46. Vieja nota de viaje

 In Blog, Guía Existencial Argentina, III. Provincias

Hace casi treinta años escribí y publiqué en Página/30: “Fuera de los caminos principales, el viajero de la Argentina es como un viajero del Cenozoico. No debe apoyarse demasiado en la concepción hotelera del mundo que tienen los yankees. Sábanas limpias, agua tibia en la ducha y un churrasquito con papas es a menudo todo lo que se puede pedir. No hay otro palenque adonde ir a rascarse en demasiadas leguas alrededor (…) Pero al mismo tiempo, y por los mismos motivos, la Argentina es adorable porque es uno de los últimos países turísticos que quedan en el mundo donde uno no es acosado siempre por taxistas, guías locales o pedigüeños, donde casi no hay tarjetas ni bonitos sellos postales, no existen los puestos de ventas de souvenirs y a menudo es difícil encontrar película fotográfica. ‘Tiene los defectos de sus virtudes y las virtudes de sus defectos’.”

Me parece incontestable que hotelera y gastronómicamente la Argentina progresó mucho en estas últimas décadas. Hay que irse muy a los bordes y bien afuera de los corredores turísticos para reencontrarse con ese país de viajantes de comercio donde la sabanita corta y limpia, el chorrito de agua tibia en la ducha y el churrasquito con papas siguen siendo el paradigma. También la tecnología cambió y hoy de los sellos postales y la película fotográfica a nadie le importa un comino. Lo que quizá todavía sigue siendo valedero es la última frase que no es mía, sino que es una cita, si no estoy errado, de Deleuze y Guattari, a propósito de la mujer histérica.

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