Where have all the flowers gone?

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Soy de una generación para la cual los Estados Unidos (que no conocí hasta los 24 años) siempre fueron importantes: por más que en mi adolescencia gritáramos por Cuba y contra la guerra de Vietnam, todas las series de TV en blanco y negro de mi infancia eran made in USA y desde Joan Baez y Bob Dylan en adelante, la gruesa de los long play que escuchaba así como también las revistas MAD, Selecciones del Reader’s Digest (no me perdía un número), Mecánica Popular y tiempo después, Playboy. Nací once años después del final de la segunda guerra mundial y, por mi lado italiano, crecí alimentado por ese espíritu de gratitud hacia gli Americani que liberaron a Italia junto a los menos glamorosos británicos. En la ropa, también fui un amante de los jeans Lee y los Levi’s, que sigo usando. Durante muchos años fumé Camel. Nunca fui un gran amante de la Coca Cola, pero sí de la 7 Up. Tiempo después, me enamoré del Bourbon.

La cantidad de cine estadounidense que vi desde bastante antes de El Graduado es incontable, aunque compensada por cine francés, italiano y otros. Los asesinatos de John y Bob Kennedy me impactaron tanto como el descenso de Armstrong en la Luna. Cuando puse pie por primera vez en Nueva York, me aquejaba una permanente sensación de dejà vu. Con los barcos cargueros estuve quizá más de una docena de veces en puertos de la costa oeste, de la costa este y del golfo, trabajando durante días y a veces alguna semana con lugareños. Una vez desembarqué en Portland, Oregon, y después de ir unos días a Vancouver, en Greyhound viajé hasta San Francisco y de allí, siempre en Greyhound, vía Chicago donde vivían mis tíos y mis primos, hasta Nueva York. El atentado a las Torres Gemelas, una semana después de haber regresado de un estupendo viaje de prensa a Hawaii, me fulminó e indignó como si fuera un yanqui más. Con Antonio Terni pasamos una semana, entre Filadelfia y Boston, viendo todas las noches conciertos de Bob Dylan en una ciudad distinta. Todo esto para decir que nunca fui antiyanqui, más bien lo contrario.

Pero en los últimos años y en particular después de Trump, comencé a sentirme cada vez más distante de los USA, que hoy es un país cuya cultura no comparto. También me pasó con Italia: durante los años de Berlusconi casi no puse pie en mi otra patria. Con el peronismo argentino me basta y sobra.

En este texto enumero todas y cada una de las razones por las que ya no tengo ganas de viajar a Estados Unidos y prefiero ir a Europa.

1. La pena de muerte

En la primera mitad de los años ‘70, la pena capital parecía estar en vías de desaparecer en EEUU, si bien la Corte Suprema nunca la declaró inconstitucional. Más y más Estados la abolían o dejaban de aplicar, hoy son casi la mitad de los 50. Pero en el último medio siglo Estados Unidos se volvió cada vez más retrógrado y brutal en esta materia. Hasta un demócrata como Clinton la suscribía. Ni hablar de los republicanos y de Trump, que impulsó la primera ejecución no estatal sino federal después de décadas. Las estadísticas sobre el porcentaje de afroamericanos en los pabellones de la muerte y de los ejecutados “por error” son escalofriantes. No me atrae pisar el territorio del único país occidental donde el Estado mata y buena parte de la ciudadanía aplaude.

(Acá en Argentina el Estado también mata pero en forma improvisada y demente, no premeditada legalmente)

