúmenes de la Biblioteca Juan B. Justo y valiosos archivos de la historia de la clase obrera en nuestro país. ¡Que muera ahogado en su propia mierda el energúmeno asqueroso que blasfeme que el socialismo argentino tiene algo que ver con el peronismo!
Cierro este homenaje al socialismo argentino con algunos párrafos del ensayo “La hipótesis de Justo” escrito por José Aricó:
“Concibiendo al socialismo como un resultado inevitable del avance de la cultura política y de la democratización de las instituciones, Justo fue un demócrata cabal, un consecuente proseguidor de las tradiciones liberales-democráticas que tuvieron en Sarmiento su mayor exponente en la sociedad argentina.”
“el papel que asignaba a la acción política socialista como la única fuerza orgánica capaz de realizar la república verdadera con la que soñaba Sarmiento. Es innegable que toda su prédica mantiene estrechos lazos de continuidad con la solución propugnada por Sarmiento de una dilatación del control de la sociedad sobre el estado a través de una democratización del sistema representativo. La campaña periodística llevada a cabo por el genio sarmientino en sus últimos años de vida en pro de la naturalización en masa de los residentes extranjeros, será recuperada y convertida en una de las propuestas programáticas esenciales del nuevo Partido Socialista.”
“en el caso de los socialistas y de Justo, en particular, el liberalismo económico constituía un elemento esencial de su programa y de su práctica política. El partido obrero, afirmaba reiteradamente Justo, que es esencialmente internacional por su tendencia y
organización, no podía dejarse engañar “por las ficciones del nacionalismo industrial o proteccionismo, con trabas aduaneras al comercio que son tan bárbaras como hace ciento cincuenta años”.
“Su liberalismo, por tanto, no implicaba una propuesta de abstención del Estado frente al juego de las fuerzas económicas, sino una intervención positiva para la destrucción de esas dos grandes trabas del desarrollo argentino: la gran propiedad terrateniente y el capital extranjero ausentista. El establecimiento de una clase de pequeños propietarios rurales, productores inteligentes, de visión modernista, constituía el presupuesto de una verdadera industrialización”.
“Su visceral repulsión frente al desorden y la desobediencia, su rechazo de toda forma de autoritarismo, su profundo desdén por la política criolla, su odio y repugnancia por la intromisión de la fuerza militar en la política, lo condujo a privilegiar exageradamente una visión del partido obrero como racionalizador de la insubordinación social, como un responsable y supremo gestor del disentimiento en beneficio de la construcción avanzada y de una nueva clase política, de la que ese partido sería su dinamizador y su expresión más clarividente.”
“La indefinición estructural de las fronteras de clase, la notable movilidad social imperante en Argentina podían ser altamente favorables a una evolución socialista si, tal como ocurría en Australia o Nueva Zelanda —países a los que Justo aproxima al nuestro—, una inteligente política de reformas de la propiedad del suelo permitía “la formación de clases enteras de nuevos propietarios que, porque son nuevos, están tocados por el espíritu socialista y, dígalo o no la ley escrita, saben que su derecho de propiedad es condicional, relativo, prescriptible”.
Concluyo con estas palabras de Juan B. Justo que demuestran que el socialismo argentino no tuvo ni tiene nada que ver con el populismo peronista que se adueñó de buena parte de su programa político para hacer demagogia: “no somos el pueblo, sino una fracción de él; no nos creemos llamados a librarlo de la opresión, ni nos atribuimos el papel de libertadores. Contribuimos simplemente a poner a la clase obrera en condiciones de librarse ella misma”.
Y recomiendo la lectura, en este mismo blog, del artículo escrito en 1948 por Albert Einstein, “¿Porqué socialismo?”. Ni el energúmeno antisocialista ni ninguno de sus cuatro o cinco perros asesores tiene la menor chance de rebatir los lúcidos argumentos del padre de la relatividad.