28. Argentina y el Río de la Plata
En la Tierra no existió nunca un país llamado Orolandia, Platinomia, Diamantina (hay una ciudad así, en Brasil) o Esmeraldonia y lo más parecido a Argentina que existe en la toponimia mundial es Costa de Marfil o Costa Rica.
Si uno fuera un extraterrestre que durante su largo viaje a la velocidad de la luz analizara semánticamente a los nombres de las naciones antes de elegir en qué país de la Tierra posarse, supongo que Argentina y el Río de la Plata serían la puerta de entrada a nuestro planeta. Visto desde Alfa Centauri o más allá, una nación que invoca a tan bello y raro metal en su tierra y su río epónimo despiertan más curiosidad que países que derivan su nombre de un árbol, un descubridor, un prócer o un río que da vueltas. Por no hablar de países con nombres de banalidad burocrática terrícola como Reino Unido, Estados Unidos o Unión Soviética. Pero convengamos en que País Central (como le dicen los chinos a China) suena bastante atractivo al igual que País del Sol Naciente (como llaman los japoneses al Japón).
Creo que el bling bling de los vocablos Argentina y Río de la Plata atrajeron no sé si a muchos ET pero sí a muchos terrícolas ávidos de ganar rápido y fácil vil metal o en su carencia, papeles que pagaran lo mismo o más. Si nuestro país se hubiera llamado P.U.S. (Provincia Unidas del Sur) habría atraído muchos menos inmigrantes ávidos de escapar de la miseria. Su destino se les hacía agua en la boca aun antes zarpar. A la tierra de la plata.
“Tener plata” en Argentina y el Río de la Plata es algo primordial. Con “plata”, cualquier Argentina resulta placentera: la de los jesuitas traficando esclavos africanos, la de Rosas sodomizando opositores por interpósitos mazorqueros, la de Mitre y Sarmiento degollando gauchos y gorjeando a los gringos, la de Roca con su hermanito atalivando, la de Yrigoyen con su natural de comisario de policía, la de Uriburu fusilando anarquistas, la del G.O.U. y Perón flirteando con el lado equivocado del planeta, la de Aramburu fusilando peronistas, la de Onganía cortando el pelo policialmente, la de Videla, Massera & Cía. alimentando a la fauna del Mar Argentino con millares de compatriotas vivos, pero sedados.
“Tener plata” en Argentina no es algo literal. En nuestro envidioso y ávido país es sabio tener plata sin tenerla. Aquí se puede ser fiscalmente pobre adentro pero millonario afuera: la offshorización de la riqueza. Se puede también causar la vívida impresión de “tener mucha plata” sin un mango, o sólo con deudas. El sistema fiscal no advierte anomalías en los funcionarios que en pocos años aceleran patrimonialmente de 0 a 100 como una Ferrari. Que somos un país corrompido por el vil metal lo demuestra que gozamos de algo que ni siquiera existe en Estados Unidos: ningún impuesto a las ganancias financieras.
Con plata afuera, Argentina siempre es un país encantador para vivir. La plata en Argentina sirve para tener una o más lindas casas, algunos autos, personal doméstico como ya no existe fuera de África y consumos superfluos de toda naturaleza. Pero sobre todo, para salir de Argentina: el que “tiene plata” usa a la Argentina como si fuera una estación orbital con casino desde la cual bajar a Miami, París, Nueva York, Tahití, Londres o donde sea para gastar la platita de adentro pero guardada afuera.
“La plata no vale nada” resume en cinco palabras el aforismo argentino por excelencia. No sé cuándo se acuñó esta forma de decir: si fue en pretéritos tiempos coloniales, o cuando el país recién nacido forjó en los años 20 (del 800) su primera moneda trucha, la “cortada española”, o con el “empréstito patriótico” de 1932, o con el control de cambios de las décadas siguientes, o con la inflación de los 60, 70, 80, primeros 90, el descalabro del 2001 o la siempre más grave inflación macristinista de los últimos lustros, más el massazo del caradura. Ahora viene un tal que hasta hace un rato nomás pretendía dolarizar y abolir el Banco Central para llegar, en 30 años, a un PBI per cápita como el de Estados Unidos: una imbecilidad que provoca incredulidad. Los USA sin dólares ni Reserva Federal serían un mega Burkina Faso.
La República Italiana (de la que desciendo por padre y madre, argentino de primera generación) reza en el artículo primero de su Constitución de 1948 que Italia es una República fundada en el trabajo. Si la Argentina tuviera que ser plagiaria y sincera al mismo tiempo, el artículo primero de nuestra Constitución Nacional debería decir algo así como “la Argentina, acorde a su herencia colonial, es una República fundada sobre el contrabando, la corrupción, la explotación del indefenso y expoliación de los recursos naturales así como el abuso de poder en cargos públicos”. Llegados a ese punto de sincericidio tal vez valdría la pena darle una plumereada al Preámbulo de la Constitución y adecuarlo a algo así como:
“Nos, la Cosa Nostra que gobierna a los ciudadanos esclavos de Argentina, reunida en congreso general prostituyente por fraudes y gerrymandras de los sultanatos y satrapías que la componen, en cumplimiento de pactos preexistentes, con el objeto de usufructuar de la unión nacional, colonizar la justicia, consolidar la anomia interior, proveer a la inseguridad común, promover el bienestar de nuestros simpatizantes, y asegurar los beneficios esta estupenda libertad para nosotros, para nuestra posteridad y para todos los hombres del mundo que quieran lavar dinero sucio, traficar drogas y especular en suelo argentino: invocando la protección de Satán, fuente de toda sinrazón e injusticia: ordenamos, decretamos y establecemos esta Anti-Constitución para la Prostitución Argentina”.