CON UNA COPA DE MÁS: Es cada vez más difícil ser Condé Nast
Una nota de Joaquín Hidalgo en lanacionpuntocom (29/11/18) provocó cierto revuelo entre los sommeliers e incluso su asociación profesional emitió un comunicado al respecto y el colega se disculpó en Facebook. A mí, la lectura del artículo de marras me provocó reflexiones disímiles.
La primera es que me extraña que Joaquín, entre las varias maneras de evitar que un sommelier embaucare al comensal, no mencione la más sencilla que siempre practico cuando ceno afuera: llevo mi vino y pago descorche. Tengo tantas buenas botellas en casa que no gasto en eso. Y para mí los restaurantes sin descorche no existen: los considero deshonestos. Además me gusta elegir la comida en función del vino y no al revés, como es usual. Practico antimaridaje.
La otra cuestión que me surge es deontológica: los sommeliers tienen que estudiar en una escuela, obtener un título y poseen una asociación profesional. Los críticos de vinos somos casi todos autodidactas y carecemos de cualquier forma asociativa. No puedo opinar sobre los sommeliers en servicio de mesa por cuanto dicho arriba, pero sí que caté a ciegas con muchos de ellos durante años y que esta guía nació con madrinazgo de Marina Beltrame y Flavia Rizzuto.
Modestia aparte debo recordar que Austral Spectator fue la primera publicación argentina que hizo cata y crítica de vinos a ciegas. Hasta 2004 en Argentina los periodistas del vino comentaban los vinos a botella descubierta y alguno muy famoso cobraba directamente de las bodegas por hacerlo bien mimoso y lindo: pregunten a Alejandro Maglione que con su Cuisine&Vins supo algo al respecto.
Los más grandes críticos del mundo son embaucadores: ni el más famoso de los críticos estadounidenses ni sus colaboradores catan a ciegas e incluso hay atorrantes extranjeros que catan en la bodega, junto al productor. Más de un bodeguero me ha dicho que los puntajes de alguna famosísima revista estadounidense de vinos son sensibles a la inversión publicitaria que se haga. No se comprende cómo los productores argentinos dan tanta importancia a los puntajes de estos mercachifles de alto vuelo.
Yo cato a ciegas absoluta sin saber nada de lo que hay en mi copa y sólo así me divierto, con mis aciertos y equivocos. Hay quien cata agrupando los vinos por regiones lo cual ya me parece errado pues induce a captar más atenciosamente las características que se atribuyen a determinadas zonas. Y quien cata a ciegas pero con rango de precios, que es como levantarse un poco la venda de los ojos: nadie pondera igual a un vino que sabe que cuesta más de mil pesos.
Más allá del catar a ciegas, para saber si el crítico está embaucando al lector-consumidor hay que tener en cuenta:
a) En materia de vinos, el diario La Nación tiene un claro conflicto de intereses ya que compra y vende vinos con su Club Bonvivir por lo tanto todo lo que publique sobre esta materia podría estar sesgado por hallarse a ambos lados del mostrador.
b) Todo artículo del tipo “Diez tintos para quienes gustan manejar un Ford”, “Los doce mejores Malbec para ponerle los cuernos a tu mujer o marido”, “Diez vinos para regalar a tu paseador de perros”, “doce blancos para comer con ikrá y trufa blanca” o “Los diez mejores espumantes para el 28 de diciembre” (si no hay un recuadro que agregue otros vinos más) es sospechoso porque los vinos destacables no vienen de a decena o docena: o se incluye alguno que no lo merece o se excluye a otro que sí lo merece.
c) Si además estas recomendaciones no se basan en una cata a ciegas, son cuanto menos dubitables.
d) Si en estas notas todos los vinos tienen una foto de la botella y no se publican también (como en mi newsletter) vinos sin foto no es periodismo sino publicidad.
e) Si en un artículo de interés general sobre vinos se recomiendan con marca y precio ciertos vinos y el autor no publica al menos una terna de etiquetas de varias bodegas sino una sola, es un chivo.
f) Todos los críticos de vinos recibimos alguna forma de apoyo publicitario de las bodegas y en mi guía siempre hice público de qué modo eso influencia a los resultados: a paridad de puntaje, elijo como vino Top al de mis anunciantes. Pero sus quince ediciones demuestran que no hay correlación entre anunciar y obtener los mejores puntajes.
g) En las redes sociales publico todos los vinos que me sorprenden en mis catas y mis vintage tastings sean o no anunciantes. Si lo son, a ello le sumo un diseño y un pautado pago que no podría sufragar de mi bolsillo.
Vivimos en una época de gran prostitución del periodismo, que está comercializando todo para sobrevivir a los piratas Google y Facebook. Hoy quienes venden su cuerpo (eso incluye la imagen) se autodenominan influencers. Es cada vez más difícil ser Condé Nast (que jamás aceptó una invitación a ningún lugar) y siempre más necesario ser Lugares (lo contrario). La crítica de vinos no es excepción: dejé de colaborar con los medios de editorial Perfil porque su mercantilismo me superaba. En www.australspectator.com procuro hacerlo con honestidad profesional e intelectual y así me va: no me estoy haciendo rico y no sé si a veces pierdo plata. Pero escribo sobre los vinos que pruebo en soledad con la misma feliz libertad anímica con que escribía poesía en mis años mozos.
D.B.
Brillante análisis que suscribo en cada palabra. Por fin alguien abandona la hipocresía del comercio y nos devuelve un poco de racionalidad
Excelente análisis informativo. Seguro va a marcar una diferencia aunque más no sea de puntos de vista.
Excelente Diego , sommelier o critico, lo principal es la honestidad intelectual.