36. La apropiación de los atractivos turísticos

 In Blog, Guía Existencial Argentina, III. Provincias

Una de las cosas más desagradables de nuestro país turístico es la tendencia de los lugareños a apropiarse de los atractivos turísticos y explotarlos como si fueran un recurso propio y privado, a veces en forma del todo informal. Uno de los casos más chocantes era el Cañón de Talampaya, donde los lugareños con viejas chatas se habían adueñado de la visitación: la única forma de conocer el lugar era con ellos. Algo cambió gracias a la Administración de Parques Nacionales: hoy existen un par de empresas que ofrecen la visita guiada en camiones, en tanto que los lugareños guían a los visitantes a pie, en bicicleta y en combi a las excursiones a la Ciudad Perdida y el Cañón Arco Iris. Algo parecido sucede en el Valle de la Luna o Ischigualasto, donde el recorrido se hace en el propio vehículo en caravana y con guías locales. Lo mismo pasa en la riojana Reserva de Laguna Brava a la que sólo se puede entrar llevando en el propio vehículo a un guía local durante toda la jornada. Al otro lado del país, en los Saltos del Moconá, la única forma de ver las cascadas es con las lanchas de los lugareños y de la misma guisa en los esteros del Iberá.

No me parece mal que el turismo se traduzca en trabajo para los lugareños y tanto más en áreas económicamente deprimidas. El problema es que con frecuencia estos servicios de guía no dan la impresión de haber sido otorgados, concesionados ni regulados por ninguna autoridad, son guías que raramente hablan inglés u otros idiomas y no tienen más que una somera preparación. Las tarifas parecen ser establecidas por ellos mismos a gusto y nunca son muy baratas. La impresión que causan es más bien pobre y la sensación es que no están allí para brindar un servicio al visitante sino para aprovecharse de su presencia. No suelen ser jóvenes muchachas y muchachos sino más bien gorditos que encontraron un buen curro.

El efecto de estos “prestadores de servicios” y sus “regulaciones informales” en el turismo es bastante nefasto: no se suele segmentar los servicios de acuerdo al perfil del visitante y todos son arreados en comitiva con el mismo tratamiento. Así el turismo de más alto nivel ya no visita lugares como Talampaya porque no es agradable llegar al medio del desierto para sentirse tratado como miembro de una sociedad de masas.

Leave a Comment