2. Los asesinatos masivos y la venta libre de armas

Las estadísticas varían, pero está fuera de discusión que los EEUU sufren más asesinatos masivos que todos los demás países occidentales sumados. Y que en el siglo XXI el asesinato a mansalva de grupos humanos se triplicó. La razón es obvia: allí se venden y compran AR-15, AK-47 o Kalashnikov como si fueran palos de golf, hockey o béisbol. Todo porque un artículo arcaico de la Constitución escrito hace dos siglos cuando todavía había indios y cuatreros reconoce el derecho a defenderse y los 5,5 millones de amantes de las armas reunidos en la National Rifle Association gastan cada año millones de dólares para oponerse a cualquier forma de control en su venta y las municiones, que se venden como si fueran caramelos. En Australia, hace ya décadas, bastó un asesinato masivo para que todo el país se desprendiera de las armas de fuego, que eran muchas. En Serbia, este año, bastaron dos asesinatos masivos para lo mismo. La gentuza de la NRA, así como la mayoría de los repulsivos texanos y otros y sus eméticos compinches republicanos son los verdaderos asesinos masivos, aupados por la incapacidad de los estadounidenses civilizados para acabar con esa barbarie única en el planeta, que mancha de sangre humana inocente a la Star and Stripes todas las semanas de todos los meses de cada año.

(Acá en Argentina hasta hoy sólo tuvimos un mass shooting colegial, aunque en Rosario la balacera narco es cotidiana. Hay al menos un millón de armas no registradas para 46 millones y más de otro tanto registrado. Pero desde hace años ya no se venden más balas como golosinas)

3. Los pobres

Según las cifras más recientes, casi 38 millones de estadounidenses son pobres, es decir más del 10% de la población total. Y un 23% de los trabajadores reciben pagas muy bajas, comparadas por ejemplo con un 5% en Italia. Lo que es peor, en medio siglo los EEUU no hicieron nada por reducir la pobreza o, si hicieron algo, no sirvió para nada. El porcentaje de pobres es el mismo que hace 50 años. Es que en la mentalidad del estadounidense medio, si sos pobre es por culpa tuya y arregláte. Que esto suceda en el mismo país donde viven muchos de los más ricos del planeta, da ganas de llorar. Pero erradicar la pobreza no es algo que preocupe a la mayoría de los estadounidenses. Parecen a veces más preocupados por bajar los impuestos a los ricos.

(Acá en Argentina estamos mucho peor, pero el Estado llega a volverse inviable subsidiando a la pobreza a través de canales políticos)

4. 1,5 millones de personas en la calle

Que el 0,5 % de los 333 millones de estadounidenses viva en la calle, en carpas o debajo de los puentes, en un país que en 2020 gastó 50 mil millones de dólares en ayuda (incluida la militar) a países extranjeros, es inexplicable (EEUU es el país que más gasta en ayuda al exterior en total, lo que suena muy lindo pero también muy feo si se tiene en cuenta que en % del PBI es de los países ricos que menos ayudan a los países pobres). De estos homeless, ⅓ son personas mayores de 60 años. Ver gente viviendo en la calle es algo naturalizado, ya no parece molestar a nadie.

(Acá en Argentina hace medio siglo no había homeless en la calle, cuando en EEUU era habitual. Nos norteamericanizamos mucho en la materia “situación de calle”, Buenos Aires a la cabeza)

5. El aborto

Desde Roe v. Wade en 1973, la Corte Suprema de los EEUU puso marcha atrás hasta hundirse en la vergüenza de Dobbs v. Jackson en 2022, una asquerosidad sólo posible con una Corte Suprema compuesta por una mayoría de reaccionarios trumpistas. Los estados más repugnantes de los EEUU (todo el centro-sur, con el malparido Texas a la cabeza) están cercenando más y más derechos civiles básicos de las mujeres reconocidos en todo el mundo civilizado.

(Acá en Argentina desde hace poquito tiempo estamos más avanzados en la materia)

6. Trump y los suyos

Una de las razones por las que ya no puedo viajar cuando quisiera a los EEUU es Trump, MAGA, los trumpistas. Por la misma razón que no quería pisar la Italia de Berlusconi. Cuando una ciudadanía se viste mayoritariamente de un modo que me produce asco, no me da ganas de aproximarme. Sé que entre mis primos y amigos allá no hay ninguno que simpatice con el Monstruo Naranja, pero me da cosa andar por calles o rutas donde casi la mitad de los viandantes o conductores son monstructores anaranjados. Tampoco me da ganas de ir a un Brasil con un Lula ya demasiado Maduro y todos esos bolsonaristas sueltos por ahí. Los microcéfalos infectados de teorías conspirativas, falsedades y delirios supremacistas son pestíferos en todas partes.

