51. Los lugares de los desaparecidos
Vivo en una quinta cerca de la bonaerense ruta provincial 25 que en su antaño descampado tramo de Escobar al río Paraná (“el camino de los isleños”) fue utilizada durante el Nacht und Nebel de Videla, Massera y compañía como frecuente arrojadero de cadáveres de guerrilleros, militantes políticos y ciudadanos cualquiera asesinados por los mierda uniformados. Cada vez que la recorro recuerdo lo que me decía un viejo casero que tuve y que en esos años (que yo pasé en Europa y navegando por los mares del planeta) trabajaba de peón en una forestación en las islas del Paraná y recorría esa docena de kilómetros en bicicleta junto a sus hermanos: con frecuencia veían y olían cadáveres humanos tirados a la vera de la ruta. Los que hoy habitan en los barrios privados construidos en ese destrozado humedal nada saben de ello.
Me duele que nuestra República ignore y deje caer en el olvido esas atrocidades o las relegue a placas, memoriales y monumentos puntuales que no son a mi criterio lo que haría falta. Porque pienso que el problema no pasa tanto por la evocación plaquetera o monumental de los desaparecidos, sino por el hecho de que con su inmundo proceder, los mierda, además de apestarse para siempre y convertirse en parias intocables, apestaron a todos los lugares de nuestra geografía donde osaron arrojar a esos cadáveres insepultos. No soy creyente pero creo que una de las cosas que diferencia a los humanos de los mierda son los rituales de la muerte, a los que incluso el peor de los enemigos tiene derecho natural.
Creo que la Argentina debería convocar a un concurso internacional para crear alguna forma de memento que a mi gusto debería inspirarse en los molinillos de plegaria tibetanos para colocar con el nombre de quienes fueron allí arrojados como perros muertos en cada lugar donde eso ocurrió, en todo el territorio de nuestra República. Imagino unos altos grandes inoxidables molinos de viento de aspas coloridas, imposibles de vandalizar y que duren por siglos, que quizás emitan alguna música u oración al girar, que no sólo recuerden a los viandantes del futuro lo que allí ocurrió sino que además purifiquen el aire y descontaminen nuestra tierra insultada y apestada por los mierda.