17. Gobernadores que se aman demasiado a sí mismos

 In Blog, Guía Existencial Argentina, III. Provincias

El caudillismo goza de buena salud en varias provincias argentinas. La democracia argentina no respeta la ley de los vasos comunicantes y así en cada provincia el sistema representativo, republicano y federal crece como los eucaliptus, adecuándose a lo que cada ecosistema político le ofrece en términos climáticos y de nutrientes. Los mismos Eucaliptus globulus no crecen iguales en la Puna, en la Pampa o la Patagonia. Los argentinos nacidos después de 1983 en cada provincia vivieron la democracia a distinta velocidad y altura: es uno de los defectos del sistema federal. En los unitarios Chile y Uruguay, el sistema funciona igual y parejo desde una punta a la otra del país. En Argentina como en Brasil el federalismo favorece el desarrollo de satrapías en los estados más pobres y marginales. Sin bajar del auto, sólo manejando a través de las provincias argentinas se percibe que hay gobernadores con un sentido muy personal de lo que es la vida democrática y republicana. Curiosamente, todos peronistas o tránsfugas radicales. A lo largo de la nacional 9 en Santiago del Estero, por cientos de kilómetros no había un sólo refugio de ómnibus a la vera de la ruta que no esté pintado con las mismas palabras y estilo: “Gracias Néstor por todo lo que nos dejaste. Fuerza Cristina 2011”. El SIETE veces gobernador de Formosa Gildo Insfrán (como si los formoseños no lo conocieran de memoria no digo hasta el hartazgo, pues lo siguen votando desde 1999) coloca en cada pueblo de la provincia en sitio bien visible un enorme cartel con su poco fotogénico rostro ovoidal e hirsuto y la leyenda Gildo Conducción. El gobernador de San Juan José Luis Gioja permitía que cada tapera de su provincia fuera pintada con las letras celestes y blancas de su nombre, seguidas por las del adláter local que lo apoyaba en su re-reelección, que la obtuvo. Lo mismo hacía el hoy reo convicto José Alperovich: el nombre del gobernador candidato a la reelección estaba pintado en cada puente y muro de Tucumán. Pero hay un gobernador que superó a todos en desfachatez antidemocrática y fue Luis Beder Herrera de La Rioja. Mientras viajaba por su provincia, leí en un diario riojano que el gobernador había inaugurado en la capital un barrio de viviendas que llevaba su nombre. Me llamó la atención que una noticia semejante fuera publicada sin la menor crítica o sarcasmo, como si fuera correcto y natural que un gobernante en un país democrático inaugure obras públicas bautizadas con su nombre. Al día siguiente en Aimogasta vi que la breve calle peatonal entre la plaza y una iglesia en construcción se llamaba, en letras negras sobre naranja, Peatonal Gobernador Beder Herrera. Era la hora de la siesta y me costó un poco encontrar algún lugareño al cual preguntarle cómo era posible semejante grosería. En la estación de servicio encontré un muchacho de cara sensible e inteligente.

–A la gente le molestó, pero aquí nadie hace nada. El nombre no se lo puso el pueblo, fueron los de su partido en la municipalidad –dijo y me quedé pensando un rato cómo será ser aimogasteño, en esa pequeña ciudad soleada y chata de la que sobresalen altas palmeras y que no desentonaría en ningún país árabe salvo por la ausencia de una mezquita con su minarete. En el cruce de las calles 20 de Mayo y Belgrano había una batería de semáforos curiosa: en tres de las cuatro esquinas sólo había olivares. Me pareció incomprensible que en Aimogasta no hubiera un alma ácrata que tomara un aerosol y escriba una grosería encima de esa grosería del gobernador. Pero los pueblos son así: no cultivan la rebeldía y cuando les nace un rebelde, lo expulsan a la ciudad.

–Hay más. A esos ventiladores que se ven a lo largo de la ruta saliendo del pueblo también le pusieron el nombre del gobernador –dijo el muchacho, sin indignación, como si fuera normal. El Parque Eólico Luis Beder Herrera, inaugurado por él mismo, es una decena de grandes generadores eléctricos entre la nacional 75 y la provincial 9, allí donde el vasto valle árido entre las sierras de Mazán y de Velasco se abre a la aridez y vastedad aún mayor de la depresión del salar de Pipanaco. La potencia solar entre tales alturas y depresiones hace que con frecuencia sople viento en el valle, como las dos veces que pasé por allí en verano. Pero las aspas quijotescas de los aparatos estaban inmóviles, flameando apenas en la distancia envueltas en los vapores de un espejismo.

Todos estos gobernadores que se aman mucho a sí mismos fueron reelegidos en las elecciones de 2011. Y más de uno de ellos clamaba por la inconstitucional re-reelección de su presidenta CFK.

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