Bodega Gamboa, viñedos a una hora de Buenos Aires

 In Blog

Bodega Gamboa. Restaurante y viñedo.

En 2003, cuando recorrí casi todos los viñedos del continente para escribir la Guía Austral Spectator de Viñas & Bodegas de América del Sur, me enamoré de la vid a tal punto que en un viaje a Mendoza compré un centenar de plantas de Syrah y Cabernet Sauvignon y las planté en la barranca de la quinta donde vivo, con buen drenaje, excelente exposición y ventilación. En 2007 tuve mi primera cosecha y vinificación, que repetí en 2008 y 2009. Aquellos fueron años anormalmente secos, pero en 2010 volvió a llover lo habitual. Y esa humedad, sumada a las hormigas negras cortaderas, los pájaros y una iguana con debilidad por los racimos maduros me superaron y finalmente me dí por vencido. Además, mi vino era malísimo.

Es por ello que fui con mucho interés a conocer la Bodega Gamboa, establecida en Campana a quince minutos de auto de mi casa. Su creador es Eduardo Tuite Gamboa, un hombre con experiencia en la producción agrícola pero sin ninguna en la vitivinicultura. Con buen asesoramiento, eligió un campo a poca distancia de la autopista a Rosario de suaves lomadas de buen drenaje y allí, a partir de 2010, comenzó a plantar lo que llaman una “biblioteca” de cepas para ver cómo se adaptan al terruño: entre las tintas, Pinot Noir, Cabernet Franc, Malbec, Merlot, Petit Verdot y Cabernet Sauvignon, entre las blancas Chardonnay. Todo en espaldero, hoy cuentan con 6 hectáreas de viña de las tres primeras variedades tintas que comenzaron a cosechar en 2021. Hay 4 hectáreas más en preparación para plantar y piensan llegar a unas 15 hectáreas. “Venden” (en fideicomiso) hileras de 50 plantas que deberían producir entre 100 y 150 botellas anuales: ya tienen unos 30 “socios”. Curiosamente, ya que en este clima no parecería necesario salvo quizá en fase de crecimiento, la viña tiene un sistema de riego por goteo. La guía que nos condujo dijo, quizá para usar una palabra de moda, que el viñedo era orgánico pero ello me pareció dubitable ya que no ví la menor traza azulada de sulfato de cobre, que es el único antifúngico orgánico y las plantas estaban todas sanísimas, lo hace pensar en fungicidas sistémicos. Cuando la uva comienza a madurar, la protegen de los pájaros con red media sombra. Hay un galpón (que no se visita) donde comenzaron a vinificar hasta que se construya la bodega propiamente dicha. El ingeniero agrónomo, Enrique Miraso, es uruguayo y por tanto conocedor de este clima. El enólogo, Gerardo Pereyra, cuenta con el asesoramiento de la experta Gabriela Celeste.

Junto al viñedo hay un amplio restaurante con un gran salón interno, un amplio sector techado al abierto (unos 100 cubiertos) y un gran salón-cava de degustación en subsuelo con lugar para más de 30 personas. Allí un joven dirigió una degustación de tres vinos (junto a una picada de quesos y focaccia) de los cuales sólo el Pinot Noir 2022 era de producción local: los otros vinos eran un Torrontés calchaquí y un Cabernet Sauvignon de Uco etiquetados para la casa y elaborados por el eximio Karim Mussi Saffie. Ciertamente saben elegir los vinos, porque con el almuerzo sirvieron el formidable Semillon de Mendel. El Pinot Noir local (que tuvo unos meses de barrica) me resultó ligero y correcto, nothing to write home about. No mal para ser una de las primeras cosechas.

El restaurante (que estaba bastante lleno, en día de semana, con mayoría de visitantes brasileros) fue mi mayor desilusión, tanto en la comida como en el servicio. Se puede mejorar mucho en esto y también en la degustación y el guiado por el viñedo, pero la visita resulta interesante.

Abierto de miércoles a domingo y feriados, ofrece sólo almuerzo o éste con recorrido por la viña y además está disponible para eventos, a un precio de unos 40 dólares por persona, algo más para extranjeros.

Bodega Gamboa. Sala de cata y cava

Bodega Gamboa. Viña

Bodega Gamboa. Viña

Leave a Comment