CON UNA COPA DE MAS: Los vinos de los “famosos”: una vergüenza
Leo, con el rubor que me produce la vergüenza ajena, una nota de www.perfil.com en su sección comercial de vinos titulada titulada “¿son famosos los vinos de los famosos?”.
Más allá de lo mal escrita que está, de sus erratas y su descarado carácter comercial (promociona y vende una caja de vinos elaborados para Marcelo Tinelli) lo que me produce náusea es el propio concepto en el que se basa, del todo acríticamente, la “pluma” (es un decir) que escribió esa fantochada. Porque lo primero que debería decir un crítico serio e independiente es que todos los famosos que se meten en el negocio del vino de algún modo son unos atorrantes. Suplen con un nombre conocido en el universo mediático lo que a un honesto y anónimo productor en cualquier lugar del mundo le toma años de esfuerzo y ya sólo por eso los vinos de los celebrities merecen ser escupidos con asco. En un mundo de mierda como es el mundo mediático, eso es competencia desleal.
Además, somos muchos en este planeta los que no comemos el vidrio de la fama y la celebridad. Yo admiro a enfermeros, policías, médicos, investigadores, bomberos y toda esas personas anónimas que por salarios módicos salvan vidas o se juegan la vida por los demás. Jamás podría sentir la menor admiración por personajes como Mirtha Legrand o Marcelo Tinelli que además no sé muy bien quiénes son o qué hacen porque nunca los vi en tv (que no tengo) y sólo veo a veces en revistas de sala de espera de consultorio. Ni siquiera admiro a los músicos que más me gustan, como Bob Dylan o Miles Davis que por todo lo que sé son o eran seres intratables, sin nada digno de admiración. Bien lo dijo Nietzche: “detrás de un gran artista se oculta un hombre mediocre y detrás de un artista mediocre, se oculta un gran hombre”.
Yo sólo caté, comenté y puntué los vinos de dos de los muchos mencionados en esa delirante nota, Juanchi Baleiron (en la nota, Valeiron) y Pedro Aznar pero lo hice a ciegas es decir recagándome en su merecida o inmerecida celebridad. Toda fama ajena a lo que está dentro de la botella es enemiga mortal del vino y debe ser tratada peor que el tricloroanisol o el Brettanomyces.
D.B.