47. El voto obligatorio

 In Blog, Guía Existencial Argentina, I. Argentinas y argentinos

Nunca soporté esa idea loca de que el voto en mi país (si no estaba prohibido) fuera obligatorio: me recuerda a esas insultantes esquelas que en mis tiempos escolares o colegiales las autoridades enviaban a mis padres por mi interpósita persona y que rezaban “invita a usted con carácter obligatorio…” y cuya única respuesta civil era “porqué no te vas un poquito al carajo”. Aunque estaba obligado a hacerlo, me resistí a votar en 1983, 1986 y 1989: también me opuse a justificar mi no emisión del voto porque mi anarquismo libertario* en ese aspecto me impedía aceptar la sumisión de tener que explicar que estaba enfermo o a más de quinientos kilómetros de casa. Pero en una sucesiva elección tenía que renovar el pasaporte y me habían dicho que no podría hacerlo si no justificaba mi no-voto; así fui al Palacio de Justicia a tal fin. Delante mío había una cola de no-votantes y una jueza cincuentona de aire aburrido que a cada uno le preguntaba sin levantar la vista de sus papeles porqué no había votado y los certificados pertinentes de enfermedad o de viaje. Cuando me llegó el turno, yo había preparado mi discurso:

–Señora jueza, yo no voto porque estoy en contra del voto obligatorio que para mí es un derecho y no un deber. No estaba enfermo ni lejos de mi casa: no fui a votar porque no me gusta que me obliguen a eso. Haga usted conmigo lo que quiera, pero tenga la certidumbre que no votaré jamás mientras el voto sea una obligación.

Mientras decía lo mío, vi que la jueza levantaba la vista y me miraba con curiosidad. Cuando terminé mi alegato, dijo:

–Lo felicito. Ojalá hubiera muchos ciudadanos como usted –y me selló el DNI sin pedirme ningún certificado.

Salí de Tribunales eufórico: fue la primera vez que tuve la experiencia de que la Justicia en Argentina servía para algo. Y esa jueza además logró un milagro, porque desde entonces comencé a votar aunque todavía sea obligatorio y eso me hinche profundamente las pelotas. Tanto que en las últimas PASO (Primarias Abiertas Simultáneas Obligatorias) las tres primeras letras me dieron muchas ganas de votar pero la última me obliteró el espíritu civil: cuando vi la cola de una cuadra y media me rebelé y no voté. No soporto las colas, y menos las obligatorias.

*Mi anarquismo libertario hace veinte o treinta años no tenía el significado actual con un energúmeno populista y autoritario disfrazado de anarquista liberal. En mi caso provenía de una experiencia marina de algunos años en el mundo azul sin Estado.

Leave a Comment