CON UNA COPA DE MÁS/ LES VINES: LENGUAJE INCLUSIVO Y ENOGRAFÍA
A veces la actualidad trae consigo cosas desconcertantes y una de ellas es la moda del lenguaje inclusivo, que aquí analizo un poco en relación al escribir de vinos.
Hace años incorporé a mi escritura la existencia per se de lo femenino y usé bastante tiempo el los/las aunque me cansé cuando una presidenta (nunca jamás presidente) comenzó a monologar para todas y todos. El vocablo “vino” en castellano es masculino y no neutro como en inglés de modo que no podría nunca escribir “les vines” o “lxs vinxs” en amor de inclusividad. Pues es verdad como que amanece cada día que hay vinos masculinos y vinos femeninos y en rigor lingüístico incluyente al vino femenino se lo debería llamar “la vina”: hay un machismo subyacente en el describir con género masculino a un vino femenino. Catando con Joaquín Hidalgo y Alejandro Iglesias hace un lustro se nos reveló que también hay vinos metrosexuales, es decir masculinos puliditos como fémina. Y va de suyo que existen vinos marica sólo que no suelo escribir de ellos: en rigor no serían homosexuales que pueden ser brillantes, sino esos caldos amariconados sin presencia sensorial, inseguros, de menos de 80 puntos.
Comencemos por las cepas: no me permito usar el galicismo masculino cepaje, que afea al buen castellano con la idea de que la vid o viña puede cambiar de género. Las cepas para mí son en mayoría masculinas (el Malbec, los Cabernet, el Chardonnay, el Torrontés) aunque admito que se las denomine en femenino: yo creo sólo tener en mi enolengua a la Bonarda (que prefiero llamar Dulce Negra Argentina por su verdadero origen: la Douce Noire saboyana) por mi italiano, donde es “la” y no “il” como Barbera o Montepulciano chissá perché.
En rigor inclusivo, debería escribir en masculino a las cepas de tal carácter (de los Cab al Tannat) y en femenino a las que corresponde (de Chard a Ugni Blanc). ¿Qué hacer con el o la Pinot Noir, que es la más femenina de las cepas masculinas o tintas? ¿Le Pinot Noir? Claro que es una generalización: como lindo escribió Robert Parker una vez acerca de un tinto, “este vino es una puta”. Hay tintos que parecen drag queens de tanto perfume, terciopelo y carne trémula. Y también existen blancos de vigor y rigor masculino: varonas Riesling o Semillon, a veces Chard.
Luego tenemos a los rosados, que los inclusivistas sí podrían llamar lxs rosadxs o les rosades porque ahí están, bisexualizando las polaridades sexistas. El rosado masculino es un oximoron pero el rosado femenino no. Y parte o todo del género LGBT podría aplicársele según el caso. Bien se los podría definir como vinos trans pues provienen de cepas masculinas feminizadas en la bodega por el enólogo o la enóloga, noblesse oblige…and political correctness too.
En una línea de posteos de Instagram que creé asocio a ciertos vinos de gran perfil con rostros humanos famosos del cine, la música, las artes o la ciencia. ¿Qué es esto que es? exclamaría un inclusivista francés: ¿cómo se puede asociar un vino a Robert Mitchum o Claudia Cardinale? Bueno en mi cabeza sucede todo el tiempo, es una sinestesia como percibir un aroma como un color o un sabor o un sonido y un sabor, lo mismo. Hasta el color del vino es sexuable: del brillo juvenil hembruno de un blanco al león viejo de un Cabernet añejo.
Y para terminar, ¿qué hacemos con les espumantes o lxs espumantxs, que me resisto a llamar con esa palabra espumoso que tan jabonoso me suena? Estos masculinos sí que son hembra pura, las espumantas. Son locuaces y sonrientes, chispean y susurran efervescentes, se visten con burbujitas y corona en tonos dorados, dan aromas de sábanas finas y limpias y hacen mousse en boca, ácidas o dulzonas al punto justo, dejando a veces recuerdo imborrable tanto más si fue nature con ostras crudas. Los enógrafos no tenemos problema en describir así a las espumantas pero ¿las enógrafas? Ellas, claro no tienen drama en describir a un Cab como pleno y vigoroso, llenador. Para esos recios machos yo uso mi lado del otro género que todos, todas, todes o todxs contenemos.
D.B.
