37. Paraísos del capitalismo
Que en la Argentina el desarrollo del capitalismo entre fines de siglo XIX y la primera mitad del XX fue bastante brutal y poco atento al lado social de las cosas lo demuestra la arquitectura: hasta donde sé, hay sólo tres ejemplos que aún perduran de empresas capitalistas privadas que desde su fundación demostraron un lado social inobjetable. Techint en Campana, desde mediados de siglo XX es un factor primordial del buen desarrollo humano y urbano de esa ciudad, pero tratándose de una empresa y ciudad industrial el ejemplo, si bien es cuantitativamente más significativo, es menos notable que los otros dos. Uno es la bodega Goyenechea en el sur de Mendoza, cerca de Villa Atuel: a mi gusto es la más linda de las bodegas argentinas porque es la única “bodega-pueblo”. Fundada por Sotero Arizu, a principios de siglo XX pasó a ser propiedad de la familia Goyenechea que hasta hoy conserva con admirable celo aquel espíritu fundacional que previó además de las instalaciones industriales, oficinas y vivienda de los propietarios, casas dignas para sus empleados y trabajadores. El otro ejemplo está en el noroeste de la provincia de Corrientes y es el Establecimiento Las Marías de la familia Navajas Artaza, que en un marco natural aún más llamativo reproduce la misma filosofía e incluye hasta un hermoso cementerio donde reposan patrones, empleados y obreros. Es posible que haya otros ejemplos desparramados por la Argentina pero yo no los vi. Están (en patético estado) los barrios ferroviarios que construyeron los ingleses en Barracas, Bahía Blanca y otros lugares pero eran viviendas para “ellos”: directivos y empleados y trabajadores británicos que se merecían vivir “a la inglesa” en vez que a la criolla. Lo mismo se percibe en Santa Elena y Pueblo Liebig (Entre Ríos) donde dos grandes frigoríficos británicos dejaron muestra arquitectónica de su profunda conciencia racial y de clase. Y lo mismo sucede en los pueblos del tanino que construyó La Forestal en el norte de Santa Fe: casona para el gerente, casas para los empleados y casuchas para los obreros, mientras que los hacheros en el monte vivían en tolderías, que no perduraron.
Hay muchos otros ejemplos de dignos barrios de viviendas obreras construidas por grandes industrias pero eran estatales, como Somisa en San Nicolás: lo admirable a mi juicio no es tanto lo que hicieron los gobernantes con el dinero público sino lo que hicieron los privados de su propio peculio, sin que nada ni nadie los obligara a ello.