4. Los baños

 In Blog, Guía Existencial Argentina, I. Argentinas y argentinos

Lo digo sin ironía ni segundos sentidos: los servicios higiénicos son uno de los aspectos donde más progresó nuestra República en los últimos treinta años. Hablo sólo de los baños para hombres pero me atrevo a extrapolar y generalizar también a los baños femeninos por referencias y porque los servicios destinados al bello sexo siempre fueron más limpios y cuidados que los de varones. La modernización comienza desde la señalización en la puerta, que hace unas décadas era la más convencional y hoy a veces requiere de un análisis semiótico antes de mear para no errar la entrada y no hablo sólo de baños de Palermo Soho, sino también de la Quebrada de Humahuaca. Hace treinta años, cuando recorrí de punta a punta a la Argentina para escribir la primera Guía Pirelli, aprendí a mear y cagar lo más lejos posible de cualquier estación de servicio: eran todas unas asco y a medida que uno se aproximaba a la ciudad de Buenos Aires los baños no se volvían más civilizados sino más asquerosos…el proceso culminaba en el baño de bar, pizzería o restaurante popular porteño, que era casi siempre un oprobio de mugre y mal olor.

En mi experiencia, los baños de las estaciones de servicio mejoraron más que mucho, a comenzar por su más imprescindible equipamiento. Hace treinta años los varones argentinos y forasteros no merecíamos más que unos primitivos vespasianos con bolitas de naftalina, retretes a la turca y a lo sumo un dispensador de profilácticos. Hoy gozamos de orinales con frecuencia automáticos y retretes europeos, con jabón y papel como las damas.

Al menos a nivel de baños de estaciones de servicio también tengo la impresión de que hay menos cretinos escribiendo procacidades en sus paredes, o bien los dueños las pintan más a menudo. No digo que ya no exista esa dimensión unívocamente masculina que lleva al extremo las cosas en materia sexual, futbolística o política en el grafitti de mingitorio, con la raíz “put” declinada al femenino o masculino y singular o plural. Pero al igual que los números de teléfono y falos dibujados con birome me da la impresión de que es un medio de expresión que languidece o se desplazó a otros territorios, como el digital. Los que todavía parecen gozar de buena salud son los nacionalistas fronterizos de retrete y orinal: en los baños públicos más limítrofes de la patria aparecen inscriptas con cierta frecuencia las profundas máximas del pensamiento viril patriótico que acompaña a la liberación de flujos biológicos. Así tenemos a quien se preocupa de advertir sobre brasileros, paraguayos, bolivianos y sobre todo chilenos putos. La repetitiva pobreza creativa del mensaje y la primitiva caligrafía me llevan a sospechar que quizá no haya más que un sólo energúmeno argentino que vaya uno a saber porqué pasa su vida recorriendo los baños fronterizos del país armado con birome o marcador para proclamar que nuestros vecinos son todos unos trolos.

En todo caso, doy fe de que la República Argentina del meadero y cagadero público hizo un enorme progreso en los últimos treinta años: ya sea porque los meantes y cagantes se tornaron más educados, ya porque la limpieza del pis y la caca se tornó más seria y eficiente o ambas cosas. Es indiscutible que un país que progresa en esta materia también puede progresar en todo lo demás cuanto quiera. Pero no sé si un día llegaremos a tener cepillos de inodoro en los baños públicos como en los de los paradores de las autopistas alemanas, sin temer que los compatriotas más piolas se afanen estos artefactos usados. Me cuesta un poco imaginar al pueblo argentino usando el cepillo de inodoro de un baño público, por respeto a los demás y quizá también a uno mismo.

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