CON UNA COPA DE MÁS: Los argentinos carecemos de cultura alimentaria
Me impresiona constatar lo brutos que somos en materia alimentaria. Más allá de las experiencias personales y los gustos, hay estadísticas que demuestran que somos un pueblo bárbaro e inculto, que no sabe comer.
Una de las cosas que más me chocan de nuestra cultura alimentaria es la carnicería argentina. Ya el olor a carnicería me resulta disgustante (ni hablar de si hay moscas en verano) y el oficio de carnicero que deposta la media res, un anacronismo grotesco. Me sulfura (como me pasó anteayer) que al comprar un kilo de bola de lomo que pido bien desgrasada al limpiarla en casa contuviera no menos de un 10% de su peso en grasa. Pero lo que más me impresiona es ver cómo la carnicería puede vender filete de merluza (que además es del mercado negro): ver pescado junto a los chinchulines es vomitivo. Y comprarle pescado al carnicero, un asquito. Ni hablar de nuestro consumo per cápita de pescado que es ridículo en cantidad y calidad, con esa porquería del salmón rosado de criadero chileno al frente en cantidad y precio.
La panadería tipo argentina es lo mismo: nuestra cultura del pan es inexistente. Es casi imposible encontrar un buen pan que sirva para hacer bruschetta o sopas. Es un pan migoso y sin sabor ni textura.
Más con la papa: la única papa que se encuentra en la verdulería tipo argentina es la variedad Spunta (“blanca” o “negra” es la misma cosa) que es una de las peores variedades para cualquier uso (es de las que más agua contienen) pero de las mejores desde el punto de vista del productor por su resistencia y productividad. Con suerte se encuentra a veces papa colorada muy superior y papines, a precios exorbitantes.
Pero otra cosa que demuestra que somos un pueblo bruto es, como leí en La Nación (7/10/2018) en una nota de Carlos Manzoni (“El picante no atrae a los argentinos”) que dicho de paso contiene un error garrafal donde afirma que el consumo per cápita de los estadounidenses de pimienta negra es de 2 kg por año: no hay modo humano de comer 2 kg de pimienta negra en un año, en realidad son 200 gramos. Y en Argentina -dice la nota- consumimos 0,023 gramos por persona por año, es decir nada. O sea, no sabemos sazonar la comida. Todos los países europeos tienen promedios de consumo similares al de los Estados Unidos.
Y finalmente está el aceite de oliva extra virgen: nuestro consumo per cápita (incluyendo esas porquerías que se hacen pasar por aceite de oliva y son aceite para máquinas o lámparas) es 100 veces menor que el de los mayores consumidores del mundo, los griegos, que llegan casi a 20 kilos por persona y por año.
En suma, compramos carne con 20 o 30% de grasa y la comemos sobrecocida, con pan sin gusto a nada, sin pimienta negra y con aceite de oleaginosas en la ensalada y papas fritas de la peor calidad: ¿se puede ser más bestias?
D.B.