61. Otras formas de viajar
El nuestro es un país tan grande que invita a soñar y a mí me gusta hacerlo. Me gustaría por ejemplo que volvieran a funcionar los viejos hidroaviones Short Sandringham y Sunderland de ALFA (Aviación del Litoral Fluvial Argentino) que partían de la Dársena F del puerto de Buenos Aires y volaban hasta Asunción del Paraguay posándose en el río Paraná en sus escalas en Rosario, Santa Fe y Corrientes. Y hablando de hidroaviones, ¿por qué no instaurar un servicio turístico de pasajeros que recorra los lagos de la Patagonia desde San Martín de los Andes a El Calafate? También habría que restablecer un servicio marítimo de pasajeros desde Buenos Aires a Ushuaia, que tocara Mar del Plata y todos los puertos patagónicos. Y un servicio fluvial como lo hubo aguas arriba por el río Paraná. En Australia, que es un país tan grande como el nuestro, hay o había un servicio turístico con pequeños aviones a hélice para una docena o veintena de pasajeros entre los grandes atractivos del territorio, separados por cientos o miles de kilómetros, aterrizando incluso en parajes perdidos para dormir en estancias, sin tocar los grandes aeropuertos. Y porqué no ripristinar algunos servicios ferroviarios, por ejemplo un Malbec Express que partiera de Buenos Aires por la tarde, con un excelente vagón comedor-cava y coches dormitorio para pasar la noche atravesando pampas y desiertos y despertarse en Mendoza, al pie de los Andes. En el Delta del Paraná, en el río Uruguay y en los lagos más lindos de la Patagonia podría haber barcos-casa flotantes con o sin marineros para alquilar y pasar unos días navegando por lugares estupendos.
Supongo que todo ello técnica y comercialmente sería posible, pero se torna inviable por la maraña de regulaciones estatales y pretensiones sindicales. Así fue como le regalamos la navegación fluvial por el Paraná a los paraguayos y la navegación de pasajeros en el Río de la Plata a una empresa uruguaya.