¿Y si el fuego tuviera razón y los ángeles estuvieran equivocados?
Si existieran, los ángeles podrían arder, quemarse sus alas, chamuscarse sus carnes, reducirse a polvo sus huesos. No en lo más profundo del infierno porque allí hay hielo y no fuego, pero en alguna otra malebolgia. Aunque no haya ninguna pintura clásica renacimental o posterior que (hasta donde vi) muestre ángeles ardiendo, lo cierto es que todo el planeta lleva viendo desde hace una semana cómo arden miles de hectáreas y millares de casas, tiendas, restaurantes, escuelas, gasolineras y bancos (además de vehículos) nivelados como construcciones de cartón o papel por el fuego en la metrópolis californiana que los invoca en su nombre. Hasta ahora, se sabe que murieron calcinadas o asfixiadas dos docenas de personas.
En muchas, muchísimas casas lo único que queda en pie es la chimenea u hogar de ladrillos. Lo cual lleva a dos interrogantes: 1) ¿comprenderán el mensaje esta vez, es decir, que no se deberían construir casas de madera, vinilos y cartón en zonas pronas a incendios (o huracanes)? Y 2): ¿gastan en construir una chimenea u hogar de ladrillos en donde el frío es desconocido y la ficticia chimenea u hogar, con leña cerámica y fuego de gas que no calienta, se enciende en invierno o verano para hacerse los finos, junto al aire acondicionado?
Un poco, entonces, se merecen esos fuegos. Es hermoso que las llamas resopladas por un buen Santa Ana hayan ardido todos esos kilómetros de casas entre Palisades y Malibú una al lado de la otra (pegaditas, ¡con paredes de durlock!) en primera línea frente al océano, entre la autopista y la playa. En cualquier país civilizado es prohibido construir así, cagándose en el derecho romano y quizá en el teutónico también, adueñándose de la orilla y su acceso. Si las volvieran a reconstruir, es correcto hacer votos para que en unos años, cuando hayan terminado de gastar bien en su reconstrucción, decoración y equipamiento, otro fuego se las cenize. A ver si así aprenden a no ofender al mar y la tierra a la vez, sólo porque les sobran unos milloncitos de dólares. Ahí nada se construye por menos de dos o tres palos verdes por más que todo sea madera y cartón, en un lotecito ridículo. Abundan mansiones de madera y cartón de docenas de millones de dólares, un típico oximoron USA.
Hay en todo ello una imbecilidad típicamente “americana” quiero decir estadounidense. El tipo de imbecilidad arrogante que demuestra el próximo presidente Donald Trump tras una vida de alimentarse, feliz él, con comida chatarra y gaseosa, mientras se hacía famoso, millonario y manoseador de mujeres. Trump nació y creció en Nueva York pero merecería que le otorgaran la ciudadanía californiana y angeleña por mérito. Nadie vive más en el Espacio Exterior que él y su compinche sudafricano Elon, el de la porno X que bautizó a su hijo X Æ A-12. Pero ambos detestarían vivir en el estado más demócrata de los Unidos. El energúmeno de porno X se mudó de California a Texas por eso.
Si aceptaran gastar un 20, 30 o 40% más en construir sus casas con ladrillos y techo de tejas (¿no era así el estilo Californian?) ahorrarían bastante en seguro contra incendios. Pero el Estado parece que cobra más impuestos por las casas de material que las inflamables y volátiles. Así, para muchos californianos la ecuación arquitectura-fuego se resuelve con el sencillo “paga el seguro”.
Los estadounidenses son gente rara. Hemos visto, con los incendios, que tienen una relación de amor profundo por sus mascotas de cualquier género. En cambio de los muros domésticos les importa bastante menos. Es que en realidad, salvo parte de quienes viven en Nueva Inglaterra, no saben lo que es un muro, una pared sólida. Cambian de casa hasta media docena de veces en la vida. Debe ser una minoría risible la que vive en casas que construyeron sus padres o abuelos. La biblioteca de libros falsos es un invento estadounidense, igual que el e-book y el césped plástico. Si se quema todo, no importa.
También son los inventores de los bomberos privados, otro oximoron USA. Parece que los aprovechan los millonarios para cuidar sus mansiones combustibles y las aseguradoras para sus asegurados inflamables. No les da el coco para comprender que no se construye en medio del chaparral que necesita del incendio natural para existir. El invierno pasado en Los Angeles se llovió todo y así vimos como se derrumbaban cerros y acantilados y casonas quedaron colgando en el vacío. El chaparral, agradecido, creció a desmesura. Ahora hacía meses que no caía una gota y el crecido y tupido chaparral se secó, esperando el fuego. Que llegó para hacer su trabajo y qué más da.
P.D. Leo en el WaPo de hoy 17/1/24 que el museo Getty en Palisades llegó a estar rodeado por el incendio pero todos dentro estaban tranquilos, porque lo consideran un refugio contra incendios y terremotos. Claro, está hecho con piedra, hormigón y hierro, rodeado de terrazas sin vegetación.