60. Helgsinfors

 In Blog, Guía Existencial Argentina, III. Provincias

Noviembre de 2008. Conduciendo a un grupo de turistas belgas, estoy pasando un par de noches en la estancia patagónica de más poético nombre. Lugar muy confortable al final de cien kilómetros de ripio, al fondo del lago Viedma, al pie de la montaña, al lado del glaciar, a la vista del (en aquellos días) invisible cerro Torre, oculto entre las nubes. A la noche después de cenar me quedé en la barra tomando un whisky y conversando con un empresario y un abogado de Río Gallegos huéspedes del lugar: el primero conoció a Néstor Kirchner desde su juventud, fue al mismo colegio. Le pregunté si era cierto todo lo que por entonces sólo denunciaba la política Elisa Carrió a propósito de Kirchner en Santa Cruz. Dijo:

–Sí, claro, y es sólo una parte. Ahora va por las ligas mayores.

Le pregunté si había verdad en lo que se decía sobre el carácter resentido de Kirchner, desde su infeliz adolescencia.

–Totalmente. Siempre fue el punto. Le hacían la vida imposible. Tiene muchísimo resentimiento social porque su madre en un tiempo tuvo que trabajar en estancias como cocinera. Odia a los grandes estancieros santacruceños, los quiere destruir. Les está sacando la tierra a manotazos – dijo el hombre. Estábamos los tres solos en el bar, con el segundo trago.

Lo que siguió de aquella conversación me dejó profundamente inquieto: la conclusión fue estremecedora: “Él es Goebbels y ella, la madre de Calígula”. Ya en otras dos o tres estancias santacruceñas había percibido el encono rayano con el odio que suscitaba Néstor Kirchner. Pero en Helgsinfors lo que escuché era dicho en forma serena y factual, sin carga emocional. Si era todo verdad, daba miedo. Un miedo acentuado por la ventosa soledad de ese lugar perdido al final de los caminos, en medio de la nada. Porque una cosa es ser opositor de un gobierno en tierras densamente pobladas, donde hay muchos otros opositores. Bien distinto es serlo en medio de la nada, a cientos de kilómetros de la ciudad más próxima. La soledad, de suyo, es antidemocrática. Por suerte para la Argentina, el “Goebbels” patagónico feneció, “la madre de Calígula” está presa inhabilitada de por vida y el kirchnerismo parece estar languideciendo.