26. Uneventful voyage
Cada capitán en un barco mercante trae a bordo algunos tics o costumbres suyas y una de las que me quedaron grabadas de mi anterior vida náutica es la del triestino capitán Matteo Kalcic que al final de cada viaje en el M/S Nyon, cuando se cerraba el cuaderno de bitácora al quedar amarrados a un puerto, quería que el último oficial de cubierta a cargo de esa tarea escribiera al final esta frase: uneventful voyage o lo que es lo mismo “viaje plácido, sin acontecimientos notables, sin novedad”. Por más que hubiéramos tenido alguna tempestad sostenida sin percance alguno o en medio del Atlántico avistado restos de un velero naufragado o al cruzar el estrecho de la Sonda tomar medidas de precaución contra los asaltos de piratas. Habíamos llegado a puerto con el barco, su cargamento y su tripulación sana y salva y eso quería decir uneventful voyage.
Puede sonar aburrido, pero es lo que todo capitán de lungo corso desea: nadie que tenga alguna responsabilidad náutica sobre naves, vidas y cargamentos ajenos desea correr aventuras en el mar por bonitas que sean para la literatura. Un poco lo mismo me sucede con mis largos viajes ruteros por la Argentina: si bien no lo anoté en mi pequeño cuaderno de bitácora rutera, después de mis últimos 62.500 kilómetros de rutas y caminos argentinos para las Guías YPF estuve feliz de haber apuntado mentalmente que fueron todos uneventful voyages. Viajes sin más percances ni dramatismo que los problemas humanos, mecánicos y climáticos esperables en tales travesías. Viajes que me permitieron volver a mi casa y mi familia con mi nave y mi físico algo fatigados pero enteros. Es cierto que viajé siempre con prudencia y sin hacer locuras pero también sin apichonarme cuando había que meterse por donde pocos se arriesgan o no andaba nadie. Y siento que es lo mejor que puedo decir de las rutas, caminos, huellas y calles argentinas: recorrí por ellas a lo largo de varios meses una vuelta y media a la circunferencia terrestre (o la distancia entre la Tierra y la Luna en algo más de veinte años) y a pesar de nuestras terribles estadísticas en materia de accidentes viales y nuestra “sensación de inseguridad” volví a casa sano y salvo tras un “viaje plácido, sin acontecimientos notables, sin novedad”. Aunque eso no sea bueno para la literatura de ficción o la crónica de viajes, está muy bueno para mí.