(Acá en Argentina de eso nos salvamos porque fuimos vacunados mucho y variado, desde Perón en adelante)

7. La enseñanza religiosa en las escuelas

Que los EEUU van rumbo a la distopía lo demuestra el grotesco de los Estados más retrógrados de la Unión, empezando por el nefasto Texas, donde se “avanza” (es decir se retrocede siglos) con la enseñanza religiosa en las escuelas públicas y con monumentos religiosos en espacios públicos. Que esos mismos texanos que apoyan la pena de muerte y la venta de libre de armas para asesinar masivamente se pretendan píos devotos creyentes es simplemente ridículo, además de trágico.

(Acá sufrimos la vergüenza de tener un Papa peronista y la ignominia de una Iglesia que se entromete en los asuntos públicos sin pudor ninguno, pero a tanto no se animan)

8. Las cárceles privadas

EEUU no está solo en esa inmundicie de las cárceles privadas, es decir con fines de lucro. Australia, Nueva Zelanda, Reino Unido y Corea del Sur también tienen las suyas, pero ninguno tantas como EEUU, que suma más de 40 con nombres tan alucinantes como Correctional Services Corporation. La sola idea que el Estado entregue a los condenados a prisión a la custodia de empresas privadas es algo que repugna a mis ideas políticas. Además, EEUU es junto a Cuba el país del mundo con mayor población encarcelada, casi el doble que Argentina.

(Si no recuerdo mal, Menem quiso hacer algo parecido pero no pudo. Muchas de nuestras cárceles serán asquerosas, pero menos asquerosas que si fueran privadas)

9. La distribución de la riqueza

Según la Reserva Federal, a fines de 2021 en EEUU el 1% de las familias más ricas acumulaban el 32,3% de la riqueza del país, mientras el 50% más pobre sumaba el 2,6%. Los senadores Bernie Sanders y Elizabeth Warren propusieron cobrar más impuestos a los billonarios, que en proporción a su fortuna pagan menos impuestos que los pobres: los 75.000 hogares más ricos (el 0,1% del total) pasarían de pagar 3,2% a 4,3% mientras que el 99% de las familias menos ricas pagan 7,2% de impuestos. Sólo 6 Estados tienen impuesto a la herencia, que no existe a nivel federal. El indice de Gini de los EEUU es similar al de Argentina, mientras que el de Canadá es similar al de Europa. La desigualdad social en EEUU se agrava a través de las décadas.

(Acá, el presidente más derechista de la renacida democracia, tal Macri, asumió prometiendo reducir la pobreza y en sus propias palabras, fracasó)

10. Los bancos, hipotecas, préstamos, etc.

Todo el sistema financiero estadounidense es inverosímil, a comenzar por ser el pueblo más endeudado del planeta en sus tarjetas de crédito. Ya demostraron en 2008 qué clase de filibusteros son los que inflaron la burbuja inmobiliaria de los subprimes y acabaron dejando en la calle a 4 millones de familias con hipotecas que no podían pagar. Esos mismos filibusteros, todos de la estofa de Bernie Madoff, son los que crearon la burbuja de los créditos para estudiantes universitarios, también imposible de pagar y que redujo a millares a la pobreza, por no hablar de las megaburbujas de futuros y derivados que si algún día estallan acabarán con todos ellos, pero buena parte de la economía global también. EEUU cometió la estafa o robo más grande de la historia humana: entre los acuerdos de Bretton Woods de 1945 y el abandono del patrón oro en 1971, la masa de dólares circulante se multiplicó casi por 3.

