48. Las geoformas, el turismo y la Piedra Movediza de Tandil
Es curioso que las formaciones geólogicas más atractivas e interesantes para los turistas son casi siempre las más insignificantes para los geólogos. Las formas de erosión, por espectaculares que sean, suelen ser casualidades carentes de sentido: que la lluvia y/o el viento hayan labrado la cara de Jesús, la forma de una tortuga o un obelisco no significa nada desde el punto de vista geológico, son sólo un test de Roschasch para turistas. Así las formaciones de erosión del Valle Encantado, el Valle de la Luna, el Cañón de Talampaya, el Cañón del Nihuil o la Quebrada de las Conchas que despiertan el entusiasmo de la candorosa prosa turística, para la literatura geológica no merecen una palabra. Pero hay excepciones, como el Cerro de los Siete Colores en Purmamarca o los tubos de órgano de Talampaya: allí sí que los geólogos también tienen algo interesante con qué entretenerse.
La geoforma más famosa de Argentina es todavía hoy la Piedra Movediza de Tandil que entre el 28 de febrero y el 1º de marzo de 2012 (cayó un 29) cumplió un siglo de inexistencia: nunca se sabrá si se desplomó por causa de las vibraciones de las explosiones de dinamita de las canteras vecinas o por los vándalos que ya existían en tiempos de los bisabuelos y jugaban a fastidiarla y pintarrajearla o incluso grabar el nombre de los turistas a cambio de unas monedas. Lo que es seguro es que no cayó por causa natural, sino argentina. Así la provincia de Buenos Aires perdió uno de sus mayores atractivos naturales y primeros focos de turismo, además de un sitio venerado por los aborígenes desde hacía miles de años. En su lugar hoy puede verse una reproducción en plástico símil piedra, inmóvil sobre un perno fijo.
Involuntariamente el gobernador Scioli de Buenos Aires y el entonces presidente Kirchner (como consta en placa de bronce en el lugar) inauguraron en 2007 la “roca” más ridícula del país y posiblemente del planeta Tierra. Porque la Plástica Inmovediza es una patética demostración de lo nulos, breves y fugaces que son los poderes humanos terrenales si se osa compararlos con los poderes naturales que produjeron a la Piedra Movediza. Nuestros presidentes y gobernadores no sólo no sirvieron para evitar que el original fuera tumbado por dinamiteros o vándalos, sino que casi un siglo más tarde por su propia voluntad demostraron y dejaron constancia de su impotencia para generar más que una burda copia que nunca atraerá a ningún turista. Ni siquiera fueron capaces de inaugurar una seudopiedra que imitara el movimiento. Es la no-piedra inmóvil, que para colmo suena hueca.