(Acá con el Estado ladrón alcanza. Nuestros bancos son inofensivos, atados de pies y manos al Banco Central)

11. La salud

Todos los indicadores sociales muestran que la calidad de la salud en EEUU empeora año tras año: disminuye la expectativa de vida, aumenta la mortalidad infantil y juvenil, etc. El millón y medio de muertos por COVID con Trump presidente es un ejemplo acabado de lo mal que están las cosas allá. Una farmacéutica como Purdue Pharma de la familia de malparidos Sackler mató a decenas de miles con su OxyContin pero no hay ningún Sackler preso. El sistema de salud estadounidense deja afuera a una buena tajada de la población. El anticuerpo monoclonal que a mí me salvó la vida con un cáncer en Argentina lo distribuye gratuitamente el Estado si no lo paga el seguro médico como en mi caso, en  EEUU cuesta 10.000 dólares por cada aplicación, que son 35. La salud es una de las razones por las que no pienso viajar hacia allá: es imprudente hacerlo sin un buen seguro de salud internacional y si algo ocurre, como le sucedió a un conocido, hay que pagar decenas de miles de dólares primero y después batallar para ser reembolsado. En 27 países europeos mi salud está cubierta gratuitamente.

(Acá, pese a todo, seguimos teniendo un sistema de salud pública y gratuita único en América Latina, con excepción de Cuba y Uruguay)

12. El homofóbico Ron DeSantis y Florida, entre otros soretes

Lo que está ocurriendo en Florida es digno de Putines y Xi Jinpingos homofóbicos. Pero el sorete DeSantis no está solo. En Tennessee, a otro gobernador republicano, el sorete Bill Lee, se le ocurrió prohibir a los drag queens exhibirse en público y un juez tuvo que recordarle que existe algo llamado First Ammendement y a la cucha, soretito. En Texas los soretes votaron otra norma similar. Los soretes legisladores republicanos, en 2023, votaron más de 400 normativas anti trans.

(Acá somos una sociedad llamativamente avanzada y tolerante al respecto, incluido el delirante Milei)

13. El trato en los aeropuertos por parte de los funcionarios

Todas las veces que entré a Europa, por el país que fuera, fui recibido con cortesía por los funcionarios de inmigraciones y aduanas. Todo lo contrario me sucedió en EEUU, donde después de 9/11 se tornó habitual que el trato de esos empleados (que suelen ser de empresas privadas) sea bastante desagradable cuando no impertinente. Y cuidado con mirarlos mal o protestar.

(Acá nunca encontré nada que decir sobre estos funcionarios, salvo algún aduanero coimero)

Todo lo que enumero arriba es lo que no me gusta de los Estados Unidos hoy. Existe otro país inteligente, humano, bello y profundo que anida en los innumerables lugares donde se refugiaron las semillas de las flores de los ‘60 y ‘70. Hay una generación de jóvenes que trabaja y mucho para resolver o atenuar cosas como las de arriba y muchas otras. No sólo desquiciados disfrazados de vikingos capaces de invadir el Congreso. No sólo las inverosímiles caras de los multimillonarios dueños del mundo virtual-digital. Estados Unidos me regala cosas como Google Maps, las fotos y videos de la NASA en Marte, las obras maestras de arte astronómico del Hubb y del Webb, que es estadounidense-euro-canadiense. Y sin Estados Unidos, Putin se habría tragado del todo a Ucrania…como Estados Unidos dejó a los talibanes en Afghanistán, tras malgastar años y millones. Me nutro a diario del Washington Post (¡de Jeff Bezos!) como lo hice durante años con el New York Times (que terminó empachándome con su neoyorquinidad), leo notas del Atlantic y el New Yorker y otras. Con las noticias, el facebook o el whasapp y otras redes, tengo alguna forma de contacto cotidiano con Estados Unidos. Me dolería como un puñetazo en la mandíbula ver de nuevo a Trump presidente. Cada día que leo de otra ejecución, de otro tiroteo masivo…me siento muy lejos. No tanto como de Moscú o Pekín, para mí inalcanzables. Pero casi.

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